La crisis actual: crisis de superproducción de capital

Sumario
giovedì 20 luglio 2006.
 

Sumario


  1. Presentación
  2. Por el debate sobre la causa y naturaleza de la crisis actual
  3. La crisis actual: crisis de superproducción de capital


3. LA CRISIS ACTUAL:

CRISIS DE SUPERPRODUCCIÓN DE CAPITAL

(Rapporti Sociali, n. 0, septiembre de 1985)

1. El límite histórico del capitalismo

2. Plusvalía y plustrabajo

3. Inevitabilidad de la superproducción de capital.

4. El consumismo: arma de doble filo

 NOTAS

 Ediciones en Lenguas Extranjeras (EiLE)

 

“Por tanto, el único método indicado de tratar la cuestión era el lógico. Pero éste no es, en realidad, más que el método histórico, despojado únicamente de su forma histórica y de las contingencias perturbadoras. Allí donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente consecuente, de la trayectoria histórica; una imagen refleja corregida, pero corregida con arreglo a las leyes que brinda la propia trayectoria histórica; y así, cada factor puede estudiarse en el punto de desarrollo de su plena madurez, en su forma clásica”.

(La contribución a la crítica de la economía política, de Carlos Marx, F. Engels, agosto 1859).

 

Desde los años 70 todo el sistema capitalista está plagado de evidentes y variadas manifestaciones de malestar económico, cuyos primeros síntomas se comenzaron a ver a finales de los años 60.

No se trata de una de las numerosas y recurrentes recesiones de corta duración que jalonan también el período de nuevo florecimiento del modo de producción capitalista (1945-1970) que sucedió a las destrucciones y conmociones del período 1914-1945. Se trata de un fenómeno prolongado, que se manifiesta en todo el mundo, si bien de forma más acentuada en unos países y sectores que en otros. Se ha iniciado una nueva gran crisis histórica del modo de producción capitalista, acentuándose con ella todas las contradicciones entre las clases, Estados y sistemas.

¿Cuál es la causa estructural de estas crisis históricas características de la fase suprema del capitalismo, la fase del predominio del capital financiero y de los monopolios? A esta pregunta responden las páginas siguientes. Con la advertencia de que, como en todo discurso serio sobre el sistema económico capitalista, no pretendemos abarcar todos los aspectos de la realidad, sino únicamente ilustrar la tendencia principal que se abre paso a través de impulsos y retrocesos, avances y repliegues: de movimientos contradictorios cuyo significado real sólo se puede comprender a la luz de la tendencia principal.

 

1. El límite histórico del capitalismo

 

En realidad, la crisis actual es una crisis de superproducción de capital, la segunda crisis general de superproducción absoluta de capital. Esta es una verdad que ningún burgués u oportunista se atreve a encarar, porque la burguesía no tiene ante ella otra perspectiva que no sea terrorífica: es la manifestación del límite histórico del modo de producción capitalista.

La superproducción de capital no equivale a superproducción de mercancías. Es una banalidad constatar que hoy también existe superproducción de mercancías, porque no podía ser de otra manera. Cuando el mercado se contrae existe superproducción de mercancías, es decir, se producen más mercancías de las que se pueden vender con beneficio; igualmente se da un subconsumo, es decir son adquiridas menos mercancías de las que se producen; también existe desproporción entre sectores, es decir algunos sectores absorben menos de lo que producen los sectores complementarios, o viceversa, algunos sectores producen más de lo que pueden absorber los sectores complementarios. Todo esto (superproducción de mercancías, subconsumo, desproporción) es una manifestación, pero no la causa de la crisis actual, al igual que es un síntoma, pero no la causa de la enfermedad de una persona, el hecho de que tenga fiebre o se encuentre sin fuerzas. No se trata de poner en cuestión la existencia o no de estos fenómenos, sino de saber si éstos son la causa motriz de la crisis o simplemente síntomas de ella. En la historia de la sociedad burguesa ha habido tanto crisis de superproducción de mercancías y crisis de subconsumo, como crisis de desproporción.

Las crisis de superproducción de mercancías se desarrollan de la siguiente forma: las ventas van viento en popa, los precios aumentan, los capitalistas se lanzan a ampliar la producción, las fábricas trabajan a pleno ritmo, las salidas aumentan, pero a un ritmo menor del que se incrementa la producción hasta llegar a un punto en el que las ventas se estancan y después caen; una masa de mercancías es invendible, quiebras, caídas de precios, cierres de fábricas, desempleo. Por tanto, es una crisis generada por el desarrollo rápido e impetuoso del volumen de la producción en uno o más sectores, lo que provoca un malestar general.

Igualmente se genera una crisis de subconsumo cuando cesa más o menos bruscamente la utilización de algunos productos, se cierren más o menos bruscamente algunas salidas comerciales.

En la sociedad burguesa, las cantidades producidas y les cantidades empleadas globalmente son el resultado de millones de acciones independientes y contradictorias de capitalistas e individuos (coordinadas y dirigidas sólo hasta cierto punto por asociaciones y gobiernos), siendo la norma el desajuste entre unas y otras y la coincidencia una excepción. En cada crisis concreta es necesario prestar atención al movimiento que la ha producido, si se ha debido a un aumento repentino de la producción de uno o más productos fundamentales, si se ha producido la interrupción brusca de algunas salidas fundamentales o bien por otras razones. En apariencia, en cada crisis existen tanto superproducción y subconsumo como desproporción.

 

2. Plusvalía y plustrabajo (*)

 

¿En qué consiste la crisis por superproducción absoluta de capital?

Examinemos el ciclo de valorización del capital total, es decir el proceso mediante el que un capital de cierta magnitud, haciendo trabajar a los obreros, se transforma en un capital de mayor magnitud.

El capital C se valoriza produciendo una plusvalía PV. Ahora el nuevo valor (C+PV) debe a su vez valorizarse nuevamente. Esto requiere nuevas iniciativas (desarrollo extensivo) o un aumento de la composición orgánica en los viejos campos de aplicación del capital basado en el crecimiento de la composición técnica (desarrollo intensivo). El nuevo capital C’ = (C+PV) debe pues valorizarse produciendo una nueva plusvalía PV’. Si el nuevo capital C’ se emplea con una más alta composición técnica y orgánica, es necesario examinar como va la producción de plusvalía. Se pueden dar situaciones profundamente distintas. Examinemos las siguientes (empleando, para representar los ciclos de valorización, las expresiones usadas por Marx en El Capital, libro 1°, tercera sección, al que remitimos para mayores aclaraciones):

 

 

 c  v pv p

 

 

1. 100 + 50 + 50  = 200  p’ = 33,3 % s = 100%

2.1 185 + 15 + 25  = 225  p’ = 12,5 % s = 166%

2.2 170 + 30 + 50  = 250  p’ = 25 % s = 166%

2.3 162,5 + 37,5 + 62,5 = 262,5 p’ = 31,2 % s = 166%

2.4 155 + 45 + 75  = 275  p’ = 37,5 % s = 166%

 

 

 

c = capital constante

v = capital variable

c+v = capital total

pv = plusvalía extraída

p’ = cuota porcentual de ganancia = 100 pv / (c+v)

p = capital total al finalizar el ciclo

s = cuota porcentual de plusvalía = 100 pv/v

(Los números utilizados son simples ejemplos)

 

El caso 1. es el primer ciclo de valorización, el que consideramos que ya ha tenido lugar y concluido: el capital era, a comienzos del ciclo C= 150, ahora se ha acrecentado y ha pasado a ser C’=200. Los casos 2.1, 2.2, 2.3 y 2.4 son los cuatro posibles casos del segundo ciclo de valorización, todos con un capital total de 200 y distintas composiciones orgánicas.

Supongamos que en el caso 1 el capital ha empleado 10 obreros que han realizado 5 horas de trabajo necesario y 5 de plustrabajo.

El caso 2.1 puede ser el resultado del capital de 200 que emplea 4 obreros que realizan 3+3/4 horas de trabajo necesario y 6+1/4 de plustrabajo.

El caso 2.2. puede ser al resultado del capital de 200 que emplea a 8 obreros que realizan 3+3/4 horas de trabajo necesario y 6+1/4 de plustrabajo.

El caso 2.3. puede ser al resultado del capital de 200 que emplea a 10 obreros que realizan 3+3/4 horas de trabajo necesario y 6+1/4 de plustrabajo.

El caso 2.4. puede ser al resultado del capital de 200 que emplea a 12 obreros que realizan 3+3/4 horas de trabajo necesario y 6+1/4 de plustrabajo.

Si la nueva composición orgánica lleva a un ciclo de valorización como el 2.4 no hay ningún problema; aumentan la cuota de ganancia, la cuota de plusvalía y la masa de plusvalía.

Si la nueva composición orgánica lleva a un ciclo de valorización como el 2.3, surgen problemas debido al hecho que la tasa de ganancia disminuye. Pero dado que la masa de plusvalía aumenta, todo el nuevo valor C’ es empleado como capital. La competencia entre capitales se acentúa.

Si la nueva composición orgánica llevase a un ciclo de valorización como el 2.2, u otro peor, como el de 2.1, el valor con el que ha acabado el primer ciclo, C+PV, no puede emplearse todo como capital en el siguiente ciclo de valorización. Ningún capitalista aceptará emplear un capital mayor para obtener una masa de plusvalía menor o igual a la que obtiene empleando un capital menor. Obviamente aquí nos referimos a las condiciones de valorización del capital total.

Aquí se produce la superproducción de capital: se ha terminado el ciclo anterior con más valor del que puede ser empleado como capital en el ciclo siguiente.

A esta crisis de superproducción de capital se refería Marx cuando decía expresamente: “es decir, tan pronto como el capital acrecentado sólo produjese la misma masa de plusvalía o incluso menos que antes de su aumento, se presentaría una superproducción absoluta de capital (o sea, extendida a todas las ramas de la producción); es decir, el capital acrecentado C + DC no produciría mas ganancia, sino incluso, tal vez, menos que el capital C antes de acrecentarse con DC”. (Marx, El Capital, libro 3°, Ed. F.C.E. , 1948, p. 249).

 

3. Inevitabilidad de la superproducción de capital.

 

¿Se producen necesariamente en la sociedad burguesa situaciones de superproducción absoluta de capital?

Tomemos como ejemplo un mundo completamente sometido al capital.

Es inevitable que se llegue a situaciones de superproducción de capital. De hecho, a cada aumento de la composición orgánica, el capital reduce la masa de trabajo que emplea

en paridad con la cantidad del valor de uso producida.

En el caso 1. el capital emplea 10x (5+5) = 100 horas de trabajo.

En el caso 2.1 el capital emplea 40 horas de trabajo; en el caso 2.2, 80 horas de trabajo.

Esta es una tendencia constante y necesaria del capital. La masa de trabajo empleada por el capital (en correspondencia con la misma cantidad del valor de uso producida) tiende a cero. El valor conservado tiende continuamente a crecer con respecto a la cantidad del nuevo valor producido. No vale objetar que la masa de trabajo expulsada de la producción será empleada en definitiva (es decir, entre convulsiones y contradicciones, a largo plazo) en la producción de nuevos y más potentes medios de producción. Ya sea porque el capital solamente adopta un nuevo medio de producción si el ahorro de trabajo vivo pagado que obtiene con su utilización es superior a la diferencia entre la cantidad de trabajo vivo (pagado y no pagado) requerida por el nuevo medio de producción y la cantidad de trabajo pagado y no pagado requerida por el viejo medio de producción; ya sea porque (como ya hacía observar Marx hace más de 120 años) la eficacia o potencia de los nuevos medios de producción no es de ninguna manera proporcional a la cantidad del trabajo inmediato requerida para su producción, sino que depende más bien de la utilización que se hace en la producción del patrimonio científico y cultural acumulado por la humanidad.

Es cierto que, a cada aumento de la composición orgánica, el capital reduce también el trabajo necesario (y por tanto aumenta el plustrabajo) con respecto a la masa de trabajo empleada. Pero el aumento del plustrabajo, por más que se produzca, sólo puede tener lugar dentro de unos límites bien definidos. Si la jornada de trabajo es de 10 horas (pero al mismo resultado se llegaría también si fuese de 24 horas), la masa de plustrabajo que el capital puede extraer a cada obrero no puede ser más que inferior, por mucho que se aproxime a 10 horas al día.

Así pues, si el capital, a medida que se acrecienta, emplea (a igual cantidad de valor de uso producida) un número decreciente de trabajadores (con límite cero), pero no puede aumentar la cantidad de plustrabajo extraído a cada trabajador individualmente más allá de la cantidad determinada por la duración de la jornada de trabajo (duración que, más allá de los límites históricos, políticos y sociales, tiene de todos modos el límite máximo de 24 horas), ello hace necesario que se llegue a un punto a partir del cual un posterior acrecentamiento del capital comportaría la diminución de la masa de trabajo excedente extraída, masa que es el producto del número de trabajadores empleados por el plustrabajo extraído a cada trabajador.

A esto se podría objetar que el resultado por el que un capital C + DC produce una plusvalía PV’ menor que la plusvalía PV producida solamente por el capital C, no es más que un simple juego matemático. Porque, se podría argumentar que si C produce una plusvalía PV, el nuevo capital DC puede producir por su parte una plusvalía, tan pequeña como se quiera, o incluso ninguna, pero la plusvalía total producida por el capital C + DC nunca será menor que la plusvalía producida sólo por C.

Pero quien plantea esta objeción olvida que la plusvalía no es “producida” por el capital, sino por los trabajadores empleados por él.

Quien hace esta objeción razona como si se tratase de la producción de un huerto: si los 100 manzanos que hay en un huerto producen 200 quintales de manzanas, y si se plantan otros 10 nuevos manzanos, por poco o nada que produzcan nunca se logrará una producción inferior a los 200 quintales de manzanas. Lo que es evidente, a no ser que la plantación de los 10 nuevos manzanos revolucione también las condiciones de germinación, floración, etc., de los 100 manzanos anteriores.

Esto es precisamente lo que le sucede al capital. El capital-padre C que ha generado al capital-hijo pv, forma ahora con él un capital nuevo e indistinto (el Espíritu Santo) en el que han desaparecido las personas del padre y del hijo y que existe como una nueva y única persona. El empleo de la plusvalía como capital revoluciona y debe revolucionar también las condiciones de empleo del viejo capital, determinando asimismo una más alta composición orgánica de todo el capital, es decir, una relación más elevada entre el valor del capital constante y el valor del capital variable y una cuota de plusvalía distinta.

(...)

 

4. El consumismo: arma de doble filo

 

Hemos visto antes que si no se produce un aumento continuo de la cantidad de valores de uso, de bienes producidos, el modo de producción capitalista va a caer, necesariamente, en la superproducción absoluta de capital.

También hemos visto al mismo tiempo, que el modo de producción capitalista condena a los hombres a aumentar continuamente la cantidad de objetos producidos, so pena de no poder producir más y de no poder gozar ni siquiera de la cantidad producida ayer, independientemente de las necesidades y de la voluntad de los hombres mismos.

Para evitar la crisis de superproducción de capital, el aumento de la cantidad de bienes producidos debe ser además tal que ella implique la explotación de un número de trabajadores tal que el plustrabajo total extraído en cada ciclo de valorización sea superior al extraído en el ciclo precedente.

¿Es posible, en el ámbito de un mundo totalmente sometido al capital, un aumento continuo y en una medida adecuada de la cantidad de bienes producidos?

El capital, en el curso de su historia, y particularmente en el período de su decadencia (a grosso modo, desde principios del siglo XX), ha aumentado y sigue aumentando continua y enormemente la masa de valores de uso producidos en su ámbito, variando sus características, inventando otras nuevas, precisamente porque éste es uno de los instrumentos para prolongar su agonía, para aumentar esa parte del valor total producido que pueda valorizarse posteriormente (1). Aquí tiene su base la necesidad del modo de producción capitalista de aumentar continuamente la cantidad de valores de uso producidos, y por tanto aquí encuentran también su primera explicación racional las diversas formas concretas que este aumento ha asumido (armamentos, carrera espacial, consumismo, etc.). Obviamente, no es necesario que las mercancías producidas de forma creciente sean bienes de consumo de masas o no, pero aquí se da la posibilidad del consumismo, posibilidad históricamente surgida en la mayor parte de los países imperialistas.

Pero si el consumismo es, por una parte, una válvula de escape de las dificultades del modo de producción capitalista, por otra, al igual que las otras formas de aumento de la cantidad de valores de uso producidos, topa con límites que es útil aclarar.

1. Algunos consumos se pueden aumentar mucho (cuatro televisores por familia en vez de uno), otros menos, tanto por razones naturales (un individuo no puede comer más que una cierta cantidad de comida al día) como por razones sociales. La universalidad del individuo con relación al consumo no es compatible con su condición de esclavo asalariado. La universalidad en el consumo, que se forma sólo con el tiempo y en determinadas condiciones sociales, conlleva la universalidad de gustos, actitudes e intereses. La universalidad en el consumo requiere tiempo para gozar de la riqueza. La universalidad en el consumo presupone y genera intereses, inteligencia, curiosidad, autonomía, etc.; todas estas cosas son rigurosamente impropias del trabajador asalariado: “Se os paga para trabajar, no para pensar; para eso se paga a otros” (Taylor).

2. Por mucho que el capitalismo haga (espontáneamente) del consumo un instrumento de sometimiento y alienación del trabajador, antes o después llega el momento en que el trabajador en vez de consumir más, escoge trabajar menos y por tanto se vuelve menos dócil durante el mismo proceso de producción (absentismo, inestabilidad de la fuerza de trabajo, etc.) y más reacio a la solicitud del capitalista de intensificar el trabajo y trabajar en condiciones insalubres. El capital ha concebido el aumento del consumo como medio para hacer trabajar más y mejor el trabajador, como medida de “política interna”. Como una zanahoria a combinar con el palo. Llegado a un cierto punto, el instrumento de paz social se transforma en su contrario.

3. El desarrollo del consumismo choca con la necesidad del capital de reducir la cuota de trabajo necesario y aumentar la cuota de plustrabajo. Es la vieja canción: cada capitalista quisiera que sus obreros fueran sobrios en el consumo y que los obreros de los demás, como compradores de sus mercancías, contaran con mucho dinero. Y el aumento de la plusvalía extraída a cada obrero es tanto más necesario a cada capitalista a medida que avanza la superproducción de capital, como se ha visto más arriba.

Pero el modo de producción capitalista y el sistema de producción mercantil (producir para vender) conllevan, por su misma naturaleza, limitaciones al aumento indefinido de la cantidad de productos a consumir, ya se trate de bienes de consumo o de medios de producción.

a) Producir objetos como valores de cambio, es decir, mercancías, supone un límite al crecimiento de la producción; una mercancía sólo puede ser producida sólo si, en otro lugar, otros capitalistas completamente independientes han producido otra mercancía que pueda ser cambiada por la primera y que, por tanto, sea equivalente en términos de valor de cambio y adecuada en términos de valor de uso.

Se puede realizar un trabajo si solamente se realiza otro correspondiente en cantidad y calidad. Y aunque el sistema de crédito pone remedio, en alguna medida, a los efectos más restrictivos de esta condición, permitiendo escapar a la exigencia de estrecha contemporaneidad de ambos resultados, el límite es sin embargo real y los efectos están a la vista. Para que la producción de una mercancía tenga un resultado beneficioso, es necesario que sea producida también una segunda, de lo contrario no se producirá ni siquiera la primera. Un agricultor no producirá trigo si al mismo tiempo un industrial no produce telas o herramientas, y no porque el agricultor no pueda producir igualmente trigo si no tiene a su disposición telas o herramientas (del mismo modo en que no puede producir trigo si no dispone de semillas, tierra, etc.), sino que no lo producirá debido a que no conseguirá vender el trigo producido. En el marco de las relaciones mercantiles entre los individuos las cosas no pueden ser de otra manera.

b) Producir objetos en el ámbito de las relaciones capitalistas de producción conlleva también otro límite al crecimiento indefinido de la cantidad de objetos producidos: un objeto se produce no sólo para poder ser vendido, sino para ser vendido con un beneficio adecuado para quien es el dueño de su producción. Cuando por cualquier motivo esto no sucede, entonces la producción se interrumpe inevitablemente. Las condiciones de la circulación, de la transformación del capital-mercancía en capital-dinero, repercuten inmediatamente sobre la misma producción, con un efecto en cadena: la interrupción de la producción en un punto elimina no sólo la oferta de una cierta cantidad de objetos, sino también la demanda de medios de producción y de bienes de consumo que se derivan de ella y, por tanto, elimina la posibilidad de que otros sectores puedan vender sus productos con un beneficio adecuado.

c) La sociedad burguesa, en su desarrollo concreto, se pone a sí misma límites al crecimiento de la producción tanto de bienes de consumo como de medios de producción. Desde hace casi cien años el mundo reúne las condiciones materiales para la superación del modo de producción capitalista. Ello ha comportado el paso de la burguesía del campo revolucionario al campo conservador: esta clase ha dejado de ser la instigadora de la subversión y de la transformación del estado de cosas existente, de las relaciones sociales existentes, ha dejado de ser la instigadora de la movilización de masas y tiende a la conservación de lo existente porque siente que en cada amplio movimiento de masas está presente el peligro de su final; habiendo extendido a todo el mundo la red de sus intereses y de sus negocios, toda subversión del orden social y económico en una parte del mundo conlleva la ruina para los intereses establecidos de algunos grupos burgueses y, dentro de la propia burguesía, sólo puede encontrar apoyo, a lo más, en la lucha de un grupo burgués por instaurar sus intereses en detrimento de los de otro grupo burgués. Actualmente, cuando un burgués grita contra los privilegios, la barbarie, los intereses establecidos, los derechos humanos quebrantados, podemos estar seguros de que en realidad grita simplemente porque los intereses de otro grupo burgués se han convertido en un impedimento para sus nuevos apetitos o han entrado en colisión son sus intereses.

Algunos capitalistas euro-americanos, por ejemplo, son favorables a la independencia de Namibia y a la abolición de las leyes de segregación racial en la República Sudafricana (Azania) porque cuentan con poder asentar más firmemente sus negocios y extenderlos a costa de los dominadores actuales; pero aún más temen que la movilización de las masas indígenas, necesaria para conseguir estos resultados y que sería impulsada por la consecución de los mismos, les arrolle también a ellos y contagie a otros pueblos africanos. Una situación bien distinta de la que se daba cuando, siendo el modo de producción capitalista el máximo resultado alcanzado por la organización social, la burguesía era la promotora de todo movimiento revolucionario.

Este es el motivo por el que la sociedad burguesa sostiene, apoya y mantiene en pie sistemas económicos, políticos y sociales atrasados (como la sociedad tribal y esclavista de Arabia Saudí), basando en ellos la defensa de sus propios intereses, ya que su desaparición perturbaría y amenazaría globalmente el orden social burgués. Y ello aunque dichos regímenes atrasados limiten el desarrollo en profundidad del modo de producción capitalista y aunque su destrucción (cuando se produce, a pesar de la resistencia de la sociedad burguesa, en el curso de algunas de sus periódicas convulsiones) pueda abrir nuevos campos de acción al capital y por tanto a un aumento de la producción capitalista y a una explotación más eficaz (más racional, como dicen los apologetas del capitalismo) de las poblaciones locales y ofrecer así una nueva bocanada de oxígeno al modo de producción capitalista.

Todos estos límites al aumento indefinido de la cantidad de objetos producidos, límites inherentes al modo de producción capitalista y que a su vez hacen imposible el desarrollo continuo de una sociedad burguesa cerrada, conllevan que esta sociedad se vea sometida a crisis de superproducción de capital (2). (...)

 

NOTAS

 

(1) Aquí, como en otros puntos, se muestra una concatenación entre las exigencias del modo de producción capitalista en general y la acción efectiva de los capitalistas. Esto puede llevar a pensar que la evolución de la sociedad capitalista es fruto de la comprensión de éstas (exigencias) por parte de los capitalistas y de su consiguiente voluntad de perpetuarlo, o que el capital es un señor que, como un dios antiguo, es superior a nosotros, personas normales y corrientes, y piensa y actúa por encima de nuestras cabezas. En realidad, no existe ningún dios y esta concatenación entre exigencias y acciones no existe en la mente de ningún capitalista, ya que cada uno de ellos se ve impulsado en sus acciones por otras y mucho más inmediatas y modestas motivaciones. Las leyes del capitalismo existen y actúan (objetivamente) en las mismas cosas sin que los funcionarios del capital (los capitalistas) tengan, muy a su pesar, ninguna conciencia de ellas. La cuestión de saber porqué las cosas siempre siguen inconscientemente esas leyes es fruto de una inversión idealista de la relación entre pensamientos o ideas y cosas. Lo que supone tanto como saber cómo la imagen de un espejo puede transformarse en una persona de carne y hueso, que además se le parece. Sobre ello una multitud de académicos idealistas podría escribir bibliotecas enteras.

 

(2) En el libro segundo de El Capital, Marx demuestra que en una sociedad puramente capitalista cerrada, la reproducción puede llevarse a cabo sin problemas si se respetan algunas condiciones (pero nada a priori garantiza o hace posible que sean respetadas). Las reflexiones que desarrollamos en este artículo no contradicen en absoluto las argumentaciones de Marx, simplemente porque Marx no tiene en cuenta en su obra las eventualidades de que la productividad del trabajo y la composición orgánica del capital varíen al pasar de un ciclo productivo a otro: precisamente estas eventualidades son las que aquí hemos examinado. Hemos de precisar que toda la argumentación desarrollada hasta ahora no tiene nada que ver con un replanteamiento de la teoría del derrumbe del capitalismo: por el contrario, en esa argumentación se pone claramente de manifiesto tanto el carácter transitorio del modo de producción capitalista y los problemas que implica su supervivencia más allá de la fase en que fue el marco más favorable para el desarrollo humano, como que ninguna situación concreta jamás está privada de una vía de salida inmediata.

 

(*) Nota del traductor: Hemos traducido al castellano la palabra italiana pluslavoro por el neologismo de plustrabajo, en lugar de las de trabajo sobrante o trabajo excedente, frecuentemente utilizadas en las traducciones al castellano de los clásicos del marxismo, por considerar que es la acepción que mejor recoge el sentido que le dieron Marx y Engels.

 

 

 

Ediciones en Lenguas Extranjeras (EiLE)

Roma, 01.11.2001

El renacimiento del movimiento comunista es por su propia naturaleza un acontecimiento internacional. El revisionismo ha sido una degeneración internacional del movimiento comunista, ha afectado a aspectos universales del mismo y su éxito internacional se ha debido a los límites universales del viejo movimiento comunista (v. La Voce n. 2 pág. 31 y siguientes). El renacimiento del movimiento comunista sólo puede hacerse realidad como fenómeno internacional, si bien en tiempos y bajo formas diferentes de uno a otro país. La superación de los límites universales, aunque se lleve a cabo a nivel de un único país, compete a todo el mundo y supone por consiguiente una contribución universal de quien la aporta al movimiento comunista internacional. Pensar que el movimiento comunista puede renacer y avanzar indefinidamente solamente en un país, en base, exclusivamente, a sus propias fuerzas, independientemente de lo que suceda en otros países, sin contar con el apoyo proveniente de ellos y sin que ello tenga una repercusión general, es una concepción errónea, una desviación nacionalista.

La conclusión a la que debemos llegar no es la de que debamos esperar a que el problema nos venga resuelto del exterior o la de que ya hoy haya que plantearse en términos organizativos el objetivo de construir la segunda Internacional Comunista. La conclusion es la de que en nuestro trabajo por construir el (nuevo)Partido comunista italiano debemos

 

1. aprender del extranjero y dar a conocer ampliamente en Italia cada éxito logrado por el movimiento comunista en uno u otro país: cada iniciativa de solidaridad internacionalista que parta de nosotros contribuirá ante todo a desarrollar el movimiento comunista en nuestro país, a combatir la desconfianza en el comunismo, a contrarrestar la campaña derrotista que la burguesía imperialista lleva a cabo bajo la enseña de la consigna "el comunismo ha muerto" y a acumular fuerzas;

 

2. dar a conocer en el extranjero cuantas aportaciones del movimiento comunista italiano consideremos dignas de interés y participar en la lucha internacional para realizar un justo balance del movimiento comunista, analizar correctamente la fase en la que nos encontramos y elaborar una línea general justa del movimiento comunista.

 

3. apoyar los esfuerzos de los comunistas de cada país por reconstruir nuevos partidos comunistas o reforzar los ya existentes.

 

Las Ediciones en lenguas extranjeras de la CP contribuyen al cumplimiento de estas tareas que constituyen, a nuestro entender, expresiones prácticas y necesarias del internacionalismo proletario en esta fase en la que se encuentra el movimiento comunista. La CP anima a los lectores a enviar críticas, consejos y propuestas a la dirección e.mail indicada.

 

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