Sobre la experiencia histórica de los países socialistas

martedì 26 giugno 2007.
 

 

( Rapporti Sociali nº 11, noviembre de 1991)

 

La historia de los países socialistas abarca algo más de setenta años de historia de la humanidad (desde 1917 hasta hoy). Para estudiar la historia de los países socialistas, como en general cuando se estudia cualquier fenómeno, es necesario conocer las características específicas de las distintas fases por las que ha pasado y distinguir las transformaciones cuantitativas que caracterizan el desarrollo de cada fase de las transformaciones cualitativas que marcan el tránsito de una fase a la siguiente. Los setenta años de existencia de los países socialistas se dividen en tres fases cualitativamente distintas.

La primera fase comienza con la conquista del poder por parte del proletariado (primero en los territorios del Imperio zarista tras el derrocamiento de la monarquía y de la victoria contra la intervención de los Estados de la Entente - más tarde llamada Sociedad de Naciones -, después en los países del Este de Europa como consecuencia de la victoria contra el nazi-fascismo, en China y más tarde en Corea, Indochina, Cuba, etc.). Esta primera fase se caracteriza por la «construcción del socialismo» y se desarrolla predominantemente en el período de la primera crisis general de superproducción absoluta de capital y de la consiguiente crisis de los regímenes políticos de los países imperialistas y del orden político mundial (1910-1945).

La segunda fase comienza con la conquista del poder en los países socialistas por parte de los revisionistas modernos (en la URSS y en las Democracias Populares de Europa Oriental en los años 50, en la República Popular China en los años 70) y se caracteriza por la paralización de la construcción del socialismo (o sea, de la transición del capitalismo al comunismo) y por el intento de restauración pacífica y gradual de la economía de mercado, de las relaciones capitalistas de producción y la integración en el sistema capitalista mundial. Esta segunda fase de la vida de los países socialistas se desarrolla predominantemente durante el período de recuperación y desarrollo del sistema capitalista mundial (1945-1975) como consecuencia de las perturbaciones y destrucciones provocadas en el período anterior (período del «capitalismo de rostro humano» en los países imperialistas y de la transformación de las colonias en semicolonias).

La tercera fase comienza con el hundimiento de los regímenes políticos de los revisionistas modernos en los países socialistas como consecuencia del fracaso del intento de restauración pacífica y gradual del capitalismo. Esta fase se caracteriza por el enfrentamiento violento entre las clases en torno a esta disyuntiva: ¿restaurar la economía de mercado y las relaciones capitalistas de producción o retomar la vía revolucionaria de la transición al comunismo?

La tercera fase de la vida de los países socialistas se desarrolla en el período de la segunda crisis general de superproducción absoluta de capital (iniciada en los años 70) y de la consiguiente crisis de los regímenes políticos de los países imperialistas y del orden político mundial (incluida en ella la crisis del sistema semicolonial en los países oprimidos).

Abordaremos estas tres fases de la historia de los países socialistas tratando de extraer del balance de la experiencia de los distintos países socialistas sus rasgos universales (comunes a todos ellos) y reconstruyendo su historia como teoría, es decir, prescindiendo, por tanto, de los períodos y particularidades de cada uno de ellos.

 

1. Primera fase de la historia de los países socialistas.

 

¿En qué consiste la construcción del socialismo?

La construcción del socialismo consiste en la aplicación del programa de la revolución socialista, o sea, en la realización del tránsito del capitalismo al comunismo.

El programa de la revolución socialista estriba, en general (por tanto, prescindiendo de los aspectos particulares de cada país que, por el contrario, son determinantes para la táctica a seguir en la realización del programa), en adecuar las relaciones de producción y las correspondientes relaciones sociales al carácter social ya alcanzado por las fuerzas productivas y por el proceso de producción y reproducción de las condiciones materiales de existencia, y en desarrollar y generalizar todavía más el carácter social tanto de las fuerzas productivas como de ese proceso. Esto significa, por consiguiente, crear en cada país y a nivel mundial los organismos, instituciones y el nivel general (de masas) de concepción del mundo, de conocimiento (cultura) y de comportamiento necesarios (1) para que los trabajadores asociados gestionen colectivamente las actividades e iniciativas económicas y demás actividades sociales.

Este programa no es resultado de concepciones éticas (la aversión al egoísmo, el amor al prójimo, el sentido de la fraternidad, etc.), ni de inclinaciones o de elección de un modo de vida (el gusto por la vida comunitaria, la aversión a la competencia entre individuos, al arribismo y al carrerismo, el rechazo a la vida consagrada a ganar dinero, etc.). Tampoco es consecuencia de planteamientos filosóficos, ni de otras causas espirituales, morales y demás causas subjetivas como las enumeradas. Por el contrario, se trata de un programa que expresa a nivel de pensamiento, de objetivos conscientemente planteados y de programa:

- aquello hacia lo que el actual estado de las fuerzas productivas y el actual desarrollo del proceso de producción y reproducción de las condiciones materiales de existencia empujan inevitablemente a los hombres (2) ;

- un tránsito que (lejos de ser la realización de su “estado subjetivo”), para realizarse, obliga masivamente a los hombres a cambiar su percepción del mundo, sus actitudes morales, sus ideas filosóficas y su “aparato instintivo”, forjados a través de una larga experiencia de siglos de opresión, sumisión y restricciones materiales;

- por consiguiente, un tránsito cuya necesidad no se deriva de la validez de los primeros intentos de su realización, ni se invalida por el hecho de que estos primeros intentos fracasen, porque es un tránsito inscrito en el estado actual de las cosas.

Es decir, que se trata de un tránsito impuesto por la necesidad y sujeto a dificultades por ser la primera vez que se realiza. No otra cosa es lo que le sucede a un pueblo que habita en la ribera de un río, cuando se ve obligado a trasladarse a una zona montañosa limítrofe a causa de la subida progresiva del nivel de las aguas y encuentra obstáculos para hacer un ascenso que nunca antes había hecho.

Es un programa del que nosotros, como individuos, nos hacemos conscientes de una manera gradual y cada vez más profunda, estudiando no sus primeras e inevitablemente toscas (y a veces ridículas) realizaciones, sino el estado de las sociedades capitalistas y del sistema capitalista mundial.

El estudio de los intentos hechos para realizar el programa no concierne ni a su contenido ni a su necesidad, sino solamente a la adquisición de la ciencia necesaria para realizarlo (aprender de la experiencia para evitar repetir los errores ya cometidos y conocer las leyes específicas y particulares de la transformación que realiza el programa).

A diferencia del caso de la población ribereña del ejemplo al que acabamos de referirnos, el estado actual de las cosas y la necesidad de transformación que hay en el mismo generan inevitablemente en los hombres esas fantasías, concepciones, aspiraciones y estados de ánimo que expresan, a nivel de su psique (de lo subjetivo), la necesidad inherente a las relaciones objetivas en que están inmersos. Esta expresión, al comienzo, sólo puede manifestarse por medio de representaciones confusas e impregnadas de fantasías que, como patrimonio histórico, constituyen la actual psique humana. La conciencia ingenua y la concepción idealista sitúan a estos estados subjetivos como causas del programa y de la transformación socialista. Pero, en realidad, estos estados subjetivos no son más que el primer estadio elemental y generalizado de ese programa, cuando éste comienza a existir en la conciencia de los hombres como representación que se dan a sí mismos de la lucha que están llevando a cabo y que es para ellos un instrumento necesario de combate. Es decir, que se trata de un estadio previo en la conciencia de los hombres antes de poder existir en ella como conciencia acabada del contenido y de la necesidad objetiva del proceso social que se desarrolla y de los métodos para dirigirlo. Por consiguiente, antes de poder existir como teoría científica y como guía para su realización.

Las tareas particulares en las que se articula el programa de la revolución socialista, se derivan también del análisis de la sociedad capitalista (3) .

La sociedad socialista parte de la sociedad capitalista y hereda de ésta:

1. la propiedad individual y privada de las fuerzas productivas (4) ,

2. la división de los trabajadores en grupos sobre la base de contradicciones de carácter clasista.

 

1.1. La propiedad individual y privada de las fuerzas productivas.

 

1.1.1. La propiedad individual capitalista de las fuerzas productivas que ya han adoptado un carácter colectivo.

Una parte de las fuerzas productivas de la sociedad burguesa son ya por sí mismas, directamente, fuerzas productivas de carácter colectivo (5) : su puesta a punto, su empleo, su gestión y sus resultados dependen principalmente de la colaboración ordenada de numerosos hombres (de la actividad social) y, sólo de forma secundaria, de las características de cada uno de ellos (de su fuerza, carácter, inteligencia, esfuerzo, energía, cultura, perspicacia, etc.). A este grupo de fuerzas productivas pertenecen los bancos, las sociedades financieras, los grandes complejos industriales y sus diferentes formas de agruparse (consorcios, trusts, holdings, etc.), las grandes compañías capitalistas dedicadas al cultivo agrícola, las sociedades comerciales y las cadenas de distribución, las grandes compañías de transporte, las grandes sociedades de investigación, las sociedades inmobiliarias y de grandes obras públicas e industriales, etc. Estas fuerzas productivas son, en las sociedades capitalistas, de propiedad privada y son, en la mayor parte de los casos, propiedad colectiva de grupos o asociaciones de capitalistas (6) .

Para este sector de las fuerzas productivas, la propiedad individual de los capitalistas puede ser abolida por decreto, de golpe, como un aspecto y efecto inmediato e indispensable de nuestra conquista del poder, del derrocamiento del actual régimen. Ya, en la sociedad capitalista actual, la gestión (administración, dirección) de la mayor parte de estas fuerzas productivas está separada de la propiedad individual capitalista: los capitalistas son accionistas que no participan a menudo directamente en su gestión (separación entre la dirección y la propiedad). Se trata pues (como primera medida inicial de la revolución socialista) de poner al frente de la dirección de las fuerzas productivas, en el puesto de los actuales dirigentes formados y seleccionados para hacer valer los intereses de los capitalistas y explotar a los trabajadores, a hombres dispuestos a colaborar con el nuevo poder de los trabajadores. A hombres que sean capaces de servirse de los instrumentos de dirección de las unidades productivas para realizar los objetivos productivos planteados a cada una de ellas y promover la emancipación de los trabajadores (7) .

En relación con este sector de las fuerzas productivas, en la sociedad socialista quedan por resolver dos tareas esenciales que no se pueden realizar de golpe, sino sólo como resultado de un proceso históricamente determinado que se lleva a cabo por fases (8) . De ellas hablaremos en los dos puntos siguientes.

 

1.1.2. Hacer realidad la participación activa y directa de los trabajadores en la gestión (dirección, administración) de las fuerzas productivas.

La revolución socialista genera por sí misma la participación activa de, al menos, una parte de los trabajadores en la gestión de las fuerzas productivas. Esta participación activa de los trabajadores en la gestión produce inmediatamente grandes resultados, aumenta la productividad de las fuerzas productivas (9) y da un salto con la revolución socialista por cuanto ésta crea las premisas institucionales y el ambiente que la hacen posible y la favorecen. Esta participación se efectúa ya hoy, en cierta medida, en la sociedad burguesa, cuyas grandes unidades productivas no podrían funcionar sin un cierto nivel de colaboración de los trabajadores. La eficacia de esta participación activa, desde el punto de vista de productividad, se manifiesta también hoy en la encarnizada búsqueda que de ella hacen los capitalistas (círculos de calidad, calidad total, etc.) y en los miles y miserables incentivos y métodos con que tratan de estimularla. Pero el conjunto de las relaciones de capital desalienta la participación y la limita. Precisamente porque sus resultados benefician a los capitalistas y perjudican a los trabajadores; porque el capitalista, si bien le conviene esa participación activa de los trabajadores, la limita al nivel más bajo que a él le conviene; porque no quiere que el trabajador meta las narices en sus asuntos; porque los esfuerzos de los trabajadores se ven frustrados por las «leyes objetivas de la economía capitalista», etc. Las primeras realizaciones de la revolución socialista crean, por el contrario, un contexto favorable para la eliminación de la propiedad individual capitalista, convirtiendo toda cuestión económica, política y cultural de la sociedad en «asunto» de cada trabajador, limitando y, en definitiva, aboliendo las «leyes objetivas de la economía» capitalista en el ámbito de la planificación de la producción social (como veremos más adelante), favoreciendo y promoviendo la organización de las masas. La experiencia de las cooperativas de producción (no las empresas capitalistas o individuales que tienen la razón social de cooperativas por motivos fiscales u otros motivos de conveniencia, sino las que son realmente cooperativas de trabajadores asociados) y la experiencia de la autogestión de empresas llevada a cabo por los trabajadores en momentos de lucha (10) , ofrecen importantes enseñanzas al respecto. Estas se deben estudiar teniendo en cuenta que son resultado de experiencias desarrolladas en un ambiente desfavorable, sino hostil (capitalista).

No obstante, la participación activa de los trabajadores sólo se puede desarrollar gradualmente y por saltos, como un proceso paralelo al proceso a través del cual la fuerza de trabajo (que reside en la persona de cada trabajador y que todavía hoy es, en gran medida, propiedad individual del mismo) (11) , supera su carácter de mercancía (12) .

En la sociedad socialista, la lucha entre las dos clases, las dos vías y las dos líneas concernirá:

- a las iniciativas para desarrollar la participación activa de todos los trabajadores en la gestión de las empresas y de la actividad económica global de la sociedad,

- a las formas más adecuadas para promoverla, a la validez de experiencias tipo y de vanguardia,

- a la posibilidad de generalizarlas,

- a la posibilidad de dar nuevos saltos adelante en su desarrollo (13) .

 

1.1.3. Superar la propiedad privada de las fuerzas productivas (superar la economía de mercado).

En relación con el sector de las fuerzas productivas antes mencionado, la instauración de un plan económico (nacional e internacional) que defina de antemano con respecto a cada unidad productiva la calidad y cantidad de los productos que debe proporcionar, la calidad y cantidad de los recursos de la sociedad empleados en ella (materias primas, medios de producción, energía, fuerza de trabajo), el destino de los productos y el origen de los recursos, ha dado y dará también inmediatamente grandes resultados y aumentará su productividad (14) . Con la asignación planificada de recursos y productos se elimina el carácter de mercancía de estos últimos (15) y el interés sobre el dinero y la renta (la renta, es decir la cuota que los propietarios de los recursos naturales - tierra, yacimientos minerales y afines, recursos hidráulicos, etc.- se adjudican en la sociedad burguesa en nombre de su título de propiedad y que la sociedad burguesa respeta y protege.

La planificación todavía es una ciencia que está en sus comienzos, pero que necesariamente se desarrollará poco a poco. Inevitablemente se cometerán errores, pero sólo superando estos errores y aprendiendo de la experiencia (haciendo el balance de los errores y de los éxitos) podremos llevar a esta ciencia a alcanzar niveles más altos.

Los métodos de producción y de trabajo (la tecnología y la organización del proceso de trabajo) constituyen un terreno dinámico: los viejos métodos se sustituyen por los nuevos métodos propuestos. El resultado de las distintas unidades productivas y los resultados producidos por los nuevos métodos deben evaluarse en base al empleo de los recursos que comportan y a los procesos sociales que determinan. También esta evaluación, indispensable para la planificación, es una ciencia que debe desarrollarse y que sólo puede desarrollarse gradualmente cometiendo errores inevitables (16) .

La planificación de la actividad económica de la sociedad (a nivel local, estatal y mundial) es un terreno sobre el que se puede desarrollar la participación activa de todos los trabajadores. Por consiguiente, es uno de los grandes terrenos de desarrollo de la democracia socialista, como participación real y consciente de todos los trabajadores en la dirección del movimiento económico global de la sociedad. Esta participación se lleva a cabo mediante la disponibilidad de todos los medios cognoscitivos e instrumentales de los que tiene necesidad para ser participación activa y no simple aprobación, con más o menos conocimiento de causa, de las decisiones tomadas y propuestas por otro grupo social distinto. Qué producir, cuánto producir, cómo producir, cómo hacer uso de los recursos naturales, cómo repartir los productos: todas estas cuestiones, que toda sociedad debe resolver, dejan de ser, gracias a la planificación, resultado de la acción atomizada e inconsciente de una multitud de sujetos del mercado que genera las leyes económicas socialmente objetivas de la sociedad burguesa y las reservas de los capitalistas o dirigentes de cada unidad productiva. De esta forma, todas estas cuestiones pueden convertirse en objeto de reflexión y decisión colectiva de todos los trabajadores.

El balance de la experiencia de la planificación, la valoración de los costes relativos de los productos y recursos, la adopción de métodos más eficaces de planificación o el relajamiento de la planificación en favor del papel residual de la producción mercantil (17) , las relaciones entre los individuos e instituciones que colaboran en la planificación, y los medios para promover, favorecer, hacer más eficaz, más amplia y profunda la participación de las masas en la planificación: todas ellas son cuestiones en torno a las que se desarrollará en la sociedad socialista la lucha entre las dos clases, las dos vías y las dos líneas (18) .

 

1.1.4. Las fuerzas productivas parcialmente colectivas.

La otra parte de las fuerzas productivas que la sociedad hereda de la sociedad capitalista aún no son por sí mismas, directamente, fuerzas productivas colectivas: su puesta a punto, su utilización, su gestión y sus resultados dependen principalmente de las características de cada individuo (de su fuerza, carácter, inteligencia, esfuerzo, energía, cultura, sagacidad, etc.). También éstas forman parte esfuerzo, energía, cultura, sagacidad, etc.). También éstas forman parte todavía del mecanismo unitario de la producción social, dependiendo sus resultados de manera determinante del ordenado funcionamiento de éste. Sin embargo, estas fuerzas productivas forman parte en lo sucesivo del mecanismo unitario de la producción social y sus resultados dependen de manera determinante de su funcionamiento ordenado. Por consiguiente, sólo son fuerzas productivas parcialmente colectivas, en el sentido de que su puesta a punto, su utilización y, en parte también, sus resultados dependen necesariamente del funcionamiento (de la aportación) del resto de la actividad económica de la sociedad (por ejemplo, el salón de peluquería, la empresa turística familiar, la hacienda agrícola familiar, el negocio al por menor, etc.). Es un sector ampliamente extendido en los países en los que la capitalización de las actividades económicas es baja (en particular en las haciendas agrícolas familiares), en el que, sin embargo, todavía trabaja una gran masa de trabajadores, incluso en los países en los que la capitalización de las actividades económicas está más desarrollada. Basta con pensar en las innumerables pequeñas empresas individuales y familiares que existen en cada país imperialista: en el sector turístico, en la distribución, en la agricultura, en la construcción, en la reparación y mantenimiento de edificios y bienes de consumo duraderos, en el servicio doméstico y a las empresas, etc. Precisamente, porque su gestión y sus resultados dependen principalmente de las características del trabajador individual, la propiedad individual y privada de estas fuerzas productivas no puede ser abolida por decreto, de un sólo golpe, como la revolución socialista hace con la propiedad individual de los grandes capitalistas. Así pues, no puede eliminarse de golpe el carácter mercantil de sus productos, carácter que permanece como contradicción parcial con respecto al carácter unitario (en el ámbito local, estatal y mundial) del proceso de producción y reproducción de las condiciones materiales de existencia. Este carácter unitario encuentra finalmente su expresión, en la sociedad socialista, mediante la planificación de las actividades económicas en el ámbito local, estatal y mundial.

Por otra parte, las fuerzas productivas que no tienen un carácter directamente colectivo son sinónimo de fuerzas productivas atrasadas. En efecto, la sociedad burguesa, que ha surgido históricamente de fuerzas productivas individuales, ha creado, en efecto, fuerzas productivas colectivas porque éstas son más productivas - con menores recursos (naturales y humanos) se satisfacen mejor las necesidades. La eliminación incompleta de las fuerzas productivas individuales y su reproducción (en algunas fases - como hemos visto en los años 80 - también su reproducción ampliada) es una contradicción interna de la sociedad burguesa, ligada al papel esencial, constitutivo, de la propiedad individual de las fuerzas productivas y una de las manifestaciones del límite que la relación de capital pone al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo humano (19) . A este atraso de las fuerzas productivas individuales corresponde inevitablemente el atraso cultural y la limitación de las relaciones sociales de los trabajadores en los sectores correspondientes. Esto perpetúa en la sociedad moderna, incluidos los países más desarrollados, esa condición de inferioridad y de marginación social que F. Engels resaltó, con relación al trabajador de la hacienda familiar agrícola, en La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845).

La eliminación de la propiedad individual y privada de estas fuerzas productivas y del carácter mercantil de sus productos, es un proceso que se lleva a cabo en conexión dialéctica con el desarrollo del carácter colectivo de las fuerzas productivas mismas y en interacción con el resto del proceso productivo social.

En el desarrollo de este proceso y en la dirección que toma en la sociedad socialista, se produce la lucha entre las dos clases, las dos vías y las dos líneas.

 

1.1.5. No existe una muralla china entre los dos tipos de fuerzas productivas examinados.

En su desarrollo, los procesos antes indicados (en cuyo ámbito se desarrolla, en la sociedad socialista, la lucha entre las dos clases, las dos vías y las dos líneas) están interconectados. Los movimientos relativos se interpenetran entre sí, como lo hacen con los procesos que abordaremos en el punto siguiente. Este es un dato objetivo, material, del que no nos podemos desprender más que en los sueños, en las fantasías, en discursos retóricos y en los cuentos.

La propiedad individual y privada de la fuerza de trabajo (compraventa de la fuerza de trabajo o asignación colectiva de la fuerza de trabajo a distintas tareas socialmente útiles), la distribución del producto (bienes de consumo) entre los individuos (a cada uno, según la cantidad y la calidad del trabajo prestado o a cada uno, según sus necesidades socialmente reconocidas), la participación de cada individuo en el esfuerzo productivo de la sociedad (quien no trabaja no come, o cada uno trabaja según su capacidad), la contradicción entre las aspiraciones individuales y el reconocimiento social de éstas, la contradicción entre lo nuevo, que en su inicio no puede ser universalmente reconocido, y la dirección colectiva (de los hombres asociados) sobre su vida social, etc.: todas son contradicciones frente a las cuales los ultraizquierdistas pueden perfectamente encogerse de hombros.

Los portavoces de la burguesía presentan inevitablemente estas contradicciones como dificultades insuperables que relegan el comunismo al reino de las utopías. Mientras extienden un piadoso velo sobre las «maldiciones» que el capitalismo inflige a los hombres. Cuando no las atribuyen al destino y a la malvada naturaleza de los individuos. Pero, en realidad, son los problemas que millones de hombres han afrontado, en nuestra época, y a los que han comenzado a encontrar soluciones, en un proceso plagado de intentos, de soluciones temporales, de balances de la experiencia, de éxitos inevitablemente alcanzados gracias a los errores anteriores. Nosotros no tenemos ningún dios que, al modo de los legisladores que aparecen en las fábulas prehistóricas nos revele la vía a seguir.

La revolución socialista comienza con la conquista del poder político por parte del proletariado y surge en el marco del sistema capitalista mundial como producto de las contradicciones que éste ha desarrollado en su plena madurez (la fase imperialista); por consiguiente, la sociedad socialista nace como producto de su máximo desarrollo, de su primera crisis general de superproducción absoluta de capital y de la consiguiente crisis política y del orden político mundial que se deriva de ella. Pero la revolución socialista, dado que se inicia con el derrocamiento del poder político de la burguesía, sólo podía comenzar en donde la burguesía era más débil políticamente. Por tanto, en países económicamente atrasados. En estas condiciones, la revolución socialista se ha encontrado:

- con que, en esos países particularmente atrasados, tenía que dar un papel relevante, si no preponderante, al desarrollo y generalización del carácter social de las fuerzas productivas y del proceso de producción y reproducción de las condiciones materiales de existencia; por tanto, en países donde las fuerzas productivas todavía estaban atrasadas y se mantenían como tales por el mismo sistema imperialista. Debido a esto la contradicción hombre/naturaleza (en el sentido de la dificultad de los hombres para arrancar a la naturaleza las condiciones materiales de su existencia) desempeña todavía, por consiguiente, un papel importante;

- con que tenía que hacer frente a la agresión militar (agresión de los Estados de la Entente contra la república soviética desde 1918 a 1921, agresión de los Estados nazi-fascistas contra la Unión Soviética desde 1941 a 1945, agresión de Japón y posteriormente de EEUU a China, agresión de EEUU a Cuba e Indochina) y al bloqueo económico de la burguesía imperialista que se había mantenido en el poder en los países más desarrollados.

La primera fase de la historia de los países socialistas es la historia de cómo la sociedad socialista ha hecho frente a estas tareas que las condiciones concretas han puesto en su camino (20) .

Esta historia ha demostrado que la sociedad socialista, gracias a su carácter de clase (al papel dirigente del proletariado, guiado por el partido comunista, y a la alianza del proletariado con el resto de los trabajadores):

- está en condiciones de dirigir el proceso de limitación y eliminación de las fuerzas productivas atrasadas, incrementando el carácter colectivo de las mismas, de tal forma que este proceso se puede realizar ampliamente y con éxito en países muy poblados y en un tiempo relativamente breve;

- es capaz de movilizar eficazmente los recursos humanos para un rápido desarrollo económico y así hacer frente con éxito a las agresiones y al bloqueo económico. A pesar de esto, en poco más de treinta y cinco años la Unión Soviética desarrolló un sistema industrial completo y creó una base industrial cuyo nivel tecnológico estaba en ese momento entre los más avanzados del mundo;

- es una sociedad sometida a numerosas y profundas contradicciones, pero que, a pesar de ello, tiene un régimen político muy estable, capaz de afrontar con éxito todas las agresiones de las mayores potencias imperialistas;

- es una sociedad que, gracias a todos los factores mencionados hasta aquí, es imposible abatir desde el exterior y que sólo puede ser abatida desde el interior, aunque con dificultades, mediante un proceso de degradación que debe prolongarse durante un largo período. En la Unión Soviética, la primera fase ha durado cerca de treinta y cinco años y se han requerido otros tantos de labor de zapa revisionista (la segunda fase) para llegar a la tercera fase en la que su desenlace está todavía por decidir (restauración del capitalismo o recuperación del avance hacia el comunismo). En las Democracias Populares del Este de Europa, la primera fase ha durado cerca de diez años y la segunda (de labor de zapa revisionista) se ha prolongado durante cerca de treinta y cinco años y no ha resuelto todavía el problema de la destrucción de la sociedad socialista que ha dejado en herencia a la tercera fase. En la República Popular China la primera fase ha durado cerca de veinticinco años, en tanto que la segunda fase todavía no se ha cerrado (21) .

Estudiar la historia de la sociedad socialista, prescindiendo de las tareas concretas que ésta se ha visto obligada a cumplir y de las condiciones concretas en que las ha cumplido, significa reconocer que no se ha comprendido nada o se está bajo la influencia de la propaganda anticomunista de la burguesía imperialista. Todos los que se han opuesto a considerar la sociedad socialista como una fase de transición, con sus propias contradicciones que se desarrollan según sus leyes específicas, en vez de estudiar su desarrollo concreto y comprenderlo, se han dedicado a buscar categorías extraídas de la historia precedente para tratar de aplicarlas a la sociedad socialista. De esta forma caen en un mar de confusión (22) .

 

1.2 La división de los trabajadores en grupos en base a contradicciones que tienen carácter de clase.

 

Los trabajadores que se ponen a construir la nueva sociedad socialista están divididos entre ellos por contradicciones que tienen carácter de clase.

¿Qué entendemos por contradicciones que tienen carácter de clase?

- Las contradicciones que están basadas en diferentes contenidos de la actividad del trabajo efectuado (sobre la base de la división social y técnica del trabajo) (23) ;

- Las contradicciones que están ligadas a grados jerárquicos sociales diferentes, a funciones distintas en la gestión del movimiento económico y político de la sociedad, a posibilidades distintas de relaciones sociales.

- Las divisiones que comportan una autoridad distinta en la definición de las actividades sociales, una distribución diferenciada del producto social, grados distintos de usufructo del patrimonio social y de participación en el patrimonio cultural de la sociedad, un papel distinto (dirigente/dirigido, activo/pasivo) en las relaciones entre individuos. En resumen, las divisiones que traducen, encarnan, perpetúan y refuerzan las desigualdades entre grupos de trabajadores en su papel social y en su calidad de miembros de la sociedad (24) .

¿Cuáles son estas divisiones?

Las más difundidas (por así decir, las universales, que se presentan casi generalmente en cada país) son:

- la división entre trabajo intelectual y trabajo manual, 

- la división entre la ciudad y el campo, 

- la división entre quien trabaja en colectivos y quien trabaja aislado, 

- la división entre hombres y mujeres, 

- la división entre rentas altas y rentas bajas, 

- la división entre naciones dominantes y naciones oprimidas, 

- las divisiones entre países derivadas de las posiciones de monopolio ligadas a sus características naturales (suelo, materias primas, clima, agua, fuentes energéticas y posición geográfica), 

- las divisiones entre países derivadas de sus posiciones de monopolio ligadas a sus características históricamente constituidas (nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y de la cultura), 

- la división entre dirigentes y dirigidos en cada país y en cada ámbito. 

La sociedad socialista hereda necesariamente de la sociedad burguesa estas divisiones. Ninguna de ellas coincide directamente con la contradicción burguesía/proletariado, que es la contradicción principal de nuestra época y una contradicción predominantemente antagónica (25) . Pero también es cierto:

- que la instauración de la sociedad comunista, que es la única solución posible de la contradicción burguesía/proletariado, requiere la superación de cada una de estas contradicciones, su transformación;

- que la conservación, cristalización y profundización de cada una de estas divisiones no puede más que dar como resultado y reproducir relaciones mercantiles y, en definitiva, como desarrollo de éstas, relaciones capitalistas (26)

Mientras que estas contradicciones no sean superadas en lo esencial, el capitalismo seguirá siendo la alternativa posible al comunismo (su negación) y a su vez el comunismo se presentará como la alternativa al capitalismo (su negación), y no todavía como sociedad que ya se desarrolla sobre la base de sus propias contradicciones (específicas y particulares). 

Una vez eliminada en lo esencial la propiedad individual capitalista, en cada una de estas contradicciones, los dos polos opuestos y en lucha entre sí, son grupos de trabajadores. La posición de cada uno de estos grupos emerge de la vieja sociedad y se contrapone a la otra en la defensa de sus intereses.

Ninguna de estas contradicciones puede abolirse por decreto, de un sólo golpe, mediante la fuerza (27) . Cada una de ellas, aunque sea de manera distinta, tiene su base material originaria en cualidades necesarias para el desarrollo del trabajo y que están adheridas a los individuos. Tales cualidades se heredan de la vieja sociedad burguesa como prerrogativas exclusivas y monopolio de una parte de los trabajadores y no pueden generalizarse rápidamente. Cada una de ellas, aunque sea en distinta medida, tiene también una base históricamente constituida en el curso de su larga existencia en el sentido común de los hombres, en ese conjunto, todavía poco explorado, de instintos, fantasías, comportamientos y correlaciones que constituyen la mentalidad no consciente, el inconsciente, de los hombres. La superación de cada una de estas contradicciones es un proceso. La sociedad socialista las superará mediante un proceso dividido en etapas, bien reduciendo la división (por ejemplo, individuos que al mismo tiempo o en el curso de su vida pasan de un tipo de trabajo a otro: del trabajo manual al intelectual y del intelectual al manual), bien limitando el carácter de clase de estas divisiones (carácter que, por ejemplo, no tiene la división entre el trabajo del tornero y el del fresador). 

La lucha entre las dos clases, las dos vías y las dos líneas, constituye el proceso de superación de cada una de estas contradicciones. Cada una de ellas tiene su propio movimiento, con rasgos comunes a todos los países y específicos de cada país. En el curso de este movimiento el contraste inherente a cada una de ellas puede asumir un carácter antagónico o no antagónico (28) , siguiendo el desarrollo concreto de las cosas. No obstante, los polos de todas estas contradicciones pueden perder su oposición mutua, pero no su existencia respectiva (en la sociedad comunista existirán trabajadores manuales y trabajadores intelectuales, existirán hombres y mujeres, etc.). 

Para dirigir la lucha específica en cada contradicción es necesario examinar todos los rasgos específicos y particulares de cada una de ellas (29) . Sin embargo, su movimiento aún presenta también algunos rasgos comunes. El elemento principal de cada una de ellas, que emerge como tal de la vieja sociedad, consolida sus posiciones y con ello se contrapone claramente al elemento secundario. El elemento secundario reconoce su posición, se distingue claramente del elemento principal, se insurge y lucha para transformarse en el elemento principal y reducir a éste a secundario. Así, hasta que la contradicción alcance un nuevo nivel, o sea, superada. 

Esta es la lucha de clases en la sociedad socialista. 

Para que una contradicción pueda ser superada es necesario, sobre todo, que ésta se plantee como tal, o sea, que los dos opuestos se distingan y se enfrenten claramente. Entonces la contradicción está madura y puede ser resuelta. Cuando la era burguesa estaba en sus inicios, burgueses y proletarios no estaban claramente definidos ni contrapuestos. La contradicción burguesía/proletariado estaba, pues, en sus inicios y no podía desarrollarse plenamente mientras la contradicción principal fuera la contradicción entre las fuerzas feudales y la burguesía. 

Después de la conquista del poder por parte del proletariado, una vez eliminada en lo esencial la propiedad individual y de los capitalistas agrupados en lo que concierne a las principales fuerzas productivas y los aspectos principales de la producción social, se desarrollan cada vez más claramente las contradicciones entre los trabajadores, que ya existían en la vieja sociedad, si bien con un carácter secundario. Una contradicción existe en tanto que los dos polos se oponen el uno al otro, en tanto pueden transformarse el uno en el otro, es decir, en tanto que el polo secundario puede transformarse en principal y el principal en secundario. Si esta posibilidad se excluye, la contradicción ya no existe. Se mantiene la guerra entre dos ejércitos en tanto que cada uno de ellos puede enfrentarse al otro, en tanto que el que ahora es el más débil tiene la posibilidad de ser el vencedor y en tanto existe la posibilidad de que el que ahora es más fuerte se pueda convertir en el más débil. Cuando esta posibilidad se elimine definitivamente, se ha acabado la guerra y la contradicción entre los dos deja de existir. 

Como cada una de estas contradicciones tiene carácter de clase (es decir, cada una de ellas está ligada, en la fase actual de la historia de la humanidad, a la contradicción burguesía/proletariado) y el comunismo representa para el capitalismo su negación necesaria, estas contradicciones sólo pueden ser resueltas en la sociedad socialista, durante la transición de la sociedad del capitalismo al comunismo. En suma, la solución de estas contradicciones constituye el contenido del socialismo y es el motor de su desarrollo. Se pueden dar pasos atrás en los que el elemento ahora principal consolida su propia posición y se contrapone de manera antagónica al elemento que en este momento es secundario, empujando de nuevo en su consolidación a toda la sociedad hacia el capitalismo; pero la solución definitiva de la contradicción, su superación, se produce sólo en el comunismo. El proletariado puede eliminar a la burguesía, mientras que la burguesía puede vencer al proletariado y someterlo temporalmente, pero no puede eliminarlo.

 

1. 3 Conclusiones  

 

Por tanto, la sociedad socialista está muy lejos de ser una sociedad exenta de contradicciones; por el contrario, es una sociedad desgarrada por grandes luchas y contradicciones. La lucha de clases es el eje general. 

No sólo los capitalistas dejan de actuar como capitalistas y los traficantes dejan de hacer sus negocios, sino que también los productores autónomos dejan de ser empresarios libres (a merced del mercado) y, por tanto, de existir como tales; los proletarios dejan de ser vendedores libres de su fuerza de trabajo (a merced de los capitalistas); los políticos y funcionarios del Estado dejan de disponer a su arbitrio de las masas; los dirigentes pierden el carácter exclusivo, monopolista, arbitrario y de casta de su poder; el trabajo intelectual ya no es privilegio de algunos individuos y el trabajo manual deja de ser un castigo para los demás; los hombres pierden su prerrogativa de dominio social con respecto a las mujeres, etc. 

Los países socialistas, que la propaganda interesada de los revisionistas modernos pintaba como «pueblo unido» sin enfrentamientos de clases (“Estado de todo el pueblo”, “partido de todo el pueblo”), se muestran realmente como un pueblo dividido por contradicciones heredadas de la vieja sociedad y finalmente encaminadas a su resolución mediante la oposición de los respectivos polos. Y ello es así porque cada contradicción se resuelve sólo mediante el proceso por el que el polo que es más débil, luchando contra el polo principal, se transforma a sí mismo en el polo principal y representa una síntesis superior que resuelve la contradicción.  

En la sociedad socialista, múltiples contradicciones que estaban latentes o eran secundarias en la sociedad burguesa, maduran, se agravan, llegan “a la supuración” y exigen ser superadas. Precisamente porque el hecho de superarlas y unir a los obreros, al proletariado, a los trabajadores y al pueblo, es un aspecto esencial y determinante del proceso de instauración de la gestión colectiva (comunitaria, social) de las fuerzas productivas, es decir, del movimiento específico de la sociedad socialista (30)

El partido comunista, el partido que une a los que luchan por el comunismo, es la vanguardia de este proceso de lucha, de estas luchas, so pena de convertirse en la cáscara vacía y mistificadora tras la que se oculta y de la que se sirve la clase dominante. 

Los movimientos de masas, la movilización de masas, las organizaciones de masas, el partido comunista y la dictadura del proletariado (o sea, la dirección de la parte de la sociedad que, en su lucha con el resto de la sociedad, lucha por el avance hacia el comunismo) son componentes esenciales de la construcción socialista. 

Quien no acepta dirigir este proceso de lucha de clases (en nombre de un socialismo de paz sin guerra y de unidad sin lucha) se opone concretamente a la revolución socialista y a la transición del capitalismo al comunismo y, por tanto, trabaja en pro de la restauración del capitalismo o la favorece. La sociedad socialista no puede quedarse estancada porque es una sociedad de transición, una sociedad en la que dos clases, dos vías y dos líneas se enfrentan en cada una de las contradicciones que la hacen avanzar y ante cada decisión a tomar. 

Cada contradicción se resuelve mediante un proceso históricamente determinado. Cada proceso se realiza mediante fases sucesivas de transformaciones cuantitativas que hacen posible el salto a la fase siguiente. Algunos sostienen que “en la sociedad socialista no debe existir ninguna estratificación social”. Pero hasta que esas contradicciones, que están a la orden del día, no sean definitivamente superadas (y que nadie ose decir que pueden serlo definitivamente de una vez o en una sola lucha), y si es cierto que sólo pueden ser superadas definitivamente en el curso de un proceso histórico que se articula en fases, a cada fase corresponde necesariamente una estratificación social determinada, un desarrollo cuantitativo a un nivel cualitativamente superior al que la contradicción ha alcanzado y una superación de la fase mediante un salto. Mao Tse-tung afirmó que el tránsito del capitalismo al comunismo se puede realizar sólo a través de repetidas “revoluciones culturales” que, periódicamente, ponen patas arriba a toda la sociedad y “revuelven cielo y tierra”, subvirtiendo la estratificación social establecida. 

En cuanto a la comprensión, por parte de los comunistas, de estas características de la sociedad socialista, sólo se llega a ella, como sucede en todo conocimiento real del hombre, sobre la base de la experiencia, haciendo el balance de la experiencia y mediante un proceso inevitable de práctica-teoría-práctica, aprendiendo de los errores y de los éxitos. K. Marx y F. Engels dedujeron del análisis del movimiento de la sociedad capitalista que la lucha entre la burguesía y el proletariado continuaría después de la conquista del poder por parte del proletariado, en el ámbito de la dictadura del proletariado (31) . Ya de manera más concreta, y sobre la base de la experiencia de los primeros años de la sociedad socialista, Lenin indicó algunas formas en las que en la sociedad socialista prosigue la lucha de clases (32) .

El PCUS fue el primer partido comunista que afrontó, a gran escala y durante un período relativamente largo, los problemas de la construcción del socialismo. Este acumuló un gran patrimonio de experiencias que constituye un tesoro para cada partido comunista que afronta estos problemas. No obstante, el PCUS sólo alcanzó una comprensión parcial de los problemas de la lucha de clases en la sociedad socialista. Después de haber realizado, en lo esencial, la colectivización agraria, el PCUS sostuvo que en la Unión Soviética ya no existían clases antagónicas (33) y que la sociedad soviética había llegado a liberarse de los conflictos de clase (34) . Esta afirmación fue revisada, en alguna medida, a principios de los años 50 (35)

El análisis del tránsito del capitalismo al comunismo, por consiguiente, de la sociedad socialista, de las contradicciones que la mueven y de los métodos para tratarlas, ha sido orgánicamente realizado por Mao Tse-tung tras hacer el balance de la experiencia de la construcción del socialismo en la Unión Soviética, en las Democracias Populares del Este de Europa y en la República Popular China. En base a ello elaboró la teoría más general y sistemática de la sociedad socialista que existe hasta el presente (36)

 

2. Segunda fase de la historia de los países socialistas.  

 

2.1. ¿Quién tiene interés en ocultar el cambio de rumbo? 

 

La primera fase de la historia de los países socialistas creados durante la primera crisis general de superproducción absoluta de capital y la consiguiente crisis del orden político mundial se cierran cuando los revisionistas modernos conquistan en ellos el poder: en los años 50 en la Unión Soviética y en las Democracias Populares del Este de Europa y en los años 70 en la República Popular China. Entonces se produce el comienzo de la segunda fase. Esta se caracterizaba por el abandono de la política sistemática de limitación y eliminación de las actividades económicas residuales de carácter mercantil y capitalista, de represión de los elementos antisocialistas, de promoción y generalización de los gérmenes de comunismo, de movilización de las masas (en las organizaciones de masas y en los movimientos prácticos generales) para transformar la sociedad por medio de su actividad directa y de asociación de los promotores del comunismo en la dirección del movimiento económico, político y cultural de la sociedad. 

En los años 50, en tiempos del XX Congreso del PCUS y de las reformas introducidas siendo Kruschev secretario general del PCUS, la burguesía armó un gran revuelo en torno al cambio de rumbo realizado en la Unión Soviética y en las Democracias Populares de Europa Oriental. Hoy, por el contrario, ha instaurado el olvido. La burguesía es contraria a distinguir en la historia de los países socialistas la segunda fase de la primera. La burguesía tiene mucho interés en presentar a las masas la actual degradación de los países socialistas y el derrumbe de los regímenes de los revisionistas modernos como “el fin del comunismo”. Para hacer esto debe ocultar el viraje de los años 50 y presentar la historia de los países socialistas como un todo único, desde 1917 a 1989. 

También adoptan la misma posición: 

- los revisionistas modernos de todo el mundo que, obviamente, no pueden resaltar que en los países socialistas se ha producido un viraje anticomunista que es también el suyo: 

- algunos dirigentes del movimiento revolucionario que, por varios motivos, no han querido reconocer nunca el revisionismo moderno como línea de restauración gradual y pacífica del capitalismo (37) , ni mucho menos combatirlo; 

- una serie de grupos desviacionistas (entre nosotros, los bordiguistas y “Lucha Continua”, etc.) que han negado siempre el carácter socialista de las revoluciones de nuestro siglo y continúan contorsionándose para “dar una definición” de los países socialistas sobre la base de sus esquemas, en los que los países socialistas, a decir verdad, entran con dificultades (38)

 

2.2. ¿Cómo los revisionistas modernos han podido tomar el poder? 

 

La respuesta a esta pregunta está en las contradicciones específicas de la sociedad socialista que hemos puesto de manifiesto al abordar la primera fase de su existencia. Estas contradicciones, como hemos mostrado antes, tenían carácter de clase y su movimiento incluía necesariamente la posibilidad de que los errores cometidos por los comunistas en el tratamiento de las mismas se convirtieran en sistemáticos, hasta constituir una línea de restauración del capitalismo y de asfixia de los gérmenes de comunismo, hasta que, por tanto, la sociedad socialista tomase la vía de restauración del capitalismo y los promotores de ésta asumiesen la dirección de la sociedad. Una contradicción existe hasta que cada uno de los polos que se oponen entre sí esté en condiciones de imponerse. Negar que en una sociedad socialista los promotores de la restauración del capitalismo pueden imponerse equivale a negar que en la sociedad socialista existe la lucha de clases, contradicciones y conflictos de clase, o sea, equivale a abrazar la tesis en la que se apoya el revisionismo moderno. Mao Tse-tung, en los años 70, afirmaba que todavía no estaba decidido si China se convertiría en un país comunista o en un país fascista. 

Los revisionistas modernos sacaron provecho: 

- de la escasa conciencia de los comunistas en cuanto a la existencia y a la naturaleza de la lucha de clases en la sociedad socialista (Los revisionistas modernos se presentaron siempre como comunistas, ¡incluso Kruschev llegó a elaborar un plan para pasar directamente al comunismo en veinte años!): ésta es una característica que distingue la segunda de la tercera fase de la historia de los países socialistas, en la que la misma clase dirigente formada en la segunda fase está obligada finalmente a descubrir su verdadera catadura anticomunista; 

- de los errores políticos de derecha y de “izquierda” cometidos por los comunistas: en los criterios de selección y de formación de los miembros del partido comunista y de los dirigentes de los organismos políticos, económicos y culturales de la sociedad socialista y de las organizaciones de masas; en el trabajo por la unidad entre el partido comunista y las masas; en el tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo; en la tarea de unir a la mayoría de los trabajadores en torno a la línea de avance hacia el comunismo; en el aislamiento, neutralización y transformación de la minoría de partidarios de la restauración y de los promotores de la vía capitalista; en la limitación y eliminación de las supervivencias de la sociedad capitalista y en la represión de los elementos antisocialistas; en la combinación, con una táctica apropiada, de los intereses estratégicos con los intereses inmediatos de las masas, etc.; 

- del apoyo económico (comercial y financiero) que les dieron los imperialistas (el sistema capitalista atravesaba por un período de recuperación y desarrollo); 

- del apoyo que los grupos sociales que se oponían al avance hacia el comunismo les ofrecieron frente a todas las contradicciones de la sociedad socialista. Estos grupos, que inevitablemente existen en toda sociedad socialista como supervivencias de la vieja sociedad y como producto de la existencia y de la fuerza residual del imperialismo a nivel internacional, no pueden ser eliminados de golpe. Es el tipo de dirigentes y de elite que la sociedad socialista hereda y que ésta, para proseguir su curso, debe combatir, limitar, reprimir y transformar; son grupos que no están a gusto con la sociedad socialista, con sus movilizaciones y procesos. Los revisionistas aseguraron a estos grupos apoyo, estabilidad y privilegios de todo tipo;

- de la prudencia de la que han dado muestras al atacar gradualmente las conquistas prácticas logradas por las masas trabajadoras: en algunos casos los dirigentes revisionistas modernos recurrieron directamente a la corrupción económica, convirtiéndose en promotores de medidas económicas inmediatas en favor de las masas que a la larga provocarían el caos económico, contraponiendo de esta forma los intereses inmediatos de las masas a sus intereses estratégicos. Los revisionistas nunca se apartaron de su programa de restauración gradual y pacífica del capitalismo, arriesgándose a no restaurar nada. 

Algunos objetan que se trata de “explicaciones políticas, superestructurales” y, por tanto, no satisfactorias o incompletas y reclaman explicaciones estructurales de la conquista del poder por parte de los revisionistas modernos en casi todos los países socialistas.  

En nuestra opinión, esta pretensión nace de una mala comprensión de la relación entre estructura y superestructura, entre economía y política. La estructura debe hacer posible, contener en ella, la posibilidad de las dos vías. Cuando ésta contiene en sí misma esa posibilidad (y antes hemos mostrado que la contiene), la primacía de una vía antes que de la otra es principalmente una cuestión superestructural, política, que se decide mediante el enfrentamiento entre las fuerzas políticas, las fuerzas subjetivas. 

La estructura no decide unívocamente las cuestiones superestructurales. Creer que la estructura decide unívocamente la superestructura, o sea, que la estructura permite una sola vía de desarrollo, quiere decir que se concibe la relación entre estructura y superestructura como una relación mecánica y determinista de causa a efecto, mientras que, por el contrario, es una relación dialéctica. Estructura y superestructura constituyen una unidad de opuestos (una contradicción) y, como en toda contradicción, en el curso de su movimiento, el elemento determinado (secundario, derivado) puede transformarse en ciertas circunstancias en el elemento principal y determinante. 

Si no se acepta esta tesis, no sólo no se comprende el motivo de la victoria de los revisionistas modernos, sino que ni siquiera se comprenderá porqué en la primera mitad de este siglo las fuerzas subjetivas de la revolución socialista vencieron en el Imperio ruso y chino, pero no en EEUU y en los países de Europa Occidental. Más en general, no se comprende nada y no se reconoce de ningún modo la lucha de clases en la fase imperialista. En realidad, la característica de esta fase es que, estando ya reunidas las condiciones objetivas de la sociedad socialista, son las condiciones subjetivas, la capacidad de las fuerzas subjetivas de la revolución para hacer triunfar la revolución socialista, las que pasan a ser el factor principal que decide su instauración y avance concreto.

En la base de la pretensión, aparentemente muy materialista y marxista ( “más marxista no se puede ser”), de reducir el éxito de los revisionistas modernos a causas estructurales que lo habrían hecho inevitable, se encuentra la vieja y podrida concepción con la que, desde 1917 hasta nuestros días, los socialdemócratas y oportunistas de toda laya (desde Kruschev a Bujarin y Liu Shiao-chi) se han opuesto a la revolución socialista, a la conquista del poder por parte del proletariado, a la instauración de la dictadura del proletariado, a los sucesivos saltos adelante en la transición: siempre en nombre de un tránsito del capitalismo al comunismo que debía “venir de por sí”, por causas “objetivas“ , sin “forzar políticamente las cosas” y llevar a cabo “fugas adelante” . En realidad, la tarea de la sociedad socialista consiste, en esencia, en adecuar las relaciones de producción al carácter colectivo de las fuerzas productivas. Se trata, pues, de una tarea que, dado el carácter colectivo de las principales fuerzas productivas de la etapa imperialista, la realiza principalmente un movimiento superestructural, político, de lucha de clases y de sus respectivas expresiones políticas. Las vicisitudes de la sociedad socialista (avances y retrocesos, victorias y derrotas) tienen su fuente principal en la superestructura, al igual que pertenecen principalmente a ella los medios que la burguesía utiliza para proteger las relaciones capitalistas de producción y oponerse al avance del comunismo (39) .  

 

2.3 ¿En qué consiste el cambio de rumbo emprendido por los revisionistas modernos en los países socialistas?  

 

Una completa descripción de la dirección impresa por los revisionistas modernos al movimiento económico y político de las sociedades socialistas, se encuentra en los escritos de Mao Tse-tung o inspirados por él, indicados en la nota 36 de este artículo. En particular en los dos escritos: A propósito de la experiencia histórica de la dictadura del proletariado (1956) y El pseudocomunismo de Kruschev y las enseñanzas históricas que da al mundo (1964). También en Rapporti Sociali hemos ya tratado amplia y detalladamente la naturaleza de la dirección que los revisionistas modernos imprimieron a los países socialistas (40) . Nos limitamos, pues, a resumir los puntos principales. 

En lo que respecta al movimiento económico y político propio de las sociedades socialistas, el cambio emprendido por los revisionistas modernos se resume en la tesis de que en los países socialistas ya no existen contradicciones de clase y, por tanto, ya no hay lucha de clases. 

Esto en la práctica ha querido decir: 

- partido “de todo el pueblo”, en vez de partido comunista: supresión definitiva de las medidas dirigidas a promover la presencia de obreros en el partido; eliminación de las periódicas movilizaciones de las masas para la verificación de los miembros del partido (lo que la propaganda burguesa llamaba “purgas“); fin de la admisión al partido basada en la adhesión al programa comunista y en su verificación práctica, así como en la capacidad de unirse a las masas; eliminación de las normas sobre la vida partidista interna que favorecían el carácter de vanguardia comunista del partido (autocrítica, etc.); apertura de éste a elementos de clases hostiles al comunismo, a arribistas, especuladores y a los que querían hacer carrera. El partido se transforma gradualmente en el partido de los dirigentes estatales, de los dirigentes de las unidades productivas, de los oficiales de las FFAA, etc., confiándole exclusivamente la tarea de hacer cumplir las directivas estatales y promover el desarrollo económico. Al mismo tiempo, se reprime y elimina su papel principal: el de promover y dirigir la lucha de clase del proletariado. 

- Estado ”de todo el pueblo”, en vez de dictadura del proletariado: eliminación de las campañas periódicas de masas de verificación de los funcionarios; estabilización del cuerpo de funcionarios y en general de todo el aparato dirigente económico y político como cuerpo fijo (casta autoreproductora) en la sociedad, desligado de los movimientos de las masas y seleccionado en base a la fidelidad a los jefes en vez de sobre la base de la capacidad de movilizar a las masas; el fin de las movilizaciones de masas como medio de transformación social y de las organizaciones de masas como instrumento de participación creciente de las mismas en el poder; reducción del papel de las organizaciones de masas a simples ejecutoras de la política del Estado y a instrumento de control y represión de las masas; 

- consolidación y ampliación del carácter mercantil de la producción (precios y autonomía financiera de las fábricas); transformación gradual de la planificación mediante la supremacía de los grupos económicos y unidades productivas más fuertes e imposición de las iniciativas económicas que mejores beneficios reportan en el mercado capitalista mundial y que mejor responden a los intereses de los grupos imperialistas; desatención de las condiciones de vida de las masas y degradación de las instituciones sociales que las determinaban (red de distribución al por menor, escuelas, instituciones sanitarias, recreativas, culturales y deportivas, etc.); negligencias, en particular, en cuanto a las condiciones de vida y de trabajo de los grupos más débiles y menos importantes desde el punto de vista de la producción y de la estabilidad política (nacionalidades atrasadas, mujeres, trabajadores manuales, etc.) (41) ; eliminación de la obligación de cada ciudadano a realizar un trabajo socialmente útil; restablecimiento de la propiedad intelectual (derechos de autor, colaboraciones, profesiones liberales, etc.); tolerancia con respecto a las rentas que no proceden del trabajo (especulaciones, intermediaciones, tráficos, intereses sobre el dinero, rentas de la propiedad inmobiliaria e intelectual, etc.); ampliación de los privilegios y poderes de los altos funcionarios, de los dirigentes, de los trabajadores especializados y de los especialistas, etc.; 

- la competición económica, entre la URSS y EEUU y, posteriormente, la competición política y militar con el imperialismo yanqui como política de gran potencia en lugar de la lucha de clases y de la lucha antiimperialista de liberación nacional. Esta competición política y militar alcanzó poco a poco su cenit bajo la dirección de Breznev, cuando los revisionistas modernos trataron así de consolidar políticamente su régimen: por un lado, buscando el apoyo, a nivel interno, de los grupos cuyos intereses (rentas, prestigio social, privilegios) eran reforzados y ampliados por la política de gran potencia, y, por otro, creando en el extranjero una red de clientes; 

- conexión económica (comercial y financiera) con el sistema capitalista mundial en lugar de promover la movilización de los recursos internos, la lucha de clases y el internacionalismo proletario (colaboración económica entre los países socialistas). 

Siguiendo esta orientación, los revisionistas modernos crearon gradualmente un sistema que se basaba en una colusión entre ”empresarios libres” (empresarios privados, especuladores, intermediarios, contrabandistas, consultores, profesionales liberales, productores autónomos, etc.), dirigentes de los organismos del Estado que les protegían en sus negocios, legales e ilegales, a cambio de regalos y sobornos y dirigentes de las organizaciones económicas públicas que utilizaban los recursos de la economía colectiva para su propio enriquecimiento personal y para favorecer a los ”empresarios libres”. 

El resultado de la línea adoptada por los revisionistas modernos (enarbolada por ellos como medio para acelerar el desarrollo económico de los países socialistas y mejorar las condiciones de vida de las masas) fue: el estancamiento económico de los países socialistas como resultado de la parálisis recíproca de las dos clases fundamentales; el atraso tecnológico en los sectores destinados a la satisfacción de las necesidades de las masas; la ampliación de las disparidades en las condiciones de vida; la acentuación creciente de la diferencia entre los trabajadores intelectuales y manuales con el consiguiente reforzamiento de sus papeles respectivos; la degradación y ruina de las instituciones sociales destinadas a la satisfacción de las necesidades de las masas, mediante las cuales se hacían realidad sus conquistas (distribución de bienes de consumo, la enseñanza, la sanidad, transportes, etc.); el debilitamiento del sistema político en claro contraste con la estabilización del aparato que presidía las actividades políticas; la inversión de la relación preexistente entre países socialistas y países imperialistas: ya no eran estos últimos los que temían el contagio de los primeros, sino a la inversa.

Tomad una sociedad socialista y poned en la dirección de sus unidades productivas, a la cabeza de los organismos estatales y de las organizaciones de masas, a individuos que están convencidos de que las masas son, en el mejor de los casos, un instrumento pasivo de la vida social, a individuos que buscan sobre todo su enriquecimiento personal o utilizar los recursos de la economía socialista y las prerrogativas de la autoridad en su beneficio personal. ¿Existen en la sociedad socialista hombres semejantes? Sí, inevitablemente. No sólo existen, sino que son los ejemplos más representativos del personal dotado de experiencia de dirección, y depositario del patrimonio cultural y técnico que la sociedad socialista hereda de la sociedad burguesa. Este personal, en la sociedad burguesa, debe, de manera vital, estar motivado principalmente por su propio provecho y embebido de menosprecio hacia las masas o, en el mejor de los casos, de una actitud paternalista hacia ellas. Es incluso inevitable que en la sociedad socialista se reproduzcan individuos de este tipo, dadas las características y contradicciones de la vieja sociedad que en ella todavía se mantienen. Esas pueden limitarse si se las combate, pero no pueden eliminarse más que mediante un proceso gradual y tras un prolongado período de tiempo. Individuos similares existen, pues, en la sociedad socialista; así como existen, por otra parte, individuos entregados a la causa del comunismo e individuos que luchan intrépidamente por su triunfo.

Supongamos que se sitúa o mantiene en puestos dirigentes a individuos del primer tipo citado y que su labor no sea contrarrestada. ¿Qué resultará, inevitablemente, del predominio de tales individuos? Los resultados serán:

  -la alianza entre estos individuos y todos los promotores de actividades económicas privadas (especuladores, contrabandistas, traficantes, intermediarios, productores autónomos, profesionales liberales, etc.);

  -una red de complicidades y de corrupción que unirá a los dos grupos;

  -el relajamiento de toda disciplina y la desmoralización entre los trabajadores que ven día tras día la inutilidad de sus esfuerzos y que para hacer frente a sus necesidades se ven empujados a recurrir a subterfugios y a establecer todo tipo de conexiones con la red de complicidad y corrupción antes indicada;

 -la ruina progresiva de la estructura económica, ya que los dirigentes no se preocupan de que funcione, sino de sacar de ella todo el provecho que pueden;

 -la interrupción del desarrollo tecnológico en el que los trabajadores ya no están interesados porque para ellos ya no supone ninguna ventaja, al igual que tampoco están interesados en ello los dirigentes. Estos sólo se preocupan de sacar el mayor provecho personal posible de la situación existente;

 -la transformación de las organizaciones de masas en una red de complicidad, corrupción y represión.

La ambición de los dirigentes y de los especialistas crecerá al mismo tiempo que su impunidad. Pero esto no llevará a mejorar el funcionamiento de las estructuras económicas. Precisamente porque éstas tienen todavía como finalidad y están todavía organizadas para la satisfacción de las necesidades individuales y sociales de las masas y no para el enriquecimiento personal (como, por el contrario, sucede en la sociedad capitalista donde la búsqueda personal del máximo beneficio puede conducir, en determinadas circunstancias, a un marcado aumento de la productividad). Los nuevos ricos se enriquecen, no en base al buen funcionamiento de las estructuras productivas, sino a la ruina y el mal funcionamiento de éstas. El proceso continuará mientras que la ruina no llegue a comprometer de manera amplia la producción y reproducción de las condiciones materiales y todas las relaciones sociales que éstas requieren. El régimen de los revisionistas modernos, basado en el intento de restauración pacífica y gradual del capitalismo, estaba destinado, pues, al hundimiento.

Los recursos y la fuerza de la sociedad socialista eran aún tan elevados que se han necesitado más de treinta años para llevar la ruina a un nivel tal que provocase su derrumbe (42) .

 

3. La tercera fase de la historia de los países socialistas.

 

3.1. Las causas del tránsito de la segunda a la tercera fase de la sociedad socialista.

 

La segunda fase de la sociedad socialista se cierra con el hundimiento de los regímenes instaurados por los revisionistas modernos en los países socialistas, hundimiento que comenzó a producirse en 1989. El hundimiento se produce cuando la dirección de los revisionistas modernos ha dilapidado ampliamente los recursos económicos y de estabilidad política creados en la primera fase de los países socialistas y heredados por los revisionistas modernos y gracias a los cuales sobrevivieron.

La ruina de los regímenes de los revisionistas modernos se ha acelerado a causa de la crisis general de superperproducción de mercancías generada por la crisis de superproducción de capital en la que los países imperialistas han entrado a partir de mediados de los años 70 (43) . Esta crisis les ha dado el golpe final. Los países socialistas, como consecuencia de la línea de dependencia del mercado financiero imperialista impuesta por los revisionistas modernos durante años, debían pagar intereses y reembolsar los créditos concedidos por los grupos imperialistas. Además debían adquirir en los países imperialistas los bienes que ya se habían hecho indispensables para el funcionamiento de su aparato productivo y para el consumo, en el marco de la división internacional del trabajo con los países capitalistas y de la parcial integración en el mercado capitalista mundial impuestos por los revisionistas modernos. Por tanto, al igual que los países del Tercer Mundo, tuvieron que vender con pérdidas sus productos y recursos naturales a los usureros de la especulación internacional y hacer concesiones de todo tipo a los grupos imperialistas para obtener los medios de pago que necesitaban. La carrera armamentista, implícita en la política de gran potencia y de competencia política y militar con el imperialismo yanqui perseguida por los revisionistas modernos, agravó todavía más la situación. 

¿Los revisionistas modernos habían conseguido su objetivo de restauración (pacífica y gradual) del capitalismo? No. De hecho la burguesía de los países socialistas se plantea todavía hoy la tarea de introducir la economía de mercado, reducir a los trabajadores a fuerza de trabajo que los nuevos patronos puedan comprar, asumir y despedir según sus intereses, privatizar las unidades productivas, legalizar todas las actividades económicas y paraeconómicas que ya conocemos bien en los países imperialistas (44) .

Cuando la situación se hizo insostenible debido a la labor de zapa de los revisionistas modernos fue cuando llegó la hora de ese sector de la clase dirigente que era partidario de la restauración rápida y violenta, a toda costa, del capitalismo. Este sector, ante el fracaso de la restauración gradual y pacífica y la ruina derivada de ello, había engrosado sus filas y reforzado su prestigio. Reclamaba el poder con voz cada vez más alta y arrogante. Este sector contaba también con el apoyo de los grupos imperialistas por motivos económicos evidentes (hacer realidad sus proyectos de expandir sus actividades económicas a los países socialistas) y por motivos políticos (eliminar a una gran potencia competidora).

La nueva clase dirigente que en estos dos últimos años ha tomado el poder en la Unión Soviética y en las Repúblicas Populares de Europa Oriental, es parte integrante de la vieja clase dirigente revisionista.

Su personal político (los Gorbachov, los Yeltsin, etc.) viene de las filas revisionistas y sus inmediatos predecesores o competidores (los Romanov y los Ligachov) conviven con ellos como buenos compadres.

Los nuevos empresarios que se apoderan a precio de saldo del patrimonio económico creado por los trabajadores, de las unidades productivas y comerciales, y abren otras nuevas son: 

- los viejos dirigentes de unidades productivas y organismos estatales que en el marco de la segunda fase han acumulado riquezas individuales,

- los especuladores, los productores autónomos, los profesionales liberales, que en la segunda fase se han aprovechado bien de la amistad, de la frecuentación, de los lazos y de la complicidad con los primeros.

 

3.2 Las perspectivas abiertas por la tercera fase de la sociedad socialista.

 

El hundimiento de los regímenes revisionistas en la URSS y las Democracias Populares del Este de Europa abre en cada uno de estos países un período de lucha abierta entre las clases que confluye con la alteración del orden político mundial y de los regímenes de los países imperialistas y dependientes derivada de la crisis. Las principales fuerzas presentes son el proletariado, los grupos burgueses de los países socialistas y los grupos imperialistas extranjeros.

La esperanza de que el hundimiento de los regímenes revisionistas conlleve simple y directamente la extensión a las masas de los países socialistas, aunque sea gradual, de las condiciones conquistadas por las masas de los países imperialistas durante el período del capitalismo de rostro humano, carece de todo fundamento. En todos los países imperialistas donde habían sido conquistadas, esas condiciones son limitadas, atacadas y eliminadas día tras día, una por una. Y ello por una necesidad que se impone a la burguesía como consecuencia de la agravación de la crisis económica de superproducción de capital.

La esperanza de que los países socialistas puedan servir, como nuevo gran mercado, para resolver la crisis económica de los países imperialistas carece de todo fundamento porque la superproducción de mercancías de los países imperialistas no es más que un aspecto de la superproducción de capital. Los países socialistas pueden convertirse en un nuevo campo de expansión del capital sólo si la lucha encarnizada y violenta entre el proletariado y la burguesía se resuelve a favor de ésta y triunfe el intento de reconducir a los trabajadores a la condición de esclavos asalariados.

Los grupos burgueses locales y los grupos imperialistas sólo pueden consolidar sus propósitos y su poder si consiguen someter a la condición de esclavos asalariados a millones de trabajadores que desde hace generaciones no conocen las “delicias” del capitalismo: despidos, paro, desahucios, abundancia de mercancías y penuria de medios adquisitivos, ostentación de las diferencias de clase, inseguridad en el futuro, etc. Por otra parte, el proletariado de los países socialistas tiene una gran experiencia política y organizativa, así como un elevado nivel cultural y no se ha resignado en absoluto a renunciar a las conquistas del socialismo y, aunque esté justamente indignado por la situación a la que los revisionistas modernos le han reducido, aspira a mejorar sus propias condiciones de vida y de trabajo y su propio papel social.

No estamos en condiciones de valorar el estado de las fuerzas subjetivas de la revolución en los países socialistas ni de valorar en el futuro inmediato las perspectivas de la revolución socialista que de ellas dependen. Pero no dudamos que la resistencia de las masas será encarnizada y que no serán arrojadas pacíficamente al infierno capitalista. La misma decisión, a la que está obligada la burguesía, de restaurar el capitalismo a toda costa, sitúa en primer plano la contradicción entre ella y las masas que la línea de restauración gradual y pacífica del capitalismo enmascaraba. En el futuro inmediato, o las fuerzas subjetivas de la revolución consiguen crecer y tomar la dirección del movimiento de las masas, o las masas serán instrumentalizadas por aventureros y mercenarios a sueldo de los grupos burgueses para llevar a cabo sus guerras, enroladas bajo las más diversas banderas y lanzadas unas contra otras en nuevas guerras interimperialistas (Yugoslavia, Georgia, etc., son precedentes limitados, pero significativos).

Los grupos burgueses locales y los grupos imperialistas extranjeros, que han colaborado y colaboran para volver a imponer a los trabajadores la condición de esclavos asalariados, tienen en perspectiva intereses antagónicos: cada uno se mueve por sus intereses particulares. Esto está creando las condiciones políticas para una nueva guerra mundial, de la que ya existen las premisas económicas. Ya ahora cada grupo burgués local y cada grupo imperialista trata de coaligar sus fuerzas y reclutar adeptos, apoyándose en los elementos reaccionarios que la sociedad socialista, en su primera fase, no podía eliminar pero reprimía y en todas esas contradicciones antes indicadas (en el punto 1.2) que se han gangrenado en la fase revisionista (las diferencias nacionales, raciales, religiosas, etc.) y en la urgente necesidad de las masas de satisfacer las necesidades más elementales que los revisionistas dejaron insatisfechas.

La guerra imposible entre países imperialistas y países socialistas se está transformando en guerra posible entre grupos imperialistas. La inestabilidad del orden político mundial (en el centro del cual está la crisis de la supremacía económica de los grupos imperialistas de EEUU) y la inestabilidad política de los mayores países imperialistas están siendo enormemente alimentadas a causa de la rivalidad entre los grupos imperialistas por la conquista de los países socialistas, de la pugna entre los imperialistas con los grupos burgueses de los países socialistas y por la lucha de éstos entre sí.

Hoy nos es imposible prever cuál será el rumbo que sigan los acontecimientos, porque ello depende de las fuerzas subjetivas presentes, de las que no tenemos un adecuado conocimiento. Sin embargo, está claro que todo el movimiento material del mundo contiene en sí mismo dos únicas salidas que pueden realizarse alternativamente o bien combinarse entre ellas: guerra interimperialista o revolución socialista.

 

NOTAS

 

(1) La gestión colectiva sólo puede avanzar al mismo tiempo que avanza la responsabilidad individual. En esto consiste también, pues, el proceso de creación del hombre nuevo. Transformando el mundo nos transformamos a nosotros mismos. Cambiar el mundo es, al mismo tiempo, cambiarse uno mismo. “Este socialismo es la declaración de la revolución permanente, la dictadura de clase del proletariado como paso necesario para la abolición de las diferencias de clase en general, para la abolición de todas las relaciones de producción en las que éstas se fundamentan, para la abolición de todas las relaciones sociales que corresponden a estas relaciones de producción y para la subversión de todas las ideas que germinan de estas relaciones sociales” (K. Marx. Las luchas de clases en Francia, cap. 3, 1850).

 

(2) El estado actual de las fuerzas productivas y el desarrollo actual del proceso de producción y reproducción de las condiciones materiales de la existencia empujan irresistiblemente a los hombres hacia la transformación expresada por ese programa. Esto lo confirma el hecho de que en los últimos ciento cincuenta años hayan surgido en todos los países movimientos que, de manera más o menos consecuente y con métodos más o menos eficaces, se proponían la realización de dicho programa (movimientos que, cada vez que han sido golpeados o derrotados, han resurgido de sus cenizas). Al igual que lo confirman también las transformaciones que irresistiblemente se han desarrollado en la misma sociedad burguesa en base a la misma relación de capital (las formas antitéticas de la unidad social). Con relación a esto véase Rapporti Sociali nº 4, pág. 15 y siguientes.

 

(3) Obviamente, el estudio de los primeros y toscos intentos de creación de una sociedad socialista permite también comprender más profunda y completamente la sociedad capitalista; al igual que el estudio de la sociedad capitalista ha permitido comprender más profunda y completamente la sociedad feudal. Cada cosa se conoce a sí misma sólo frente a la negación de sí misma.

 

(4) En la sociedad burguesa, existe propiedad individual (las empresas de un solo propietario, la propiedad individual de acciones y, en general, de cuotas de capital social) y también propiedad colectiva, de grupos y asociaciones de capitalistas (las sociedades anónimas, las sociedades por acciones, los trusts, los entes económicos, etc.). La propiedad individual es un carácter fundamental y esencial de la sociedad burguesa. La propiedad colectiva es un aspecto derivado de la primera, una “superestructura” de la primera (y esto niega todo tipo de fantasías sobre el capital único mundial, el ultraimperialismo, el Estado imperialista de las multinacionales: el capital se concentra y se divide continuamente). En la sociedad burguesa, la primera puede existir sin la segunda, pero la segunda no puede existir sin la primera. En ella tanto la propiedad individual como la propiedad colectiva son propiedades privadas, o sea, se relacionan entre ellas y con los propietarios no capitalistas (productores autónomos, propietarios de la fuerza de trabajo, etc.) mediante el mercado y en ello consiste el carácter privado de toda propiedad burguesa, incluso cuando el titular es una asociación colectiva general de los capitalistas, como el Estado. Véase Rapporti Sociali nº 4, págs. 15 y siguientes.

En la sociedad burguesa existen, además de distintos tipos de propiedad capitalista (individual y colectiva), la propiedad no capitalista (productores autónomos, empresas familiares, empresas cooperativas, etc.) y la propiedad de la fuerza de trabajo (individual, de los trabajadores).

 

(5) Este sector de las fuerzas productivas ya es, en la sociedad actual, el sector dirigente, el que determina el movimiento del resto.

 

(6). Véase Rapporti Sociali nº 4, pág. 15 y siguientes.

 

(7) En las unidades productivas de la sociedad socialista, como en general en toda la sociedad socialista (en particular en la relación Estado/ciudadanos, en las organizaciones de masas, en la relación partido comunista/masas, en el seno del partido comunista) se desarrolla una contradicción real dirigentes/dirigidos (que veremos más adelante) que no puede ser resuelta principalmente con la buena voluntad y la buena orientación ideológica y política de los dirigentes. Esta contradicción puede llegar a solucionarse sólo a través de un proceso práctico, en el que el polo inicialmente secundario (los dirigidos) se convierte en principal transformándose por sí mismo mediante la lucha contra el polo inicialmente principal (la emancipación de la clase obrera sólo puede ser obra de la clase misma).

No obstante , en ciertas condiciones, esa contradicción no es antagónica y puede tratarse por medios pacíficos. Es la capacidad de permanecer dentro de estas condiciones lo que la sociedad socialista pide a los dirigentes de las unidades productivas como condición irrenunciable para designarlos y mantenerlos en su puesto. E incluso así es inevitable que en cada unidad productiva exista una relación conflictiva que periódicamente madura hasta resolverse por saltos (nuevos métodos de organización y de dirección, nuevos dirigentes, nuevos papeles de los trabajadores, turnos, grupos mixtos, etc.). La historia de los países socialistas aporta un riquísimo material sobre el movimiento de la contradicción dirigentes/dirigidos, trabajadores intelectuales/trabajadores manuales, trabajadores especializados/trabajadores simples, salarios superiores/salarios inferiores, etc., en las unidades productivas. El más reciente y explícito es el producido durante la Revolución Cultural en China (en parte publicado en Italia por Ediciones Oriente en periódicos como Los cuadernos y Viento del Este).

 

(8) Un proceso es un acontecimiento que se efectúa en el tiempo, mediante fases sucesivas. El tránsito traumático (discontinuo) de una fase a la siguiente sucede cuando el nivel de la transformación cuantitativa en el ámbito de la fase anterior llega a un determinado punto (por ejemplo, la vida del hombre y el paso del hombre desde la infancia a la adolescencia). Un tratamiento amplio de las características del desarrollo como proceso se encuentra en Mao Tse-tung: Sobre la contradicción, en Obras de Mao Tse-tung vol. 5, Ediciones Rapporti Sociali.

 

(9) En todas las revoluciones socialistas hemos podido y podemos constatar las dos cosas que hemos dicho (aumento de la participación activa de los trabajadores en la gestión de las unidades productivas y los resultados de esta participación desde el punto de vista de la producción).

 

(10) Una gran y ejemplar experiencia de autogestión fue la llevada a cabo por los trabajadores de la empresa LIP de Besançon (Francia) a partir del 12 de junio de 1973. Esta experiencia está descrita en el libro de C. Meldolesi: Rapporto con la LIP, ed. Lavoro Liberato. En el mismo libro son mencionadas experiencias similares, a menor escala, realizadas en esos mismos años en Italia (en Milán, Bari, Savona y Brescia).

 

(11) En la sociedad burguesa ya se ponen varios límites a la propiedad individual de la fuerza de trabajo: políticas demográficas, políticas educativas (de formación profesional), políticas de empleo (colocación, jubilación, límites de edad, etc.), políticas salariales (mínimos salariales, relaciones salarios/tareas, etc.), concertaciones sindicales (contratos de trabajo), legislación laboral (normas profesionales, condiciones de trabajo, etc.).

 

(12) Sobre el carácter de mercancía de la fuerza de trabajo y su gradual eliminación, véase Rapporti Sociali nº 0 (Don Quijote...), pág. 20 y siguientes.

 

(13) Como veremos mejor más adelante, la contradicción dirigentes/dirigidos en la sociedad socialista no es directamente la contradicción burguesía/proletariado. Aún así, si la sociedad socialista no desarrolla esta contradicción, no trata de manera apropiada su movimiento, no moviliza a los dirigidos para que se transformen en dirigentes, está destinada inevitablemente a conservar y reforzar el carácter mercantil de la relación entre las unidades productivas y los trabajadores (propietarios de la fuerza de trabajo), así como entre las mismas unidades productivas. Esto trae como consecuencia, como su desarrollo necesario, la conservación y desarrollo de la relación de capital y el alumbramiento de una nueva burguesía. Y viceversa, desarrollar la contradicción, tratarla apropiadamente y movilizar a los dirigidos para que se transformen en dirigentes supone llevar adelante la transición hacia el comunismo. Por consiguiente, la contradicción dirigentes/dirigidos está ligada a la contradicción burguesía/proletariado y en el tratamiento de esta con tradicción se enfrentan las dos clases (proletariado y burguesía), las dos vías (la vía hacia el comunismo y la vía hacia el capitalismo) y las dos líneas (la línea que promueve el tránsito al comunismo y la línea que promueve la restauración del capitalismo).

En cuanto al tratamiento apropiado de la contradicción, no se deduce de un deseo piadoso y vacío, sino que se atiene al hecho de que el movimiento de esta contradicción está ligado concretamente al movimiento de las demás contradicciones de la sociedad (en particular a la contradicción hombre/naturaleza y trabajo intelectual/trabajo manual). El tratamiento de esta contradicción no puede prescindir de esta conexión, a pesar de todas las aspiraciones y todos los vacíos discursos de “izquierda”.

 

(14) Los medios técnicos para la planificación de las actividades económicas en el ámbito local, estatal y mundial, ya son preparados en la sociedad burguesa. La planificación burguesa, ya aplicada hoy por los grandes complejos industriales entre secciones de una misma unidad productiva y entre unidades productivas que dependen de un mismo grupo financiero a pesar de que estén esparcidas por los cuatro ángulos de la tierra, ha preparado todo lo que es necesario para la planificación propia de la sociedad socialista. En general, en las formas antitéticas de la unidad social, la sociedad burguesa ha preparado todo lo que necesita la sociedad socialista para proyectar y coordinar sus actividades económicas. Estos medios deben ser liberados de las cadenas que la relación de capital les impone (están limitados por su carácter de instrumentos auxiliares de la propiedad individual y privada capitalista, como superestructuras de ésta) y deben desarrollarse en el ámbito favorable de las nuevas relaciones de la sociedad socialista. Véase Rapporti Sociali nº 0 (Don Quijote...), pág. 20 y siguientes, y Rapporti Sociali nº 4, pág. 5 y siguientes.

 

(15) Sobre la supresión del carácter de mercancía de los productos, véase Rapporti Sociali nº 0 (Don Quijote...), pág. 20 y siguientes.

 

(16) La cultura burguesa sostiene que quitando el carácter de mercancía a los productos y a la fuerza de trabajo, o sea, con la eliminación del mercado, la sociedad socialista no dispone de un índice global del coste relativo de cada uno de los recursos y de cada uno de los productos. En la planificación burguesa, ese coste relativo está constituido por su precio de mercado.

Desde 1957 (año de las primeras reformas económicas del período Kruschev) en adelante, los revisionistas modernos de los países socialistas, han apoyado constantemente la reintroducción de los precios de mercado como índices del coste relativo de los recursos y de los productos, en el ámbito de la sustitución del sistema de “dirección administrativa” heredado de la fase anterior por un sistema de “dirección económica” y “contabilidad económica” de cada una de las unidades productivas (véase este folleto, págs. 5-18). Al no poder introducir la economía de mercado, a causa de las relaciones de fuerza entre las clases, los revisionistas basaron su planificación en los precios heredados de la fase anterior, en la cual desempeñaban un papel social distinto al del índice de los costes de producción (véase J. Stalin: Problemas económicos del socialismo en la URSS, 1952; reproducido en parte en Rapporti Sociali nº 3, pág. 22 y siguientes). Este compromiso entre intereses de clase contrapuestos ha contribuido no poco al marasmo económico al que la dirección de los revisionistas modernos ha arrojado gradualmente a los países socialistas.

¿Es el precio de mercado un índice real de los recursos naturales y humanos empleados en la producción, determinado por el concurso impersonal de una multitud de actores independientes entre sí? ¡No, absolutamente no! En la sociedad burguesa actual, el precio de mercado de un producto y de un recurso natural tiene su origen en su valor de cambio (la cantidad relativa de tiempo de trabajo humano simple empleada en la producción - véase El Capital, libro 1, secc. 1. , que describe la producción mercantil simple) a través de la mediación de la renta (ver El Capital, libro 3, secc. 6), del capital que produce interés (ver El Capital, libro 3, secc. 5), de la nivelación de la tasa general de ganancia (ver El Capital, libro 3, secc. 2, cap. 10), del capital financiero, del monopolio, del capitalismo de Estado (que es la condición en que el Estado, o sea, los capitalistas asociados bajo la dirección de los más fuertes, a través de medidas fiscales, aduaneras, monetarias, crediticias, comerciales, de gasto público y de servicios públicos, “crea” con instrumentos políticos el ambiente económico en el que los capitalistas “libres” operan para realizar la valorización de su capital) y de la competencia. El precio de mercado es un índice real para el capitalista que emplea su dinero para multiplicarlo. La evaluación de cuánto dinero debe avanzar y de cuánto ganará sólo puede basarse en los precios de mercado, pero éstos tienen poco que ver con la cantidad de recursos empleados. Tanto es así que cada vez que quiere modificar la asignación de los recursos en términos materiales (cuánto material energético, cuánta materia prima, etc.) el Estado debe intervenir con los impuestos de consumo -aún hoy un litro de gasolina (recurso no renovable) tiene un precio de mercado inferior a un litro de vino (recurso renovable). Así, por ejemplo, cosas que implican una utilización nula o insignificante de recursos (el dinero tomado a préstamo, la protección de la mafia organizada, la contratación de un matón, los favores de un funcionario estatal, la concesión de un puesto de trabajo, etc.) tienen un precio de mercado. En cambo, no tienen precio de mercado recursos preciosos (el aire, etc.). Por poner otro ejemplo, el desastre ecológico provocado por el modo de producción capitalista es una amarga experiencia para todo el mundo.

El precio de mercado, pues, lejos de ser un índice “objetivo“ y neutro de los recursos sociales empleados, es un índice que engloba las relaciones de clase: el respeto de la propiedad de los recursos naturales, la cuota que retorna a los propietarios del dinero (tasa de interés), la posición de fuerza de los monopolios, el respeto de la propiedad intelectual, etc. La destrucción de los recursos naturales (agua, aire, suelo, bosques, etc.), determinada por la evaluación de los costes y beneficios de las iniciativas económicas desde el punto de vista de los precios de mercado, es una consecuencia inevitable del uso de este índice de evaluación de los recursos. Los índices materiales de los recursos sociales empleados en la producción (cuánta cantidad de combustible, cuántos kilogramos de acero, cuántas horas de trabajo, etc.) introducidos por la planificación socialista, por más aproximados e históricamente determinados que sean (en cuanto al tipo de recursos considerados, etc.), son la base infinitamente mejorable sobre la que los hombres asociados pueden construir gradualmente y por saltos la ciencia de la planificación de las actividades económicas a su servicio.

 

(17) La sociedad socialista dispone durante todo el tiempo que le sea necesario:

 - de las aportaciones de la producción mercantil: individuos y grupos que producen para vender y que adquieren los recursos y los bienes de consumo necesarios;

 - de las aportaciones de la dirección financiera en la actividad económica de cada unidad productiva y de cada individuo, a través de los instrumentos ya desarrollados por la política económica de la sociedad burguesa: precios, impuestos, créditos, etc., que la autoridad establece o controla y dentro de cuyos límites cada individuo decide lo que cree más ventajoso para él.

Allí donde la planificación todavía no puede aplicarse de manera eficaz, la sociedad socialista recurre a los procedimientos que la sociedad capitalista ha desarrollado ampliamente, hasta su máximo nivel (el capitalismo de Estado y el sistema monetario internacional) y hace un uso limitado, controlado y controlable de ellos.

Obviamente, en la medida en que en los países socialistas sobreviven actividades económicas privadas (individuales o de grupo), los productos deben tener un precio de venta. Este precio está sometido a algunas leyes objetivas. Pero esto se genera una contradicción entre el papel desempeñado por los precios y el hecho de que éstos se reducen a ser un instrumento de regulación de la circulación de los bienes de consumo individuales realizada en el marco de la economía planificada.

Además, el intercambio entre países, en tanto se realiza sobre la base de las relaciones comerciales y no todavía en el marco de una planificación mundial, introduce también una contradicción suplementaria en la economía socialista planificada.

A este respecto, véase J.V. Stalin: Problemas económicos del socialismo en la URSS, 1952; reproducido en parte en Rapporti Sociali nº 3, pág. 22 y siguientes.

 

(18) Cada decisión, por tanto cada cuestión sujeta a error, es objeto de lucha entre las dos clases, las dos vías y las dos líneas, por cuanto favorece u obstaculiza más o menos la transformación. Los errores son inevitables. Cada error obstaculiza la transformación (¡por ello es un error!); sin embargo, sólo acumulando los errores y convirtiéndolos en un sistema orgánico es como se convierten en una línea contraria a la transformación y favorable a la restauración.

 

(19) Sobre las limitaciones al desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo humano y de las fuerzas productivas en general, véase Rapporti Sociali n. 3, pág. 13 y siguientes, y Rapporti Sociali nº 9/10, pág. 3, nota 2.

 

(20) La historia de la construcción del socialismo en la Unión Soviética se compone de las siguientes fases sucesivas y distintas en la lucha de clases:

- las revoluciones de 1917;

- la guerra civil y la lucha contra la agresión de los Estados de la Entente (1918- 1921), la Nueva Política Económica (NEP) y la reconstrucción (1921-1927);

- la colectivización de la agricultura (1927-1933);

- los planes quinquenales (el primero de 1928-1932, el segundo de 1933-1937, el tercero iniciado en 1938 y después interrumpido por la agresión de los Estados nazi-fascistas);

- la guerra antifascista (1941-1945);

- la reconstrucción (1946-1952).

La construcción del socialismo en la República Popular China se compone de las siguientes y sucesivas distintas fases:

- la fundación de la República Popular China (1949);

- la colectivización de la tierra (1949-1955);

- el primer plan quinquenal (1952-1956);

- el segundo plan quinquenal (1957, posteriormente interrumpido);

- el gran salto adelante y las Comunas (1958-1959);

- el reajuste (1959-1965);

- la revolución cultural proletaria (1966-1976).

 

(21) Sólo quien tiene una concepción idealista (la comunicación de ideas e imágenes puede determinar el movimiento de la sociedad en lugar de los factores económicos y materiales), o militarista (la represión policial puede mantener en pie una sociedad, en vez de los factores materiales), como la propaganda interesada de la burguesía imperialista, puede ocultar y ocultarse los factores objetivos que conciernen al carácter de clase de la sociedad socialista y que han determinado el desarrollo económico y la victoria sobre las agresiones externas. En su breve historia, los países socialistas lo han demostrado a todo el mundo.

 

(22) Un ejemplo de estos arqueólogos es Rudolf Bahro, ex-dirigente de la República Democrática Alemana (RDA), que en los años 70 tuvo su momento de gloria en los ambientes de la cultura burguesa de izquierda al publicar (en 1977) La alternativa. Contribución a la crítica del socialismo realmente existente. En este libro, sostenía la tesis de que el sistema social de los países socialistas (en cuya historia no hacía ninguna distinción de fases) era... despotismo asiático. ¡Lástima que no pudiera reconocer elementos esenciales y reconocibles de ese modo de producción, como las innumerables pequeñas economías locales cerradas y casi autosuficientes!

Otro ejemplo es el de los defensores del lugar común que presenta a los países socialistas como países de capitalismo de Estado. ¡Extraño capitalismo de Estado sin capitalistas! En efecto, si a la categoría de capitalismo de Estado le seguimos dando un contenido científico (o sea, históricamente determinado) y rechazamos transformarla en una categoría moral equivalente, a grandes rasgos, a una “sociedad autoritaria y malvada“, ¿cuál es la esencia del capitalismo de Estado? La sociedad burguesa alcanza el estadio del capitalismo de Estado cuando éste, con su política económica (fiscal, aduanera, monetaria, crediticia, comercial, de gastos y de servicios públicos, etc.) “dirige” a los empresarios capitalistas, cada uno de los cuales es libre de buscar la mejor valorización de su capital en el ámbito del ambiente económico creado, al menos en parte, por el Estado con las medidas antes indicadas. Una sociedad en la que se verifica esto presupone evidentemente la existencia de capitalistas como propietarios de los medios de producción y detentadores de la iniciativa económica y la existencia del Estado como “capitalista colectivo”, o sea, la asociación de capitalistas o, mejor, de los grupos capitalistas dominantes que así defienden e imponen sus propios intereses. El capitalismo de Estado se ha formado históricamente como “superestructura” del capitalismo. ¿Tiene esto algún parecido, por ejemplo, con la Unión Soviética tras el período de la NEP y de la colectivización del campo o con otros países socialistas? Si así fuese, la introducción de la economía de mercado y del capitalismo no sería la empresa difícil, si no desesperada, que se presenta aún hoy a los capitalistas después del hundimiento de los regímenes revisionistas.

Si se estudia la historia de algunos países cuya estructura económica había alcanzado el estadio del capitalismo de Estado en el momento en el que la superestructura del capitalismo de Estado se hundió junto a sus respectivos Estados (como Alemania, Francia e Italia al finalizar la II Guerra Mundial), se puede entender con claridad el carácter de esa superestructura llamada capitalismo de Estado y su relación con el capitalismo tradicional. Comparando esas situaciones con la actual de la Unión Soviética y de los países de Europa Oriental, se revela claramente la diferencia sustancial de situaciones. En las primeras, el derrumbe de la superestructura (del capitalismo de Estado) ha puesto al descubierto la base sustentadora del viejo capitalismo, que ha retomado su trabajo de reconstrucción de las superestructuras que le eran necesarias. En las segundas, el derrumbe de los regímenes revisionistas ha puesto al desnudo ante las narices de los que mantienen la ecuación “países socialistas-capitalismo de Estado” el problema de construir un capitalismo que no existe.

El origen real de esta comparación está en la psique de sus formuladores. Ellos han hecho el siguiente trayecto “lógico”: 1. la actual sociedad de los países socialistas es malvada, por tanto, no es socialista sino capitalista; 2, sin embargo, puesto que no existen capitalistas y los medios de producción son propiedad pública, sólo puede ser capitalismo de Estado. Dejemos que el lector juzgue la calidad científica o la seriedad de este “razonamiento”.

 

(23) No entran aquí, pues, las diferencias de fuerza, de inteligencia, de sexo, etc., con las que algunos tratan de sembrar la confusión y presentar como una caricatura o utopía nuestra lucha por la igualdad, la cual no sólo se plantea y hace posible sino es necesaria para el carácter colectivo de las fuerzas productivas y para el carácter unitario, a nivel mundial, del proceso de producción y reproducción de las condiciones materiales de existencia.

El hecho mismo de que sea el trabajo que los trabajadores efectúan el que les sitúa colectivamente en una condición social antes que en otra, el que crea, pues, la desigualdad social, confirma que esta condición no está determinada por las características físicas, intelectuales y morales de cada individuo. Por ejemplo, el aislamiento de un pastor de las relaciones sociales, es consecuencia de su trabajo y no de sus cualidades personales. La división no se establece entre individuos robustos y débiles, entre individuos inteligentes e individuos tontos, etc., sino entre los trabajadores que efectúan un determinado tipo de trabajo y los que realizan otro.

 

(24) Sobre el carácter de clase de las divisiones después mencionadas, véase también la nota 13 de este artículo.

 

(25) Esta tesis excluye la tesis de las “naciones proletarias“, así como toda otra formulación y nuevo planteamiento de esta tesis. La contradicción burguesía/proletariado divide a cada país en dos. Como la experiencia histórica ha demostrado, no obstante esta contradicción, que es la contradicción principal desde el punto de visita de la época, puede transformarse, en determinadas fases concretas del proceso de desarrollo de un país concreto, en contradicción secundaria, cediendo a otra el puesto principal. El ejemplo clásico es el paso de la contradicción burguesía/proletariado a contradicción secundaria en China durante el período 1936-1945 en el que cedió el papel de contradicción principal a la contradicción pueblo chino/imperialismo japonés.

Esta tesis se opone a las líneas adoptadas por algunos grupos políticos de los países imperialistas que definen como contradicción principal la contradicción entre el proletariado y los trabajadores autónomos (por ejemplo, la “línea anti-tenderos” de Lucha Comunista) o la contradicción entre trabajadores del sector privado y trabajadores del sector público (como en estos meses hacen aquí los sindicatos del régimen).

 

(26) Por esto, debemos hablar, en el caso de cada una de estas contradicciones, aunque ninguna de ellas se identifique con la contradicción burguesía/proletariado, de lucha entre dos clases, dos vías y dos líneas (es decir, entre burguesía y proletariado, entre vía al capitalismo y vía al comunismo, entre línea burguesa y vía proletaria). Véase al respecto también la nota 13 de este artículo.

 

(27) Los que no reconocen que la sociedad socialista es una sociedad plagada de contradicciones se dividen en dos grupos: 

- los desviacionistas de derecha, que afirman que no existe división de clases ni lucha de clases. Estos tratan de consolidar en cada contradicción el polo dominante y son partidarios de la consolidación de la fase alcanzada en lugar de su desarrollo y superación sucesivos. Por consiguiente, trabajan consciente o inconscientemente en favor de la restauración de las relaciones capitalistas de producción.

- los desviacionistas “de izquierda“, niegan también que exista división de clases y lucha de clases. Estos pretenden saltar el proceso de superación por etapas de las contradicciones y rechazan seguir y dirigir el movimiento concreto de las contradicciones. Rechazan dirigir la lucha que es, sin embargo, el único medio a través del cual el polo hoy más débil puede transformarse en el más fuerte. Son partidarios del igualitarismo absoluto e inmediato, de la abolición inmediata del Estado y de los cargos dirigentes, de la emancipación de las clases oprimidas “desde arriba” gracias a dirigentes iluminados, a “héroes”.

Un ejemplo que sirve de gran enseñanza y que muestra el error de los desviacionistas de “izquierda” es el hecho de que, cuando en 1950 el Ejército Popular de Liberación chino liberó el Tibet, el nuevo poder no abolió de golpe y por decreto la esclavitud en la que monjes (también propietarios terratenientes) mantenían a los trabajadores. En lugar de esto se dedicó a promover las condiciones para que los esclavos desarrollasen la lucha de clase contra sus amos hasta derrotarles. Los desviacionistas “de izquierda” no entienden que a veces un paso imprudente hacia delante puede llevar a retroceder o, viceversa, que a veces un paso atrás es la base necesaria para avanzar.

En la práctica, las dos desviaciones debilitan la lucha que es necesario llevar a cabo para hacer avanzar la transición del capitalismo al comunismo.

 

(28) Véase Mao Tse-tung: Sobre la justa solución de las contradicciones en el seno del pueblo (1957).

 

(29) Sobre el movimiento de las contradicciones, véase Mao Tse-tung: Sobre la contradicción, en Obras de Mao Tse-tung vol. 5, Ediciones Rapporti Sociali.

 

(30) Se trata de contradicciones que, en la sociedad burguesa, son muchas veces secundarias y están latentes. En la sociedad burguesa, se da por descontado que el personal dirigente de una fábrica sea una categoría distinta y enfrentada a los trabajadores: en la sociedad socialista, esta oposición se convierte en una aguda contradicción. Igualmente se da por descontado, que los dirigentes de las actividades económicas no respondan de sus decisiones ante los trabajadores y que éstas sean su asunto personal: en cambio, en la sociedad socialista se convierte en una aguda contradicción. Que en el ámbito del mercado capitalista el que posee recursos naturales perciba una renta de quien los quiera usar se da por descontado: en la sociedad socialista se convierte en una aguda contradicción. La lista podría continuar.

Teniendo esto en cuenta se entiende la causa material del estado de agitación y perturbación, de la heterogeneidad de ordenamientos y soluciones, de la superposición de papeles, de la permanente inestabilidad de las instituciones y de las normas, de los persistentes movimientos de masas que han caracterizado a la sociedad socialista en la primera fase de su historia, en singular contraste con la estabilidad y capacidad de resistencia demostrada ante las agresiones, el sabotaje y el bloqueo, debida a su carácter de clase, a la gran capacidad de la clase obrera de unirse y unir en torno a ella a los demás trabajadores.

En este terreno, está claro el contraste entre la primera y la segunda fase de la historia de los países socialistas. En efecto, la segunda fase se caracteriza por la búsqueda de orden, de consolidación y estabilidad, por la clara y creciente diferenciación de papeles y competencias, por la reaparición de una detallada y abarcadora definición de normativas y la uniformidad de reglamentos y soluciones, por la estabilidad de las instituciones y por la ausencia de movimientos de masas. Esto mismo en singular contraste con la ruina que estaba produciendo y el derrumbe que se gestaba.

 

(31) C. Marx: Crítica del programa de Gotha (1875); F. Engels: Anti-Dühring, parte 3, cap. 5 (1877).

 

(32) V.I. Lenin, entre otras, las obras:

Estado y revolución (1917); Las tareas inmediatas del poder soviético (1918); La revolución proletaria y el renegado Kautsky (1918); Economía y política de la época de la dictadura del proletariado (1919); Prefacio a la edición del discurso Como se engaña al pueblo con las consignas de libertad e igualdad (1919); El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo (1920); Informe sobre la sustitución del cobro de los excedentes por el impuesto en especie; Décimo Congreso del PC(b) de Rusia (1921).

 

(33) J.V. Stalin: Sobre el Proyecto de Constitución de la URSS (1936).

 

(34) J.V. Stalin: Informe al XVIII Congreso del PCUS (1939).

 

(35). J.V. Stalin: Problemas económicos del socialismo en la URSS (1952), reproducido en parte en Rapporti Sociali nº 3, pág. 22 y siguientes.

 

(36) Véanse al respecto, entre otras, las siguientes obras: A propósito de la experiencia histórica de la dictadura del proletariado (1956); Sobre las diez grandes relaciones (1956); Sobre la justa solución de las contradicciones en el seno del pueblo (1957); El pseudocomunismo de Kruschev y las enseñanzas históricas que da al mundo (1964); La clase obrera debe ejercer su dirección en todos los campos (1968); Celebremos el Cincuentenario del Partido Comunista de China (1971); Las bases sociales de la camarilla antipartido de Lin Piao (1975); La dictadura completa sobre la burguesía (1975).

La base teórica (filosófica) para comprender justa y fácilmente estas obras se encuentra en: Sobre la contradicción (1937), en Obras de Mao Tse-tung vol.5, Ediciones Rapporti Sociali.

 

(37) El caso más ilustre es el de Fidel Castro. Sin embargo, a este grupo pertenecen también algunos otros dirigentes de los movimientos revolucionarios de países del Tercer Mundo. Para algunos de ellos, uno de los motivos de su alineamiento junto a los revisionistas modernos es el de aprovechar las oportunidades que la política (burguesa) de gran potencia mundial, llevada a cabo por el Estado soviético y por sus aliados del COMECON en competencia con el Estado imperialista norteamericano y sus aliados, parecía ofrecer a los movimientos revolucionarios de las semicolonias. Hoy, éstos se encuentran ante los efectos del derrumbe de esa política de gran potencia y están particularmente expuestos a los renovados ataques del imperialismo en el plano económico, político y militar.

Para evitar malentendidos subrayamos que el reconocimiento de este papel negativo, de apoyo a los revisionistas modernos en el contexto del movimiento revolucionario mundial, no anula el papel positivo que el movimiento revolucionario de las semicolonias ha tenido en el movimiento revolucionario mundial y, ni mucho menos, el papel positivo que tiene la resistencia actual de estos movimientos revolucionarios ante la renovada y cada vez más arrogante agresión del imperialismo. Ahora que el revisionismo moderno está en crisis y con ello su política de gran potencia, los movimientos revolucionarios de las semicolonias se encuentran objetivamente ante una encrucijada ineludible: ceder ante el imperialismo o resistir y llevar adelante la revolución, basándose en sus propias fuerzas, en el movimiento revolucionario mundial y en las contradicciones del campo enemigo.

En el pasado, algunos movimientos revolucionarios de las semicolonias han creído que podían manejar al revisionismo moderno; por el contrario, ha sido el revisionismo moderno el que los ha manejado ellos para engañar a los trabajadores. En nuestro caso, basta ver la energía que se ha restado a la actividad revolucionaria para llevar a cabo estériles y supuestas operaciones de apoyo a esos movimientos revolucionarios.

 

(38) Un caso ilustre de este grupo es C. Bettelheim. Este, en su obra Lucha de clases en la URSS (escrita entre 1974 y 1980), llega a la conclusión que la Revolución de Octubre era una revolución... burguesa y que el régimen social de la Unión Soviética era capitalismo de Estado. Con respecto a esta tesis nos remitimos a todo lo dicho en la nota 22 de este artículo.

En cuanto a los grupos partidarios de Bordiga hasta Lucha Comunista, etc., para estos presuntos leninistas y seguidores del Lenin (que elaboró la teoría general y universal, según la cual, las revoluciones antiimperialistas de liberación nacional de la época imperialista forman parte de la revolución proletaria mundial y la línea de alianza del proletariado con el campesinado en los países imperialistas y con los pueblos de los países oprimidos), todas las revoluciones de nuestra época son..., según ellos, burguesas: ¡amén!

 

(39) En el bagaje ideológico de la burguesía, además del idealismo, también se encuentra el materialismo mecanicista. Según los teóricos de esta escuela, la estructura de la sociedad determina de manera unívoca y directa todo lo que sucede, paso tras paso. Si el revisionismo moderno ha tenido éxito es que sólo podía ser así. O sea, que el avance hacia el comunismo era imposible. Esta concepción, aparentemente tan “marxista”, revela su estrecha afinidad con la tesis que los burgueses proclaman exultantes: “¡El comunismo ha fracasado porque es contrario a la naturaleza humana!”. Efectivamente, el comunismo es contrario a la naturaleza humana... del capitalista. En cuanto a la naturaleza humana del proletario, al menos se debería observar que ésta se encuentra desgarrada y es esquizofrénica: si es cierto que no avanza hacia el comunismo, es igualmente cierto que se rebela persistentemente contra el capitalismo. Los marxistas afirman que lo que los metafísicos (tanto idealistas como materialistas) llaman naturaleza humana está históricamente determinada por las relaciones de producción a las que los hombres están ligados y refleja en sí mismo el carácter contradictorio de las mismas relaciones de producción.

 

(40) Véanse al respecto:

 - en Rapporti Sociali nº 5/6: Il crollo del revisionismo moderno y Contribución al balance de la experiencia de los países socialistas en pags. 5-18 de este folleto;

 - en Rapporti Sociali nº 7: Ancora sul bilancio dell’esperienza dei paesi socialisti y Democrazia y socialismo;

 - en Rapporti Sociali nº 8 y en las pags.19 -31 del presente folleto: La restauración del modo de producción capitalista en la Unión Soviética.

 

(41) Vale la pena señalar que los revisionistas modernos descuidaron de forma particular y descarada la reducción del trabajo manual permitida por el desarrollo tecnológico, con absoluto desprecio por la fatiga y las condiciones de trabajo insalubres a los que seguían condenados millones de trabajadores de los países socialistas.

 

(42) En la República Popular de China, la conquista del poder por parte de los revisionistas es relativamente reciente (de hace casi quince años) y es probable que aún transcurra mucho tiempo antes de que su dirección malgaste los recursos económicos y de estabilidad política creados en la fase precedente de la sociedad socialista, hasta el punto de llevar su régimen al derrumbe. Esto explica la singularidad del rumbo actual de la RPCh que la distingue claramente de otros países socialistas.

 

(43) La superproducción de capital genera superproducción de mercancías porque disminuye el porcentaje de capital destinado a cumplir el proceso D-M-T-M’-D’ (Dinero-Mercancías-Trabajo-Nuevas Mercancías-Más Dinero), y, por consiguiente, la demanda de nuevos medios de producción por parte de los capitalistas y de bienes de consumo por parte de nuevos obreros (empleados para hacer funcionar los nuevos medios de producción) no está en condiciones de absorber toda la oferta en la que está materializado el capital como resultado del proceso productivo. De hecho, una manifestación característica de la crisis de superproducción absoluta de capital es el crecimiento exagerado del uso financiero del capital. En cada empresa las actividades financieras (operaciones de cartera) se convierten en el sector regulador de la vida de la empresa. En la actividad económica global a nivel mundial, las operaciones financieras asumen totalmente un papel dirigente.

 

(44) Con relación a este tema, se puede ver en particular Rapporti Sociali nº 8, pág. 24 y siguientes y las págs.19 -31 del presente folleto.