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EiLE - Presentación / La Voce / Sumario


La actividad de la primera Internacional Comunista en Europa y el maoísmo

 

(La Voce n.10, marzo de 2002)

 

El maoísmo ilumina y esclarece la actividad llevada a cabo en Europa por la primera Internacional Comunista. De otra forma  muchos de sus pasos y resultados se mantendrían como un misterio. Todos ellos se hacen sumamente instructivos a la luz del maoísmo.

La práctica y la teoría de la IC han oscilado repetidamente entre los opuestos de antinomias que el movimiento revolucionario ha sacado a la luz (1). Entre el movimiento cíclico del capitalismo y crisis general prolongada (con la sucesión de períodos de estabilización y relanzamiento relativamente breves y períodos de crisis aguda relativamente breves). Entre continuar la preparación  movilizando también las fuerzas todavía atrasadas y empeñar en el ataque a las fuerzas ya movilizadas. Entre radicalización gradual de las masas y formación (educación, adiestramiento) en el combate de las fuerzas revolucionarias ya disponibles (que aprenden a combatir combatiendo, se consolidan y se fortalecen combatiendo). Entre extensión de la movilización de las masas y concentración de las fuerzas sobre el objetivo principal y decisivo. Entre las campañas y batallas concretas para conseguir un rápido éxito y lucha prolongada (situación revolucionaria en desarrollo, crisis prolongada). Entre defensa y ataque. Entre iniciativa espontánea de las masas y actividad  de las masas dirigida por el partido. Entre la movilización de cada clase de las masas populares basada en sus propios intereses y la dirección de la clase obrera sobre todas las clases de las masas populares. Entre el agrupamiento de todas las clases populares en un único campo hostil a la burguesía imperialista y el aprovechamiento de las contradicciones entre los grupos y Estados imperialistas (2). Entre la táctica que sigue las orientaciones de la estrategia pero que está determinada según los flujos y reflujos que tienen lugar dentro de cada fase y según las circunstancias concretas de cada enfrentamiento y la estrategia que traza el diseño de toda una época o una fase histórica. Entre la división de clases que a la fuerza se mantiene de forma prolongada en la constitución material de la sociedad y sólo puede ser eliminada gradualmente y la necesidad de establecer la dictadura del proletariado. Entre lucha por cada interés inmediato y directo de las masas populares en los campos económico, político y cultural y  la lucha de la clase obrera por la conquista del poder. Entre la lucha dentro de las instituciones del Estado burgués y la lucha contra el Estado burgués. Entre participar y aprovechar todas las luchas de intereses propias de la sociedad burguesa y acumular una fuerza extraña y contrapuesta a ella. Entre aprovechar en beneficio de la revolución la labor de los reformistas y demagogos y combatir la influencia de la burguesía sobre las masas de la que ellos son portadores. Entre la necesidad de vincularse estrechamente a los sectores más avanzados de las masas populares (es decir, a la izquierda) y la necesidad de diferenciarse de ellos. Entre favorecer la movilización revolucionaria de las masas y combatir la movilización reaccionaria de las masas. Entre la necesidad de desenmascarar a las fuerzas reformistas y la posibilidad de hacer una parte del camino con ellas. Entre aprovecharse del trabajo realizado por la “izquierda” burguesa, los sindicados de régimen y partidos reformistas y la necesidad de enfrentarse a la labor de diversión que es consubstancial con el papel que desempeñan. Entre el carácter nacional de cada partido y revolución y el carácter internacional del movimiento comunista. Entre asedio a la fortaleza del capitalismo y asalto decisivo. Entre movilización de todas las clases,  fuerzas políticas y personalidades y dirección del partido comunista. Entre independencia del partido comunista y unión del partido con las masas populares. Entre disciplina organizativa y desarrollo de la iniciativa. Entre cohesión ideológica y política del partido y la vitalidad del partido que se manifiesta en la confrontación y el debate ("sin contradicción no hay vida"). Estas y otras antinomias salieron a la luz en la labor de la primera IC, pero al no haber encontrado ésta la solución para dirigirlas, se convirtieron en un freno, provocaron bandazos a derecha e izquierda y alimentaron dentro de la IC y de cada una de las secciones nacionales la existencia de una derecha y una izquierda que sólo salían a la luz cuando degeneraban porque la derecha era llamada al poder si se trataba de establecer acuerdos con las fuerzas reformistas y la izquierda lo era a su vez cuando se trataba de luchar contra ellas. 

En los primeros tiempos posteriores a la Revolución de Octubre parecía  (y algunos se ilusionaron con ello) que en Europa las cosas marchaban de modo diferente a como Engels señalara en 1895. En Alemania, en Italia y en los países de la Europa central y oriental la burguesía no lograba ya gobernar. Las masas que la burguesía imperialista había movilizado para la guerra escapaban a su influencia y se convertían en una fuerza revolucionaria incontenible. Incluso sin la dirección de los partidos comunistas las masas populares y en particular los obreros y soldados se sublevaban y constituían nuevos órganos de poder (soviets, consejos). Sólo faltaba que cuantos eran favorables a la dictadura del proletariado generalizasen estos organismos, los consolidasen y les hiciesen asumir consciente, plena y sistemáticamente el poder que había caído en sus manos (¡"todo el poder a los soviets"!) y que eliminasen radical y definitivamente lo que quedaba del viejo sistema estatal que los reformistas trataban de restaurar. El desconcierto de la burguesía era grande y el derrumbamiento del capitalismo parecía hacerse  realidad. Parecía que el problema consistiera principalmente en crear un nuevo orden en el desorden que la burguesía había dejado. Inicialmente la Internacional Comunista reunió a todos los que en medio del  vacío de poder que se había creado querían erigir y consolidar la dictadura del proletariado impidiendo que la burguesía imperialista se restableciera.  

En 1921 era evidente que esta línea de la IC había fracasado en Europa. La realidad imponía sus derechos. Una guerra civil se habría prolongado durante más de un cuarto de siglo. Esta guerra civil prolongada habría presentado aspectos y asumido formas diferentes de las de cualquiera otra guerra precedente. Las dos clases y los dos campos en lucha dependían uno del otro: los proletarios todavía dependían de la burguesía para la producción de sus condiciones materiales de vida y la burguesía dependía del proletariado para su enriquecimiento. Los dos campos enfrentados se veían por ello continuamente interrelacionados y se condicionaban e influían mutuamente. Incluso dentro de la radical diversidad de las posiciones de partida, cada campo tenía en el campo adverso sus "quintas columnas" conscientes o espontáneas. En toda Europa "la burguesía no lograba ya ejercer por completo su poder, pero la clase obrera no se encontraba aún bastante unida y madura para ejercer el poder por completo". Ni la IC daba una única respuesta a la cuestión de si esta falta de preparación de la clase obrera se debía principalmente al peso de la parte atrasada de las masas y a la influencia que sobre ellas ejercía la burguesía (influencia que la clase dominante ejerce normalmente y de forma espontánea sobre las clases sometidas y a través de las organizaciones socialdemócratas, reformistas y afines) o si era debida más bien a los métodos y concepciones todavía atrasados e incluso primitivos de su vanguardia política, o sea, de los partidos comunistas. Según algunos, el tapón y, por tanto, el obstáculo principal, era la existencia de organizaciones reformistas. Según otros, el obstáculo principal era la limitada capacidad de los partidos comunistas de comprender y dirigir el desarrollo del movimiento real (la voluntad revolucionaria de los partidos comunistas, por el contrario, no se ponía en cuestión). Durante más de 25 años se mantuvo en la sociedad europea una situación de inestabilidad crónica y de continua agitación, períodos de paz y estabilidad alternados con momentos de ascenso de las movilizaciones de masas. En algunos casos los movimientos reivindicativos y los movimientos políticos se condicionaron recíprocamente y en otros se neutralizaron. En las movilizaciones de masas, suscitadas por las condiciones prácticas, la dirección de la burguesía imperialista y la de la clase obrera se contrapusieron y alternaron. El enfrentamiento entre las oleadas de movilización reaccionaria y las oleadas de movilización revolucionaria se mantuvo hasta la solución definitiva de la crisis general a finales de los años cuarenta. No sólo la clase obrera había aprendido y seguía aprendiendo. También la burguesía imperialista había extraído enseñanzas de la Revolución de Octubre, de la instauración del socialismo en la URSS y de los acontecimientos europeos del período 1918-1921. Estas enseñanzas las aplicó tanto en la contrarrevolución preventiva (New Deal, las represiones en Inglaterra y en Francia) como en la movilización reaccionaria de las masas (el fascismo y el nazismo). 

En el movimiento comunista, a lo largo de toda la historia de la IC (formalmente desarrollada entre 1919 y 1943) y más allá de la misma, se desarrolló una lucha encarnizada, aunque no declarada y, por consiguiente, poco eficaz y muy dolorosa, para comprender la naturaleza de esta realidad (3).

Por una parte, existía la concepción de que la revolución socialista no habría barrido como un huracán a la burguesía imperialista en Europa, sino que habría sido un avance relativamente lento, en el que se habrían alternado y combinado períodos de evolución gradual y de conquistas con saltos bruscos y enfrentamientos, un avance intercalado por pausas y retrocesos y en conexión con el desarrollo de las contradicciones entre los grupos imperialistas, la revolución en los países coloniales y semicoloniales y la revolución socialista en el resto del mundo. Era preciso, por consiguiente, elaborar líneas adecuadas para acumular y consolidar las fuerzas revolucionarias y sus posiciones. Crear poco a poco las condiciones para su victoria definitiva. Una expresión central de esta concepción fue el mantenimiento del poder en la Unión Soviética y su consolidación en el campo político, económico y cultural.

Por otra parte, existía la concepción según la cual se esperaba que en cualquier momento se precipitara de nuevo la crisis del capitalismo y que ésta provocase otra oleada revolucionaria espontánea, semejante a la que había tenido lugar a finales de la primera guerra mundial. Sus partidarios estudiaban la situación y los acontecimientos (los síntomas de estabilización, de recuperación o de crisis del capitalismo) en función de esa expectativa. Estos sostenían que la tarea de los partidos comunistas consistía principalmente en prepararse para ser más fuertes y capaces de lo que fueron en el período 1918-1921 y, según algunos, en tratar de “acelerar” la llegada de la esperada segunda oleada. Una y otra vez se produjeron también  oscilaciones entre lanzarse hacia delante para vencer con un heroico asalto la resistencia del enemigo y con ello acabar con la influencia que la burguesía ejercía sobre las masas populares y la misma clase obrera a través de los partidos socialdemócratas, católicos, paternalistas (desviación de izquierda) o  ponerse de acuerdo también con estos mismos partidos hasta el punto de renunciar a su independencia y libertad de acción para hacer juntos parte del camino (desviación de derecha). Por una parte, parecía que sin un acuerdo con esos partidos sería difícil, si no imposible, influir sobre los sectores atrasados de la clase obrera y de las masas y arrastrarlos a la lucha; pero, por otra parte, parecía que cada acuerdo con esos partidos oscurecería lo que caracterizaba al partido comunista y lo distinguía de ellos y provocaría la dispersión de una parte de sus seguidores. Cuando la crisis desembocó en enfrentamientos abiertos y guerras, los comunistas trataron repetidamente de alcanzar una victoria rápida, en vez de intentar extenderlos y prolongarlos y de acumular en base a ellos mayores fuerzas revolucionarias hasta que se hubieran creado las condiciones de una victoria segura. En otros casos, los partidos comunistas no llamaron a las masas a presentar batalla porque a sus ojos una batalla o bien era un choque general y definitivo, para cuyo resultado victorioso no veían que existiesen condiciones, o bien porque les parecía un derroche inútil de fuerzas que debía ser evitado.  

Esta lucha entre las dos concepciones en el movimiento comunista se hizo más difícil, complicada, oscura, dolorosa y no llegó a una solución definitiva a causa de la incomprensión, común también a la izquierda, de dos aspectos fundamentales de la situación (4).  

1. El capitalismo atravesaba una crisis general de larga duración, pero que no sería necesariamente la última ni la definitiva (el capitalismo no se hunde, no existe nunca una situación sin salida). Por consiguiente, independientemente de su voluntad, los grupos imperialistas, si no eran puestos fuera de juego por la revolución, acabarían enfrentándose entre ellos para solucionar la crisis que no se había sido resuelta por la primera guerra mundial, suspendida precipitadamente a causa del estallido espontáneo de la revolución. Al no apercibirse de esta crisis de fondo, pero, al mismo tiempo, bien definida y con sus altibajos, en la IC la izquierda tendió a negar los síntomas y momentos de estabilización y recuperación del capitalismo basándose en el hecho que eran breves e inciertos, mientras que la derecha tendió a deducir de estos momentos de estabilización la necesidad de establecer acuerdos con las fuerzas reformistas. Ambas creyeron que la estabilización significaba el fin de las posibilidades revolucionarias. Pero justamente, debido a la crisis general, la contradicción entre los grupos imperialistas y las masas populares se entrelazaba con la contradicción entre los mismos grupos imperialistas; las "concesiones" que los imperialistas pudieran hacer a las masas populares eran limitadas; el apoyo de las organizaciones reformistas era en muchos casos insuficiente y los grupos imperialistas debieron recurrir al fascismo (a la movilización reaccionaria de las masas). Esto daba al partido comunista la posibilidad de dirigir indirectamente organizaciones y grupos que explícitamente rechazaban su dirección y de inducirlos, por razones de su propia supervivencia e interés, a facilitar el camino a la revolución.  

2. La burguesía imperialista se vio obligada por los acontecimientos a desarrollar formas específicas de mediación entre el carácter colectivo de las fuerzas productivas y el mantenimiento de las relaciones de producción que ella representaba: las Formas Antitéticas de la unidad Social (FAUS). Fue precisamente  en estos años cuando se constituyó en todos los países imperialistas más importantes el capitalismo monopolista de Estado. Las FAUS atenuaban en cierta medida las manifestaciones más destructivas del antagonismo, aportaban nuevas armas a la burguesía e impedían esa radicalización espontánea que había estallado durante el período 1918-1921. Pero, al mismo tiempo, las FAUS hacían más patente en los países capitalistas el carácter colectivo de la sociedad, lo promovían y educaban en la práctica a las masas para ello. 

Cuando se hizo evidente que el primer asalto llevado a cabo en los años 1918-1921 en Europa había fracasado, la IC, remitiéndose a la victoriosa experiencia rusa, extrajo de ella la conclusión de que también en Europa era preciso en cierto sentido recorrer desde el principio la experiencia acumulada en Rusia, teniendo siempre en cuenta las características especificas de la misma (eslabón débil de la cadena imperialista y nudo de todas las contradicciones del imperialismo, como tan bien Stalin lo puso de manifiesto en Fundamentos del  leninismo) (5). Ya en las tesis para el segundo congreso de la IC (julio-agosto de 1920) Lenin sustentaba que era necesario «rectificar la línea, y en parte la composición, de los partidos que se adhieran o quieran adherirse a la IC». La IC puso al orden del día en los países imperialistas no la instauración inmediata de la dictadura del proletariado, sino la constitución de partidos comunistas cohesionados ideológicamente y disciplinados en el plano orgánico. La tarea principal que se les asignaba  era la de conquistar el apoyo de la mayoría de la clase obrera a la lucha por establecer la dictadura del proletariado y convertirse en su vanguardia organizada. Se vislumbraba un período relativamente largo de preparación para la conquista del poder, de creación de las condiciones necesarias para ella y de acercamiento hacia este objetivo. La lucha dentro de las instituciones del Estado burgués y la actitud hacia las organizaciones de masas dirigidas por la burguesía (en particular hacia los sindicatos de régimen) se convirtieron en argumentos de actualidad junto a la independencia del partido, su vinculación a las masas y su preparación para la lucha por el poder. Se estableció que en cada país imperialista el partido comunista debía combinar la actividad propagandística y organizativa del partido, la lucha dentro de las instituciones del Estado burgués, las luchas reivindicativas (ya sea por medio de sindicatos y organizaciones de masas creadas por el partido, ya sea a través de sindicatos y organizaciones de masas del régimen), la formación de organizaciones paramilitares que la situación permitía y la constitución de aparatos clandestinos.  

En la historia de la IC y de sus secciones europeas se pone de manifiesto la dificultad encontrada por los partidos comunistas 1. a la hora de aprovechar la crisis económica para llevar a la clase obrera a actuar de acuerdo con las líneas indicadas por ellos y dirigir de acuerdo con ellas al resto de las masas populares y 2. a la hora de establecer una vinculación real (arraigada y verificada en la práctica) entre las luchas para satisfacer las necesidades vitales inmediatas de las masas y la lucha por el poder. Su iniciativa fue ahogada por la concepción según la cual en los países imperialistas o bien el desarrollo de las cosas se realizaba pacíficamente o bien la conquista del poder se planteaba como objetivo inmediato: ni comprendían la unidad dialéctica de paz y guerra que, sin embargo, era la realidad que se desarrollaba ante sus ojos ni comprendían el doble papel que los reformistas desarrollaban. 

La IC elaboró la línea del "frente único de la clase obrera" (I reunión plenaria del Comité ejecutivo ampliado, febrero-marzo de 1922). El partido debía actuar de forma que los obreros constituyeran, en base a los problemas y reivindicaciones directas e inmediatas y a la defensa de sus organismos de los ataques de las fuerzas legales y extralegales de la burguesía, un único frente contrapuesto a la burguesía, a pesar de la persistencia de la influencia de ésta a través de los partidos socialdemócratas, anarco-sindicalistas, reformistas, católicos, corporativos, etc. y sus correspondientes organizaciones de masas (sindicatos y otras). La IC adoptó alternativamente ya sea la línea del "frente único por abajo" (unir a todos los obreros apoyándose en sus intereses directos e inmediatos, en contraposición a la acción derrotista o conciliatoria de los organismos reformistas y afines que vehiculaban la influencia de la burguesía), ya sea la línea del "frente único por abajo y por arriba" (la de que, además de movilizar a los obreros, establecía también acuerdos con esas organizaciones para lograr reivindicaciones elementales, prescindiendo de la instauración de la dictadura del proletariado). La IC desarrolló la línea del "frente único por abajo y por arriba" hasta adoptar la línea del "gobierno obrero" (o del "gobierno obrero y campesino") (6). Allí donde los resultados electorales lo permitían, el partido comunista debía actuar de manera 1. que los partidos que extraían su fuerza de las organizaciones de masas de la clase obrera (el partido socialdemócrata, el partido comunista y otros) constituyeran un gobierno que adoptase medidas favorables a las masas populares y satisfaciera sus reivindicaciones más importantes y 2. que cuando la burguesía se hubiera rebelado contra este gobierno (cosa que inevitablemente tendría que ocurrir), había que estar preparados para aplastarla mediante la guerra civil hasta instaurar la dictadura del proletariado. Pero los experimentos de este tipo, hechos en los Länder de Alemania en la segunda mitad del 1923  ("gobiernos obreros" de Sajonia y Turingia), naufragaron: la burguesía eliminó manu militari los "gobiernos obreros" y el partido comunista no logró desencadenar la guerra civil. Cuando se hizo evidente, a la vista de la sumisión de los partidos socialdemócratas y afines a la burguesía que impedía el frente único por arriba y la formación de "gobiernos obreros" y ante el hecho de que la movilización de las masas populares generada por la gravísima crisis superaba la actividad de los partidos comunistas, la IC movilizó a sus secciones nacionales con el objetivo de agrupar directamente a la clase obrera en torno a sí misma ("frente único por abajo") (7). Pero, aunque esta línea tuvo amplio éxito, no alcanzó los resultados esperados. 

Después de la instauración del régimen nazi en Alemania (1933) y la consiguiente ofensiva fascista en toda Europa, la IC pasó de la línea de frente único (que se limitaba a la clase a obrera) a la línea de Frente popular antifascista (extendido a todas las clases, fuerzas políticas y personalidades contrarias al fascismo) y de gobierno de Frente popular (8). Las realizaciones más avanzadas de esta línea en los países imperialistas tuvieron lugar en Francia y España. Pero ni en una ni en otra, los partidos comunistas llevaron a la clase obrera a la conquista del poder y al comienzo de la fase socialista. En Francia, el gobierno de Frente popular fue eliminado en 1938 por la vía parlamentaria. En España, la guerra civil concluyó en 1939 con la victoria de la oligarquía financiera y terrateniente, de las castas reaccionarias (Iglesia, ejército y Guardia Civil) y de sus aliados. A esta victoria contribuyeron de forma determinante las maniobras y, en definitiva, la abierta traición de los partidos burgueses y sectores del partido socialista y anarquistas agrupados en el Frente popular, así como la actitud del gobierno de Frente popular establecido en Francia (9)

Una vez estallada la segunda guerra mundial, bajo el doble carácter de guerra interimperialista y guerra de clase, los partidos de la IC de los países imperialistas adoptaron la línea de ponerse a la cabeza de la resistencia contra el nazifascismo. En algunos grandes países imperialistas (en particular, en Francia y en Italia) lograron acumular importantes fuerzas revolucionarias. La Resistencia contra el nazifascismo fue el punto más alto alcanzado por la clase obrera en su lucha por el poder en Europa. Pero también en este caso la burguesía imperialista logró retomar el poder alejando a los partidos comunistas del gobierno sin que ni siquiera recurriesen a la guerra civil abierta. 

A través de estas distintas estrategias el movimiento comunista logró alcanzar grandes éxitos: constitución de partidos comunistas en varios países (65 partidos, de los que sólo 22 legales o semilegales, enviaron delegados al VII y último congreso de la IC en 1935), reforzamiento de la ligazón con las masas, contribución a la victoria contra el nazifascismo, contribución al avance de la revolución proletaria en el mundo, fin del sistema colonial, nacimiento de la República popular china, creación del campo socialista, el gran desarrollo dado a la emancipación de la mujer y a la lucha contra la discriminación racial y nacional, las grandes conquistas cívicas y de bienestar a las que la burguesía imperialista ha debido resignarse durante varias décadas. Pero en ninguno de los países imperialistas la IC logró llevar a la clase obrera a la conquista del poder. 

Las luchas dirigidas por los partidos comunistas en los países imperialistas durante la primera mitad del siglo XX, en el marco de la IC, constituyen, sin embargo, un gran patrimonio de experiencias en el que los comunistas nos debemos basar cuando se trate de decidir "qué camino debemos recorrer" para promover y dirigir la segunda oleada de la revolución proletaria.  

La teoría de la guerra popular prolongada supera las antinomias que la experiencia de la Internacional Comunista ha sacado a la luz (y con la cual los nuevos partidos comunistas que se están construyendo deben también hoy ajustar las cuentas) mediante la articulación de los instrumentos de la guerra (partido, frente y fuerzas armadas), mediante la línea de masas como método principal de trabajo y dirección del partido y mediante la lucha entre las dos líneas en el partido. No se trata, sin embargo, de un manual que indica lo que hay que hacer y que permite conservar nuestros propios prejuicios y nos exime de pensar y transformar nuestras concepciones, sino de una guía para comprender mejor los problemas que hay que solucionar y las condiciones prácticas en las que se plantean, así como encontrar las soluciones adecuadas. La guerra popular prolongada es una aplicación avanzada del materialismo dialéctico y de la teoría de las contradicciones a la lucha de clases. Su corazón es la comprensión del carácter universal de la contradicción, una adecuada comprensión de las características de las contradicciones sociales y la adhesión del partido en su practica al movimiento real de las contradicciones reales. La comprensión de las formas particulares de esta guerra en nuestro país, la elaboración y aplicación de líneas, tácticas y métodos conformes a ellas, la preparación de campañas y batallas y la creación de los correspondientes organismos constituyen la tarea del nuevo partido comunista.  

 

Humberto C. 

NOTAS 

 

1. Por antinomia entiendo la unidad conflictiva en la que se encuentran dos aspectos que se excluyen recíprocamente, cada uno de los cuales es real y necesario. En otras palabras, la entiendo como una unidad de dos opuestos en la que cada uno excluye al otro pero que, en realidad, están unidos uno al otro, ambos son reales y necesarios, se condicionan recíprocamente y desempeñan alternativamente un papel dirigente. 

2. Un ejemplo: la antinomia entre alianza del movimiento comunista con los grupos imperialistas angloamericanos contra los grupos imperialistas alemanes, japoneses e italianos y la movilización antiimperialista de los pueblos de América latina, de la India, de los países árabes y de África han tenido gran peso en el desarrollo del movimiento comunista en el siglo XX. 

3. Esta lucha se ha mantenido a lo largo de toda la historia de la IC. Contempladas a  la luz de esta lucha, muchas de las vicisitudes de esta historia adquieren total claridad y gran significado. Por el contrario, si esta lucha no se tiene en cuenta, dichas vicisitudes se hacen incomprensibles, oscuras, misteriosas y sirven para rellenar los libelos y obras del anticomunismo profesional o aficionado, declarado o velado, de mala o buena fe. Es así, a través de esta lucha y gracias a sus mil manifestaciones concretas en cada campo, como el movimiento comunista ha llegado a una comprensión superior de sus tareas y de las condiciones en las que tiene que cumplirlas. Esta comprensión no podía ser lograda de otra manera. 

4. En cuanto a los límites de la primera Internacional Comunista, véase también en La Voce n. 2 el escrito El papel histórico de la Internacional Comunista. Conquistas y límites.

5. La bolchevización de los partidos comunistas, incluso con distintos acentos, fue entendida en general como asimilación y puesta a punto por parte de los partidos comunistas de cada país capitalista de la experiencia política y organizativa del partido ruso y como aplicación diferenciada de las enseñanzas que emanaban de la situación concreta de cada país en una determinada época. 

6. La consigna del "gobierno obrero" o del "gobierno obrero y campesino" fue lanzada por IV congreso de la Internacional Comunista con la Resolución sobre la táctica aprobada el 5 de diciembre de 1922. La resolución aclara que el "gobierno obrero" no es la dictadura del proletariado. Este gobierno puede surgir "de una combinación parlamentaria" y ser "de origen puramente parlamentario." Es una coalición de partidos y organizaciones obreras que forma el gobierno en el ámbito de las instituciones del viejo Estado burgués. Estos gobiernos "pueden constituir un punto de partida para la conquista de la dictadura del proletariado" (A. Agosti, La Tercera Internacional vol. I, 2). «El gobierno obrero no es un sinónimo de la dictadura del proletariado ni una forma parlamentaria pacífica de llegar a ello. Es un intento de la clase obrera, llevado a cabo desde el principio en el marco de la democracia burguesa, de realizar una política obrera con el apoyo de órganos proletarios y del movimiento de las masas populares» (Partido comunista alemán, congreso de Leipzig, enero de 1923). 

No faltaron, sin embargo, dirigentes e instancias de la IC que sustentaron que "gobierno obrero y campesino" era sinónimo de dictadura del proletariado y, por consiguiente, una simple fórmula propagandística. 

7. Esta orientación fue aprobada por el VI congreso de la IC (julio-septiembre de 1928) y desarrollada mejor por el X reunión plenaria del Comité Ejecutivo ampliado (julio de 1929). 

8. Esta orientación fue elaborada y puesta en práctica en 1934 y refrendada por el VII y último congreso   de la Internacional Comunista (julio-agosto de1935). 

9. Muy útil al respecto es el balance de la actividad de la sección española de la IC hecho por el PCE (r) en Aproximación a la historia del PCE. Esta ha sido publicada en italiano bajo el título La guerra de España, el PCE y la Internacional Comunista (Edizioni Rapporti Sociali).