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¿QUÉ PARTIDO COMUNISTA NECESITAMOS? - escritos compressos
Sobre la naturaleza del nuevo partido comunista
(Artículo
extractado, extraído de
La Voce nº1,
año I - marzo de 1999)
Sobre la naturaleza del nuevo partido
comunista
La
clase obrera tiene necesidad de un partido comunista que,
1.
tenga una línea justa, es decir, una línea que recoja y sintetice la tendencia
positiva de las masas populares en la fase actual (la segunda crisis general
del capitalismo),
2.
tenga una forma organizativa adecuada a la aplicación de su línea.
Es
erróneo primero discutir sobre la forma organizativa sin haber resuelto el
problema de la línea. La organización nace para aplicar la línea.
La
organización debe adaptarse a la línea. Es la línea la que determina la
organización, si bien obviamente la organización es la condición necesaria para
aplicar la línea. Es la línea la que decide el tipo de organización del que hoy
tenemos necesidad, no a la inversa.
La
clase obrera tiene necesidad de un partido comunista. Esta es la primera
lección que nos debe quedar clara y que deriva ya sea de la experiencia
histórica o bien del análisis de la sociedad capitalista. La clase obrera tiene
necesidad de un partido comunista porque el papel del partido comunista no
puede ser desempeñado por la clase en su conjunto. Sólo la vanguardia de la
clase obrera se organiza en el partido. La crisis de la forma-partido de la que
tanto hablan los sociólogos y politólogos burgueses es la crisis de los
partidos reformistas y burgueses del viejo régimen. El reformismo está en
crisis porque la crisis general impide que las masas puedan arrancar nuevas
reformas si no es en el contexto de un movimiento revolucionario para el cual
los partidos reformistas están inadaptados: de ahí la crisis de los partidos
reformistas que han perdido el terreno objetivo (las reformas reales que en el
período del capitalismo de rostro humano habían efectivamente conseguido) sobre
el cual habían basado su fortuna. Los partidos del régimen de la DC están en
crisis porque todo el régimen está en crisis. Este era el régimen de la
conciliación de intereses (25) y se encuentra en crisis al igual que están en
crisis los regímenes de todos los países imperialistas que mejor han
personificado el dominio de la burguesía en el período de recuperación y
desarrollo, los regímenes impuestos al final de la Segunda guerra mundial. Hoy
están a la orden del día las fuerzas burguesas que se ofrecen como promotoras
de la movilización reaccionaria de las masas, aunque su progresión se ve
todavía ralentizada ya sea por el atraso de las fuerzas revolucionarias, ya sea
por el miedo que toda la burguesía tiene a la movilización reaccionaria, la
cual, como se ha comprobado repetidamente, puede transformarse en movilización
revolucionaria.
La
línea general del futuro partido comunista deriva del análisis de la situación
a la que antes nos habíamos referido al tratar de la forma de la revolución
proletaria y que en la revista Rapporti
Sociali ha sido ilustrada desde diversos ángulos y que los CARC han
difundido ampliamente (26). Ella puede ser formulada del modo siguiente:
"Unirse estrechamente y sin reservas a la resistencia que las masas
populares oponen y opondrán al desarrollo de la crisis, comprender y aplicar
las leyes según las cuales esta resistencia se desarrolla, apoyarla,
promoverla, organizarla y hacer prevalecer en ella la dirección de la clase
obrera hasta transformarla en lucha por el socialismo, adoptando como método
principal de trabajo y de dirección la línea de masas"
(27).
Esta
línea ha sido formulada hace años, la primera formulación se remonta a 1992 y
no ha encontrado hasta ahora serias objeciones por parte de ninguna de las
Fuerzas Subjetivas de la Revolución Socialista (FSRS) de nuestro país. ¿Podemos
suponer que es universalmente aceptada, o se trata de uno de esos casos en los
que se dice por una parte que "es necesario hacer un serio debate teórico
y político" mientras se evita con mucho cuidado ya sea realizar cualquier
cosa ya sea entrar en el fondo de cuanto otros han elaborado? De cualquier
forma es cierto que ninguna FSRS ha avanzado otras propuestas de línea general
para el futuro partido comunista.
También
hemos dicho repetidamente que ninguna FSRS, y en particular ni siquiera los
CARC que han formulado y propagado esta línea, estaba en condiciones de aplicar
esta línea dada la cualidad, la naturaleza de las fuerzas en cuestión (por
consiguiente también para prescindir de los factores cuantitativos que pueden
valer también para el partido comunista, por un tiempo más o menos prolongado)
¿En qué consiste la cualidad que faltando a las FSRS les impide aplicar la
línea general del futuro partido comunista si no es de forma limitada y defectuosa?
No es la composición de clase, porque el partido comunista luchará para
organizar en sus filas la vanguardia de la clase obrera, aunque la composición
de clase del partido tendrá seguramente desde su fundación limitaciones que
sólo con la lucha serán superadas (29).
Nosotros
tenemos en cuenta que la cualidad que distingue al partido comunista de las
FSRS es un conjunto de características, la principal de las cuales consiste en
esto: el partido comunista es un partido clandestino, pero no es una sociedad
secreta. Intentaremos explicar a continuación el sentido y las razones de esta
tesis nuestra.
El
nuevo partido comunista tiene la tarea estratégica de ser el centro de la
acumulación de las fuerzas revolucionarias: partido, frente, ejército. Su
cometido consiste en recoger y emplear las fuerzas proletarias en el curso de
la movilización revolucionaria para que se adelante a la movilización
reaccionaria (o en la transformación de la movilización reaccionaria en
movilización revolucionaria), en la guerra popular revolucionaria prolongada,
en la guerra civil que es la síntesis de la lucha de las masas populares contra
la burguesía imperialista. La clase obrera para situarse como clase que lucha
por sí misma por el poder debe situarse como contendiente, como fuerza política
sobre el terreno de la guerra civil (ya sea porque la situación que deberemos
afrontar tenga por completo la forma de una guerra civil, ya sea porque adopte
también la forma de una guerra entre grupos y Estados imperialistas)
(30).
Para
conducir la acumulación de las fuerzas revolucionarias a la victoria tenemos
necesidad de un partido que se base en la clase obrera, que tenga como objetivo
la instauración del poder de la clase obrera y la eliminación del poder de la
burguesía imperialista, que subordine todo a este objetivo, que seleccione y
forme a sus miembros, a sus dirigentes, a sus organizaciones y relaciones con
las masas en función de este objetivo, que sea capaz de hacer frente mediante
la resistencia a la contrarrevolución preventiva y a las agresiones
desencadenadas por la burguesía, que tenga muy en cuenta la experiencia de los
150 años de historia del movimiento comunista, que aprenda de los éxitos y de
las derrotas de la revolución proletaria, que tenga pues como teoría guía el
marxismo-leninismo-maoismo.
El
partido debe pues estar libre del control de la burguesía. No puede mantenerse
y trabajar en los límites que la burguesía le permita, como otro partido de la
sociedad burguesa. Las relaciones entre los grupos imperialistas (y entre las
respectivas fuerzas políticas) pertenecen a una categoría distinta de a la que
pertenecen las relaciones entre las masas populares (y la clase obrera que es
su única potencial clase dirigente) y la burguesía imperialista: son relaciones
que se desarrollan según leyes diversas. Los que de un modo u otro se obstinan
en considerar estas relaciones como relaciones del mismo orden, sujetas a las
mismas leyes, o caen en la politiquería burguesa (parlamentaria o afín) o en el
militarismo: de hecho el acuerdo a espaldas de las masas y la guerra
imperialista son dos formas alternativas con las que los grupos imperialistas
abordan las relaciones entre ellos. ¿Quiere esto decir que la clase obrera (y
su expresión política, el partido comunista) no está condicionada, de una forma
u otra, por la burguesía? No. Quiere decir que el partido comunista no apoya su
posibilidad de trabajar bajo la tolerancia de la burguesía, que el partido
asegura la propia posibilidad de existir y de realizar su labor aun a pesar de que la burguesía recurra
a la contrarrevolución preventiva, que el partido, gracias a su análisis
materialista-dialéctico de la situación y a sus vínculos con las masas, se
adelanta a las medidas de la contrarrevolución preventiva volviéndolas contra
la burguesía. Quiere decir que el partido está condicionado por la burguesía
como en una guerra en la que cada uno de los contendientes está condicionado
por el otro y condicionado en cada fase de la guerra según la correlación de
fuerzas y según la fase (defensiva estratégica, equilibrio estratégico,
ofensiva estratégica), pero no sujeto a sus leyes y a su Estado, como lo están
las masas en condiciones normales.
Desde
sus inicios el movimiento comunista (31) ha afirmado claramente que la clase
obrera tomaría el poder sólo mediante una revolución.
Una
tras otra todas las afirmaciones de los socialistas y revisionistas sobre la
vía pacífica, democrática, parlamentaria al socialismo han sido desmentidas en
la práctica por la misma burguesía que, como F.Engels había señalado en 1895,
no ha tenido ningún escrúpulo en "conculcar su propia legalidad",
cada vez que ésta no aseguraba el mantenimiento de su poder. La participación
en las elecciones y en general en una serie de otras actividades normales de la
sociedad burguesa, en las que las organizaciones obreras participan como
asociaciones libres entre otras, ha sido un instrumento útil para afirmar la
autonomía de la clase obrera, pero desde el momento en que se ha iniciado la
época de la revolución proletaria se han transformado en cadenas
contrarrevolucionarias cada vez que han sido consideradas como instrumentos
para la toma del poder (32).
La
instauración de la contrarrevolución preventiva como corazón del Estado burgués
moderno ha hecho permanente el empeño de la burguesía en prevenir e impedir el
desarrollo del movimiento comunista, antes de tener que reprimir su éxito. Que,
por consiguiente, la conquista del poder por parte de la clase obrera debe
realizarse por vía revolucionaria, no es una novedad. Lo nuevo es que desde que
la conquista del poder por parte de la clase obrera se ha puesto históricamente
al orden del día, la dirección de la lucha por el poder, es decir el partido
comunista, debe ser una estructura libre del control de la burguesía y de sus
sistemas de contrarrevolución preventiva, es decir, debe ser un partido
clandestino.
La
clase obrera no puede combatir victoriosamente a la burguesía imperialista, no
puede oponerse como su contendiente en la lucha por el poder, no puede
pretender llevar a cabo la acumulación de fuerzas revolucionarias hasta
revertir la actual correlación de fuerzas desfavorable con las fuerzas de la
reacción, si tiene una dirección que esté sometida a las leyes y al poder de la
burguesía.
No
se trata solamente de contar con un aparato ilegal. Este lo han tenido todos
los partidos de la Tercera Internacional: formaba parte de las condiciones para
ser admitido en la Internacional comunista, era la tercera de las 21
condiciones, aprobadas por el II Congreso (17 de julio-7 de agosto de 1920).
"En casi todos los países de Europa y de América -decía- la lucha de
clases entra en un período de guerra civil. En estas condiciones los comunistas
no pueden fiarse de la legalidad burguesa. Por todas partes deben crear, junto
a la organización legal, un organismo clandestino, capaz de cumplir en el
momento decisivo con su deber hacia la revolución. En todos los países en los
que los comunistas no puedan desarrollar legalmente todo su trabajo, a causa
del estado de sitio o de leyes de excepción, deben combinar sin vacilar la
actividad legal con la actividad ilegal".
La
experiencia de la revolución proletaria durante la primera crisis general del
capitalismo (1910-1945) ha mostrado que los países en los que los partidos
comunistas pueden desarrollar todo su
trabajo legalmente, si su trabajo tiene éxito a pesar de la contrarrevolución
preventiva, se transforman en países en los que los partidos comunistas no
pueden desarrollar su trabajo legalmente. En los países donde no tenía la
fuerza necesaria para llevar a cabo
autónomamente esta transformación (por ejemplo, la Francia de los años 30), la
burguesía imperialista ha preferido la agresión y la ocupación extranjera para
que esa transformación se realizase. La lucha de clases ha entrado en un
período de guerra civil por todas partes donde la clase obrera no ha renunciado
a la lucha por el poder, por consiguiente, ella debe conducir su lucha por el
poder como una guerra civil y los partidos comunistas, allí donde quieran
mantenerse como tales, no pueden ni deben "confiar en la legalidad
burguesa". Los partidos comunistas han podido desarrollar legalmente, a la
luz del sol, todo su trabajo sólo allí donde la clase obrera detentaba ya el
poder: en los países socialistas y en las bases rojas.
La
experiencia ha demostrado que tener un organismo clandestino que entre en
acción "en el momento decisivo" no basta para que los partidos
comunistas sean capaces de dirigir con éxito a las masas y tampoco para evitar
su decapitación y aniquilación. La acumulación y organización de las fuerzas
revolucionarias debe llevarse a cabo "en el seno de la sociedad
burguesa", pero por la fuerza de las cosas se desarrolla gradualmente. Por
tanto no puede realizarse legalmente. El partido debe evitar, con una dirección
táctica adecuada, el verse obligado a un enfrentamiento decisivo en tanto las
fuerzas revolucionarias no se hayan acumulado, hasta haber alcanzado la
superioridad sobre las de la burguesía imperialista. No basta pues con crear un
organismo clandestino "junto a la organización legal". Es el partido
el que debe ser clandestino, es la organización clandestina la que debe dirigir
la organización legal y asegurar en cualquier circunstancia la continuidad y la
libertad de acción del partido. El partido comunista debe ser un partido
clandestino y dirigir desde la clandestinidad todos los movimientos legales que
sean necesarios y útiles a la clase obrera, al proletariado y a las masas: esta
es la lección de la primera oleada de la revolución proletaria.
La
experiencia ha demostrado que los partidos comunistas para cumplir exitosamente
su tarea deben "combinar la actividad legal con la ilegal", en el
sentido preciso que la actividad ilegal dirige y es fundamento y dirección de
la actividad legal, que la actividad ilegal es lo principal y la legal está
subordinada a ella, que la actividad ilegal es absoluta y la actividad legal
condicionada, relativa con respecto a la correlación de fuerzas entre la clase
obrera y la burguesía imperialista, relativa con relación a las decisiones que
la clase dominante considera convenientes para sí misma. La experiencia ha
demostrado por otra parte que este tipo concreto de combinación de la actividad
legal con la ilegal no debe ser aplicada solamente por los partidos comunistas
de los países en los que "a causa del estado de sitio o de las leyes de
excepción" la burguesía ha limitado la actividad legal, sino que debe ser
puesta en práctica en todos los países, antes que la burguesía implante estados
de sitio o leyes de excepción, antes que imponga a la actividad política del
proletariado límites legales más restrictivos que los que impone a cada uno de
los grupos de la clase dominante o de que de todos modos imponga límites más
restrictivos que los vigentes. La burguesía imperialista impone en todo caso a
la actividad política de la clase obrera, del proletariado, de las masas
populares, límites de hecho que los miembros de la clase dominante no tienen
(límites de tiempo, de dinero, de espacios, de cultura, de acceso a las armas,
etc.), de tal modo que para la gran mayoría de las masas populares también los
derechos reconocidos legalmente son escamoteados y quedan sólo como derechos
sobre el papel.
La
tercera de las 21 condiciones de admisión a la Tercera Internacional fue
formulada para acometer la transformación en partidos bolcheviques
(bolchevización) de los viejos partidos socialistas, que, como el PSI, se
habían adherido a la Internacional Comunista porque así lo exigía el viento que
soplaba entre las masas y sin embargo no estaban preparados en absoluto para
desenvolver la función de dirección de las masas en el movimiento
revolucionario de su país (33). Había sido introducida para corregir la
"insuficiencia revolucionaria" de los viejos partidos socialistas que
hacían cola para adherirse a la Tercera internacional. Sin embargo había sido
formulada en términos conciliadores, con concesiones a las resistencias
existentes en estos partidos a transformarse en partidos aptos para las tareas
de la época. En conclusión, la experiencia ha demostrado que la tercera
condición para la admisión a la Internacional comunista era inadecuada. En los
países imperialistas los partidos comunistas que nacieron haciéndola propia se
mostraron incapaces de hacer frente a sus tareas, debido también a la
concepción estrecha, subordinada, de la acción clandestina que en ellos se
mantuvo y que la tercera condición hizo suya (34).
Se
desprende de ello que concebir la acción del partido comunista como una acción
estratégicamente legal, considerar la legalidad como la regla y la
clandestinidad como la excepción que entra en acción en las situaciones de
emergencia, no prevenir el momento en el que la burguesía trata de aplastar al
partido, no construir el partido con vistas y en función de la guerra civil, es
contrario a seguir las leyes de la revolución proletaria. Los partidos
comunistas que se han comportado de esta manera (desde el italiano al chino
(35), alemán, español, indonesio, etc. etc.) han recibido duras lecciones.
La
clandestinidad no impide desplegar una amplia acción legal en la medida que las
condiciones lo permiten, sino que más bien hace posible todo tipo de acción
legal, incluidas las actividades menos "revolucionarias", que se
convierten en instrumentos para ligar organizativamente al campo de la
revolución a los sectores más atrasados de las masas populares e influirles.
Por otra parte, la clandestinidad no se improvisa y un partido construido para
la actividad legal o principalmente para la actividad legal y que se ve
sorprendido por la iniciativa represiva de la burguesía, difícilmente está en
condiciones de reaccionar eficazmente a la acción de la burguesía que lo pone
fuera de la ley, que lo persigue. Un partido legal no está por lo demás en
condiciones de hacer frente eficazmente a la persecución, a la infiltración, a
la corrupción, a la intimidación, a los chantajes, a las acciones terroristas
de la contrarrevolución preventiva, de la "guerra sucia", de la
"guerra de baja intensidad" y del resto del arsenal del que se dota
la burguesía imperialista para oponerse al avance de la revolución proletaria.
Un partido legal no está en condiciones de agrupar y organizar las fuerzas
revolucionarias que el movimiento de la sociedad genera gradualmente y de
empeñarlas, a medida que se generan, en la lucha para abrir el camino al
proceso revolucionario, adiestrándolas y formándolas de esta forma.
El
partido comunista debe tener pues una dirección clandestina, debe ser un
partido que se construya desde la clandestinidad y que desde ella teja su
"tela de araña" y lleve a cabo todo tipo de actividad en todos los
campos. Debe ser un partido estratégicamente clandestino (que, por
consiguiente, tenga su retaguardia estratégica clandestina), pero que destina a
una parte de sus miembros a desarrollar tareas políticas legales, al trabajo
legal de movilización de las masas y crea todas las estructuras legales que la
situación permita crear. La relación numérica entre ambas partes varia según
las situaciones concretas; actualmente y por un tiempo todavía indeterminado en
nuestro país estará decisivamente a favor de la parte legal. El nuevo partido
comunista italiano debe tener una dirección estratégica clandestina, pero
actualmente la clase obrera y las masas desarrollan la mayor parte de su
actividad política, económica y cultural no clandestinamente y son pocos los
trabajadores dispuestos a comprometerse en un trabajo clandestino. La actividad
defensiva y ofensiva de los trabajadores se desarrolla hoy en gran parte a la
luz del sol, en actividades legalmente toleradas por la burguesía, limitadas y
obstaculizadas pero no prohibidas. Es completamente inconsistente todo intento
(hecho con el ejemplo y/o con la propaganda) de inducir a los obreros y a las
masas populares a abandonar este terreno (en este vano intento consistió la
desviación militarista de las Brigadas Rojas). Todo intento en este sentido
lleva solo a dejar el campo libre a los revisionistas, a los economistas, a los
burgueses. Solo en la medida que la burguesía imperialista impida el desarrollo
legal de las actividades políticas y culturales que las masas están habituadas
a desarrollar legalmente, ponga fuera de la ley, persiga, etc...(y es seguro
que llegará a ello: basta ver "los progresos" que ya ha hecho en esta
dirección por cuanto respecta a la libertad de huelga, a la expresión de las
ideas y la propaganda, a la representación en las asambleas electivas; la
burguesía no tiene otro camino, aunque conozca por experiencia el peligro que
ese camino conlleva y haga mil esfuerzos por no tomarlo), sólo en la medida que
los progresos de la actividad del partido comunista, de la clase obrera y de
las masas populares, (así como su resistencia organizada al desarrollo de la
crisis y a la guerra de exterminio que la burguesía imperialista lleva a cabo
contra ellas) susciten una contrarrevolución potente (a la cual, sin embargo,
el partido podrá hacer frente), sólo entonces, sobre la base de su experiencia,
la clase obrera, el proletariado y las masas populares emplearán en la guerra a
una parte creciente de sus fuerzas. Sólo entonces la guerra pasará a ser la
forma principal en la que las masas puedan expresarse y a la que el partido
estará en condiciones de dirigir victoriosamente.
El
PCI, durante los años veinte, tenía un aparato clandestino, pero no una
dirección clandestina; en 1926 fue ilegalizado; fue obligado a la
clandestinidad; perdió la dirección (Antonio Gramsci); todavía en julio de 1943
no se aprovechó del hundimiento del fascismo para formar un ejército; se basó
en la alianza con los partidos democráticos para una transición pacífica del
fascismo a un nuevo régimen burgués; en septiembre del 43 dejó dispersarse al
grueso del ejército, constituido por obreros y campesinos armados porque no
estaba todavía en condiciones de darles una dirección concreta y no aprovechó el
vacío de poder y el material militar que la fuga del rey y de gran parte de los
altos oficiales puso a disposición de quien supiera aprovecharse de la
situación. Sólo en los meses siguientes puso la guerra en primer plano, creó
sus propias formaciones armadas antifascistas y antinazis y obligó a seguirlo a
todas las demás fuerzas políticas que no querían aislarse de las masas y que
pretendían desempeñar un papel en la postguerra.
El
KPD (Partido comunista alemán) en el curso de los años 20 intentó varias insurrecciones
(no casualmente fallidas) y en 1933 dejó detener a la dirección (Ernst
Thaelmann); mantuvo organizaciones clandestinas, pero no consiguió movilizar en
el plano de la guerra ni a los obreros comunistas (aunque el KPD había
conseguido 5 millones de votos en las últimas elecciones de 1933), ni a los
obreros socialdemócratas, ni a los judíos y demás sectores de la población que
también eran perseguidos a muerte por los nazis.
El
PCF (Partido comunista francés) se encontró en 1939 (el gobierno francés
declaró la guerra a Alemania el 1º de septiembre) en una situación tal que
miles de sus miembros fueron detenidos por el gobierno francés junto a otros
miles de antifascistas, siendo barridas casi por completo las organizaciones
del Partido. M.Thorez, secretario del PCF, ¡se presentó a la caja de reclutas
para ser movilizado! A principios de junio de 1940 el PCF "instó" al
gobierno Reynaud a armar al pueblo contra las divisiones nazis que desde el 10
de mayo se paseaban por Francia, obteniendo obviamente como respuesta el
decreto del gobierno "francés" que obligaba a cada
"francés" que poseía armas de fuego a entregarlas en las comisarías.
Sólo desde julio de 1940 en adelante, después que las contradicciones entre los
grupos imperialistas franceses hubiesen desembocado en guerra civil entre ellos
(La Proclama de De Gaulle desde Londres tuvo lugar el 18 de junio de 1940), el
PCF comenzará a reconstruir con heroísmo y tenacidad sus organizaciones y sólo
a partir de 1941 gradualmente asumirá la guerra revolucionaria como forma
principal de actividad.
¿Qué
enseñanzas debemos extraer de toda esta experiencia histórica? Que hoy debemos
construir el nuevo partido comunista a partir de la clandestinidad. La
clandestinidad es una cuestión estratégica, no táctica. Es una decisión que
debemos tomar hoy para estar en condiciones de hacer frente a nuestros enemigos
de hoy y a los de mañana. La guerra popular revolucionaria prolongada es la
estrategia de nuestro movimiento comunista y hoy es el aspecto dirigente de
nuestra actividad. Las luchas pacíficas son un aspecto de la táctica del
movimiento comunista y hoy son el aspecto más difundido de la actividad de las
masas. No debemos dejarnos sorprender por las iniciativas represivas de la
burguesía, ni que la movilización espontánea de las masas sorprenda al partido.
Debemos tomar la iniciativa, adelantarnos a la burguesía y preparar nuestras
pequeñas fuerzas actuales de forma que estemos en condiciones de recoger,
organizar y dirigir en la lucha a las fuerzas que el curso de la crisis general
del capitalismo produce de por sí en
las masas, pero con fertilidad que será acrecentada por la justa actividad del
partido comunista.
Lenin
creó un centro estable e inatacable por la policía zarista para la actividad
del partido en el imperio ruso, viniendo a Europa cuando todavía podía viajar.
No esperó a verse obligado a la clandestinidad por el adversario. Desde el
punto de vista operativo, es menos difícil pasar a la clandestinidad cuando se
está todavía en una situación legal, que cuando se tiene a la policía
pisándonos los talones y hemos sido sorprendidos por la iniciativa del
adversario.
Debemos
seguir el ejemplo del gran Lenin cuya justeza ha sido confirmada por la
historia y adaptarlo a nuestras condiciones.
Cuanto
hemos dicho hasta aquí debe ser suficiente para establecer claramente la
diferencia entre, por una parte, la labor en la que estamos empeñados y a la
que llamamos a contribuir a todas las FSRS y, por otra, todos los proyectos de
"partidos revolucionarios que aceptan los límites legales". Debería
bastar también con establecer una diferenciación entre esta tarea y las
diversas sociedades secretas que existen y operan en nuestro país. Sin embargo merece la pena extenderse un poco
más sobre esta cuestión. Después de las derrotas sufridas por las Brigadas
Rojas a comienzos de los años 80, la línea de la "retirada
estratégica" no ha llevado a la autocrítica de la desviación militarista
que había generado la derrota y a la agrupación de las fuerzas para la
reconstrucción del partido comunista (36), sino al nacimiento de cierto número
de "sociedades secretas". En esa época la burguesía trataba de
consolidar su victoria y la derecha del movimiento, que representa sus
intereses, estaba por la liquidación de la organización revolucionaria y el
retorno a la "lucha legal". Lo que la burguesía trataba de conseguir
con las persecuciones, torturas, con el régimen carcelario especial y con los
premios a delatores ("arrepentidos" o "desertores"), la
derecha lo reforzaba con la línea de liquidación de las actividades y de las
organizaciones clandestinas. Hay que destacar que los camaradas que han
constituido las sociedades secretas se opusieron a la derecha y a la
liquidación de la organización revolucionaria. Este es el aspecto positivo de
su acción. El aspecto negativo se desprende de la esterilidad general de su
actividad y reside en el hecho de que el movimiento comunista tiene necesidad
del partido comunista, no de la sociedad secreta. Ya Marx y Engels en los años
40 del siglo XIX habían hecho frente y resuelto este problema sobre el que
ahora es preciso volver. La crítica de Marx y Engels a la sociedad secreta como
forma organizativa es recogida en la conclusión del Manifiesto del Partido comunista: "Los comunistas rechazan
ocultar sus opiniones y declaran abiertamente que sus objetivos no pueden ser
alcanzados más que con el derrocamiento violento de todo orden social
existente". Los rasgos característicos y distintivos de la sociedad secreta
son los de que su existencia es conocida sólo por sus miembros, que sus mismos
miembros son iniciados por niveles (niveles de iniciación) en el conocimiento
de los objetivos, de las concepciones, de los métodos, de la estructura y
dirección de la sociedad. Una estructura de este tipo ha sido adaptada y está
adaptada para agrupar en torno a un jefe o a un grupo restringido un círculo de
personas cada una de las cuales tiene un interés personal en la protección y en
general en las ventajas que la sociedad secreta ofrece a sus miembros. Que una
estructura de este tipo fuese apta a la burguesía para la concurrencia en la
que debía participar y que fuese adecuada también a la protección de los
adeptos a algunos oficios mientras se mantenían como un grupo restringido y a
cuyos miembros se aseguraba mutua protección, es un dato de la experiencia
histórica. La razón de este dato histórico se puede comprender bien si
reflexionamos sobre las relaciones sociales reales que están en la base de las
dos situaciones indicadas. Es, por otra parte, evidente que no es una forma
adecuada para agrupar y formar las fuerzas revolucionarias que se contarán y
deberán contar por millones y para impulsar a la lucha política a una clase que
las relaciones sociales corrientes excluyen de la actividad política. Marx y
Engels entraron en la Liga de los Justos (que después se convirtió en Liga de
los Comunistas) a comienzos de 1847, después que sus miembros se convencieron
de la necesidad de eliminar los rasgos de la sociedad secreta. La lucha contra
las sociedades secretas ha sido una constante de Marx y Engels también en los
años siguientes. En la carta a F.Bolte del 23 de noviembre de 1871, en plena
lucha contra la sociedad secreta fundada por Bakunin en la Internacional, Marx
llegó a afirmar: "La Internacional fue fundada para sustituir a las sectas
socialistas o semisocialistas por una verdadera organización combativa de la
clase obrera... El desarrollo de las sectas socialistas y el desarrollo del
verdadero movimiento obrero están siempre en proporción inversa. En tanto que
las sectas tengan justificación (histórica), la clase obrera no estará todavía
madura para un movimiento histórico independiente. En cuanto llegue a esta
madurez, todas las sectas pasarán a ser esencialmente reaccionarias... La
historia de la Internacional ha sido una constante lucha del Consejo General
contra las sectas..." La estructura de la sociedad secreta es incompatible
con la agrupación amplia de las fuerzas de la clase obrera, del proletariado,
de las masas populares en torno al partido, es inconciliable con el centralismo
democrático como principio organizativo del partido. El partido comunista está
vitalmente interesado en dar a conocer a las más amplias masas posibles su
existencia, su programa, sus estatutos, sus orientaciones, sus líneas
particulares: no lucha por tomar el poder para sí mismo, lucha para que la
clase obrera tome el poder y para construir un Estado "en vías de
extinción", es decir, en el que la participación de las masas populares en
las tareas de gobierno sea lo más amplia posible. Lenin defiende en el ¿Qué hacer?, la necesidad de un partido
clandestino en el que los revolucionarios profesionales sean una componente
esencial: pero el proyecto que delinea no tiene nada que ver con una sociedad
secreta. Podemos reconocer los méritos que las sociedades secretas han tenido
en los años 80 como agrupación provisional de camaradas que la derrota había
dejado sin orientación y en condiciones organizativas muy débiles. Pero
precisamente la falta de resultados de relieve en la actividad por ellos desarrollada
desde entonces a esta parte creemos que confirma a cada camarada la
incompatibilidad de las sociedades secretas con el movimiento comunista y, lo
que más nos importa aclarar, la diferencia entre el partido comunista
clandestino y cualquier sociedad secreta. ¿Cuál es la fuente principal de las
fuerzas de un partido comunista? Las masas. ¿Y cómo pueden las masas dar su
apoyo a un partido del que ignoran no sólo el programa y las orientaciones,
sino además su existencia? La concepción del partido como sociedad secreta
deriva de una concepción del mundo que infravalora la potencialidad
revolucionaria de las masas y sobrevalora la fuerza de la burguesía. La
sociedad secreta deriva de una concepción que, como la militarista, pone la
técnica en primer lugar; lleva pues a los revolucionarios a enfrentarse con la
burguesía en su terreno (las técnicas de las operaciones secretas, los
complots, etc.) sobre el que es más fuerte que nosotros, en vez de ligarse a
las masas y obligar a la burguesía a enfrentarse en un terreno que nos es
favorable. Por consiguiente, a la larga, lleva a los revolucionarios a la
derrota. La sociedad secreta es en suma hija de una concepción del mundo
interclasista, como el militarismo. Esta concepción interclasista consiste en
esto: la técnica es la técnica, es la misma para todas las clases. Todas las
clases hacen la guerra de la misma manera, dicen los militaristas; todas las
clases llevan a cabo de la misma manera las conspiraciones y operaciones
clandestinas, afirman los seguidores de las sociedades secretas. Nosotros
sostenemos en cambio que cada clase combate a su manera si quiere vencer. La
clase de vanguardia, la clase obrera, puede obligar a la clase reaccionaria, la
burguesía imperialista, a medirse sobre su terreno porque en la guerra popular
revolucionaria no se trata de un grupo imperialista que quiere disputar
cualquier riqueza a otro grupo imperialista, sino que se trata de lograr la
dirección de las masas populares, conquistando su corazón.
Nos
queda por afrontar una última objeción: ¿es posible construir un partido
clandestino?
Nosotros
estamos convencidos que la constitución de un partido clandestino es necesaria
y posible. La clase obrera ha tenido en el pasado partidos clandestinos en
diversas circunstancias: en la Rusia zarista, en la China nacionalista, en la
Italia fascista y en otros muchos países. Los revisionistas modernos han
alimentado y alimentan la imagen terrorista de la burguesía omnipotente cuando
han querido privar a la clase obrera de un instrumento indispensable para su
lucha revolucionaria. "Dios está por todas partes", "Dios lo ve
todo", "Dios lo puede todo", dicen los curas; los portavoces de
la burguesía y los revisionistas han sustituido estas viejas frases amenazadoras
de los curas con "La CIA lo ve todo, está por todas partes, lo puede
todo", "No se mueve una hoja sin que la CIA quiera" ¡y han
puesto en el lugar de Dios omnipotente a una caterva de asesinos, espías y
mercenarios sedientos de dinero y de hacer carrera! Si los movimientos revolucionarios
de los EE.UU no han logrado desarrollarse, es, según su concepción, culpa de la
CIA y del FBI. Si las Brigadas Rojas han sido derrotadas, "se debe a que
el Estado ha comenzado hasta un cierto punto a combatirlas en serio". Y
cosas parecidas. La omnipotencia de la clase dominante ha sido siempre un tema
de la propaganda terrorista de la misma clase dominante y una justificación, ya
sea de los oportunistas, ya sea de los derrotados que no quieren reconocer los
propios errores y hacerse la autocrítica. Si la ferocidad y la inteligencia de
las clases dominantes pudiesen impedir el movimiento de emancipación de las
clases oprimidas, la historia permanecería todavía detenida en el esclavismo.
La sociedad burguesa está plagada de contradicciones, en ella anidan muchos
factores de inestabilidad, su desenvolvimiento contiene un número ilimitado de
tráficos y trasiegos de todo tipo y para su funcionamiento la burguesía se ve
obligada a buscar el respaldo de las masas que al mismo tiempo atropella: en
suma es una sociedad que, más que las precedentes sociedades de clase, presenta
aspectos que favorecen la actividad de las clases oprimidas que se han decidido
a combatir. La posibilidad para un partido comunista de constituirse y operar
clandestinamente depende, en definitiva, de su arraigo en las masas y esto
depende a su vez de la línea política del partido, si ésta se corresponde o no
con las condiciones concretas del enfrentamiento que las masas están viviendo
(aun teniendo una conciencia limitada de ellas): ésta es la clave del éxito o
de la derrota de un partido comunista. Por muy feroz y eficaz que sea la
contrarrevolución preventiva, nunca ha conseguido impedir la vida y la
actividad de un partido comunista que tuviese una línea justa y que en base a
esta línea se nutriese del inagotable depósito de energías y recursos de todo
tipo constituido por la clase obrera, por el proletariado y las masas
populares. Es lo que con todas nuestras fuerzas trataremos que sea el nuevo
partido comunista italiano.