Contribución al balance de la experiencia de los países socialistas

martedì 26 giugno 2007.
 

Rapporti Sociali nº 5/6, enero de 1990)

 

 

Proponemos a nuestros lectores estas breves anotaciones sobre el balance de la experiencia de los países socialistas, aunque sólo sean una primera aproximación al problema. «El análisis es el presupuesto necesario de la exposición genética, de la comprensión del proceso real de formación en sus diversas fases». Sin embargo, el análisis de la experiencia de los países socialistas en el movimiento revolucionario italiano es todavía sumario. Precisamente por ello publicamos estas anotaciones que esperamos sirvan, sobre todo, de estímulo a cualquier lector para emprender el estudio sistemático de este tema. A tales lectores, la redacción de Rapporti Sociali les asegura su apoyo proporcionándoles bibliografía y documentos y participando en la reflexión.

 

¿Cuáles son las enseñanzas de la experiencia de los países socialistas desde la Revolución de Octubre hasta hoy?

Una vez conquistado el poder político, arrebatado el poder a las viejas clases dominantes, destruido el viejo Estado y creado en su lugar uno nuevo, las masas proletarias y populares, bajo la dirección del Partido Comunista y de las organizaciones de masas, comienzan a transformar las relaciones de producción con la ayuda del nuevo Estado.

La conquista del poder por parte del proletariado y la eliminación de las instituciones burguesas, no llevan por sí mismas a la instauración de nuevas relaciones de producción, ni estas nuevas relaciones de producción surgen inmediatamente, ni son ordenamientos legislativos instaurados mediante una decisión estatal (1) . En consecuencia, no determinan por sí mismas la extinción del Estado, pero instauran un nuevo Estado que, dado el papel que la nueva clase dominante (la clase obrera) asume en la sociedad, porta en sí los gérmenes de su extinción gradual (2) .

Después de la instauración de su propio poder político, de su propio Estado, el proletariado se enfrenta a la tarea de superar las relaciones capitalistas de producción (3) . Más concretamente, el proletariado debe superar las relaciones de producción mercantil sobre las que se apoyan las relaciones capitalistas de producción (una producción social realizada por individuos indiferentes entre sí, dependientes unos de otros para la producción de las condiciones de su propia existencia, de individuos que trabajan como si esa dependencia no existiese: una unidad social no reconocida de antemano, que no se afirma más que a posteriori en el enfrentamiento entre los individuos en el mercado (4) .

Así pues, el proletariado se enfrenta a la tarea de crear instituciones sociales adecuadas a las fuerzas productivas que tienen ya un carácter social, desarrollar las fuerzas productivas todavía predominantemente individuales y crear los instrumentos para la gestión del proceso productivo por parte de los trabajadores asociados en función de sus necesidades.

Además, después de la revolución, con la destrucción del poder político de los capitalistas y la abolición de la propiedad capitalista de las fuerzas productivas, las contradicciones propias de las relaciones de producción que deben ser transformadas no desaparecen por sí mismas inmediatamente, como tampoco la vieja ideología y las viejas lacras sociales provocadas por la burguesía. Asimismo, no desaparecen inmediatamente las ideas retrógradas ni los límites sociales, culturales, económicos y de otro todo tipo que el país que se acaba de liberar pueda conocer.

Las formas transitorias que asumen concretamente las relaciones de producción y las instituciones sociales durante la transición de la relación de capital al comunismo, son variadas y concretamente determinadas (no elegidas arbitrariamente). Por otra parte, están sometidas a la verificación práctica y al tránsito a formas superiores, dentro de un proceso que, aparte de la contribución de los impulsos subjetivos y la dialéctica vanguardia-masas, está ligado necesariamente al proceso de superación del trabajo necesario.

Existen, además, dos premisas indispensables de la sociedad comunista: la abundancia de bienes materiales y la transformación de los hombres en todos sus aspectos morales, culturales, etc. Son dos condiciones que se deben perseguir al mismo tiempo durante la fase de transición del capitalismo al comunismo.

Esta fase que separa la sociedad capitalista de la sociedad comunista es la fase de la construcción del socialismo. Una fase de transición durante la cual se crean las premisas para alcanzar el comunismo. Una fase en la que hay avances y retrocesos, dentro de la tendencia general, histórica, que es de avance hacia el comunismo.

El socialismo, pues, no es un nuevo modo de producción, sino una fase histórica de transición del modo de producción capitalista al comunismo, como ya puso en claro Marx en Crítica del programa de Gotha . Un país socialista es un país donde los hombres están todavía divididos en clases y existe lucha de clases, donde la relación de capital no se ha cerrado todavía, pero donde ha sido abolida esencialmente la propiedad individual capitalista de las fuerzas productivas. Un país donde el poder político (el Estado) está en manos de la clase que lucha por superar la relación de capital y por transformarse a sí misma y a toda la humanidad, en manos de hombres capaces de dominar unidos las condiciones de su propia reproducción y sus propias relaciones. Estas exigencias se realizan por medio de organizaciones, instituciones, prácticas y costumbres de millones de hombres. Un país socialista es un país cuyas instituciones sociales personifican, dan voluntad, conciencia y voz a la fuerza motriz de la superación de la relación de capital; es un país en el que la fuerza del Estado y del poder, en general, está dirigida a facilitar el crecimiento y la generalización de esos gérmenes de comunismo de que hablaba Lenin en sus análisis sobre el significado de los sábados comunistas (5) .

El proletariado, una vez conquistado el poder, toma rápidamente algunas medidas que encaminan el proceso de transición o que permiten su desarrollo. Se trata a continuación de ver si las medidas que se toman poco a poco y la situación creada continúan siendo útiles para la transición.

El proletariado ejerce el poder político no por definición. El proletariado ejerce el poder:

1. si el movimiento proletario, si las organizaciones del proletariado, están presentes en el lugar donde se establece la línea que guía la acción de los organismos del Estado;

2. si las personas que componen los organismos estatales están en constante conexión con el proletariado;

3. si la línea que guía la acción de los órganos del Estado representa en la práctica los intereses históricos, generales, del proletariado;

4. si se promueve la participación de las masas en el ejercicio del poder político (que es algo más que la participación en el debate político y el conocimiento de las cuestiones políticas) con la consiguiente y gradual difusión de las funciones políticas y la correspondiente extinción del Estado como cuerpo separado que tiene el monopolio de la represión.

Uno de los aspectos que diferencia a la sociedad socialista de la capitalista es la propiedad de los medios de producción. Abolir la propiedad individual capitalista de los medios de producción, convertirla en propiedad de una organización social (en la URSS tal organización fue tanto el Estado federal, como los Estados republicanos y los soviets locales) es un paso necesario, aunque no exclusivo (6) . Pero una vez abolida la propiedad individual capitalista de los medios de producción, todavía queda pendiente de llevar a cabo una participación efectiva de los trabajadores en su gobierno, una colaboración efectiva de cada unidad productiva con las demás unidades productivas y una orientación efectiva de las actividades de cada unidad productiva encaminada a satisfacer determinadas necesidades de la sociedad.

El sometimiento de las actividades económicas de las unidades productivas a un único plan válido para toda la sociedad es una característica necesaria de la sociedad socialista. Pero si, donde existe un plan de este género, se convierte en una regla que las unidades productivas y los individuos se substraigan al plan con subterfugios, incumplimientos y excepciones, desarrollando actividades ajenas a las planificadas, es evidente que solamente se trata de un plan sobre el papel o que, por lo menos, existe una contradicción entre el plan y la actividad económica real. No debemos confundir la redacción y aprobación de un plan económico con el hecho de que la actividad económica de los individuos y de las unidades productivas esté de acuerdo con ese plan: son dos hechos distintos.

Ante cada medida y transformación es preciso comprender qué pasos sucesivos traerá consigo y será necesario dar si se aplica efectivamente. Veamos dos ejemplos:

1. La autonomía financiera y económica de cada unidad productiva sobre la base de las relaciones mercantiles con las otras unidades productivas, conlleva también necesariamente la mercantilización de la fuerza de trabajo. Si se rechaza esta medida mediante una ley, cada unidad productiva se resentirá negativamente. En este punto, o se abandona la autonomía financiera y económica de las unidades productivas o se acepta la mercantilización de la fuerza de trabajo. No se puede tener el capitalismo sin las cosas desagradables del capitalismo (es lo que sueñan los reformistas, pero lo suyo es una utopía).

2. La aceptación de la pequeña producción mercantil como sistema general y prevaleciente, lleva necesariamente a la formación de la gran producción capitalista o al atraso económico. Por tanto, si se consolida, incrementa, desarrolla y reintroduce la pequeña producción mercantil, pronto nos encontraremos frente a la necesidad de aceptar también la gran producción capitalista (que se convertirá en un “camino razonable y justo” para progresar económicamente) o de transformar la pequeña producción mercantil en producción socialista.

En cuanto a la dirección del camino, la posibilidad de un retorno al capitalismo y de una nueva consolidación del capitalismo en una sociedad socialista depende del grado de socialización ya alcanzado por las fuerzas productivas antes de la revolución y del grado de avance de la transformación socialista.

Un país socialista es un país donde los gérmenes de comunismo, en un estadio de desarrollo más o menos avanzado, se contraponen a elementos del capitalismo a un nivel más o menos avanzado de extinción: los unos sólo pueden desarrollarse a expensas de los otros. ¿Cuál de los dos prevalecerá? Depende de varios factores. La situación de un país socialista es, en cierta modo, comparable no a la situación en la que hoy se encuentran los actuales países capitalistas, cuando ya el capitalismo se ha impuesto definitivamente sobre el feudalismo, sino a aquélla en la que las formas de producción capitalista se enfrentaban a las formas de producción feudal.

 

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En la Revolución de Octubre, los comunistas y el proletariado resolvieron los problemas del mantenimiento del poder y la eliminación de la burguesía como clase dirigente y dominante. La historia posterior de la Unión Soviética es, sobre todo, la historia de la lucha entre clases antagónicas. No es una historia con un desarrollo lineal: bajo la apariencia de la continuidad de un Estado y de una sociedad civil, está la historia real de la lucha del proletariado por la construcción de un sistema de relaciones sociales comunistas contra toda la fuerza objetiva, interna e internacional, de la economía mercantil y capitalista.

Tanto en la URSS, como después en China, los comunistas y el proletariado han tenido que afrontar también el problema de las relaciones sociales de producción precapitalistas, con respecto a las cuales las relaciones mercantiles y capitalistas representaban ya un enorme progreso. Fue la situación que durante mucho tiempo prevaleció en la agricultura después de la reforma agraria, pero que también estaba presente en otros sectores.

Tanto en la URSS como en China, los comunistas tuvieron que enfrentarse con sociedades en las que las relaciones de producción mercantiles y capitalistas no se habían desarrollado todavía hasta alcanzar los límites de su posible desarrollo, hasta agotar sus potencialidades. Un rasgo esencial del imperialismo es el desarrollo desigual de los pueblos. En ese sentido, se ha creado una situación en la cual las relaciones mercantiles y capitalistas no pueden desarrollarse plenamente en países enteros

En consecuencia, en esos países, una vez que han roto la dependencia y la conexión con el mercado capitalista mundial, hay un impulso objetivo a encaminarse hacia la vía del capitalismo, aunque sea una vía que está abocada a la bancarrota por cuanto lleva a la reintegración en el mercado capitalista mundial, a una nueva sumisión al imperialismo y, por consiguiente también, a la asfixia del incipiente desarrollo capitalista local, como se ha demostrado en diferentes casos.

Es lo mismo que sucede en cada país si se considera al productor pequeño-burgués: el gran capital lo asfixia e impide su desarrollo; por consiguiente, en ciertas condiciones el productor pequeño-burgués puede ser anticapitalista. Pero una vez liberado del gran capital, encuentra finalmente vía libre para desarrollarse y quiere construir una nueva sociedad capitalista. Obviamente, si se toma este camino se llega nuevamente al gran capital con una masa de productores pequeño-burgueses asfixiados.

Los comunistas y el proletariado, además, han tenido que enfrentarse a la presión de los Estados imperialistas y del mercado capitalista mundial. Los límites del camino recorrido por la Unión Soviética y por China hacia el comunismo y las dificultades encontradas en este camino, han estado determinados, sobre todo, por la derrota de la revolución socialista en Europa Occidental y por la incapacidad de tomar el poder por parte de los comunistas y del proletariado europeo

Entre las dos guerras mundiales el proletariado italiano, alemán, austriaco, polaco y finlandés, permitieron directamente a los fascistas tomar el poder sin ni siquiera combatir. Solo en España las masas populares resistieron durante tres años al golpe de Estado fascista.

En el caso concreto de la Unión Soviética, éste ha sido el primer país que ha afrontado la etapa socialista y no podía contar con experiencias anteriores, como han podido hacerlo, por el contrario, los países que se han liberado posteriormente. En consecuencia, los comunistas soviéticos han tenido que improvisar, en muchos aspectos, los primeros pasos de un pueblo por el camino hacia el socialismo. Durante decenas de años, hasta el fin de la II Guerra Mundial, importantes aspectos de la política soviética estuvieron determinados por el acoso de los países capitalistas y por el estado de guerra, prácticamente permanente, en que vivía la URSS.

Los comunistas y el proletariado soviético, con Stalin a la cabeza, consiguieron resistir a las presiones internas y externas y a las agresiones que sufrían, hasta elevar al movimiento comunista a un nivel superior en todo el mundo, permitiendo el triunfo de la revolución en China y el desarrollo del movimiento de liberación nacional en todas las colonias.

Construyeron un sistema industrial completo, planificado, basado en las tecnologías más avanzadas de la época. Instauraron la producción colectiva en la agricultura echando las bases para el crecimiento cultural y político de los campesinos y la eliminación de su atraso técnico, cultural y político. Establecieron un sistema de distribución del producto entre los individuos, basado esencialmente en la cantidad y calidad del trabajo prestado. Introdujeron sistemas de emancipación de las mujeres y los niños; implantaron formas (aunque fueran muy incipientes) de poder directo de los trabajadores y encontraron soluciones para hacer vivir en alguna medida el nuevo mundo en todas las formas de la vida social (sistema de instrucción general, amplia participación en el patrimonio cultural de la sociedad, amplia utilización de la asistencia médica, etc.).

Esto permitió que el poder soviético pudiese existir durante muchos años y diese una potente contribución a la causa comunista y de liberación nacional en todo el mundo. Durante cerca de treinta años no hubo en el mundo un movimiento de liberación y emancipación de las clases, pueblos y razas oprimidas que no encontrase en la Unión Soviética un punto de apoyo, ayuda e inspiración, a pesar de las dificultades que planteaba al proletariado y a los comunistas soviéticos ser el único país socialista.

De esta experiencia aprendieron más tarde los comunistas y el proletariado chinos. Al aplicarla creativamente a su situación, durante la Revolución Cultural Proletaria, avanzaron posteriormente en la vía del desarrollo que hace crecer y predominar los gérmenes de comunismo y crea la nueva sociedad.

Frente al mismo problema planteado por las amplias masas de pequeños productores autónomos (los campesinos), los comunistas chinos trataron de sustituir la fase (antes estimada como necesaria) de la completa separación de los trabajadores de las condiciones materiales de su trabajo (la acumulación originaria) con la transformación por fases de la propiedad individual todavía existente en propiedad cooperativa y con el desarrollo de esta propiedad (las comunas agrícolas y urbanas y su industrialización). Impulsaron la lucha de masas en el ámbito de la propiedad colectiva de los medios de producción. Estas luchas de masas se desarrollaron:

- en torno a los reglamentos de los lugares de trabajo y a las relaciones masas-dirigentes en la sociedad y en los lugares de trabajo;

- contra la separación de los trabajadores del contenido científico del trabajo y contra su constitución como patrimonio de una parte de la sociedad;

- sobre el contenido de clase de las formas del proceso de trabajo;

- no solo contra la utilización burguesa de la cultura y de la técnica, sino también contra el contenido de clase de la cultura y de la técnica.

 

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A pesar de estas luchas llevadas a cabo por las masas dirigidas por los comunistas y de los éxitos conseguidos, la Unión Soviética dejó de ser la vanguardia del socialismo en el mundo a partir de los años 50. Los revisionistas modernos tomaron el poder en el partido, en el Estado y en la sociedad. Pero las derrotas, si se buscan las enseñanzas que contienen, pueden ser tan fructíferas como las victorias. Los comunistas debemos comprender cómo los revisionistas modernos pudieron tomar el poder y mantenerlo durante mucho tiempo: así estaremos mejor preparados para impedir que se impongan en las luchas que tenemos por delante.

La Unión Soviética tuvo que sobrevivir y desarrollarse durante casi treinta años en un contexto internacional hostil. La burguesía imperialista, una vez fracasada la agresión directa de los primeros años contra la joven república de los soviets, llevó a cabo durante años, además del bloqueo y del sabotaje económicos, los preparativos de la revancha. Formó Estados y organizaciones fascistas y nazis que finalmente desencadenaron la agresión en 1941. Sólo la habilidad del grupo dirigente soviético, con Stalin a la cabeza, y la actividad de los comunistas de los países imperialistas consiguieron impedir que esta agresión fuese llevada a cabo por la burguesía imperialista en bloque.

Este contexto permitió la consolidación de algunas concepciones erróneas, debidas a la falta de experiencia, que fueron determinantes para el éxito de los revisionistas modernos.

La construcción de un sistema industrial completo a un nivel tecnológicamente muy avanzado, en un país cuyas fuerzas productivas estaban atrasadas, era una necesidad absoluta en el período entre las dos guerras mundiales: sin ello la URSS no abría vencido al nazismo. Esta enorme tarea obligó a los comunistas soviéticos a descuidar durante un cierto tiempo algunos aspectos de la construcción del socialismo.

Al mismo tiempo, en el terreno político y social, por las mismas condiciones antes descritas, predominó durante largo tiempo un centralismo a ultranza y la utilización de medidas administrativas como forma de gobierno y resolución de los problemas en todos los sectores de la sociedad.

Si bien durante un tiempo fue inevitable y necesario actuar y afrontar la construcción del socialismo de esa manera (estaba en juego la supervivencia del primer país socialista), los comunistas soviéticos con Stalin a la cabeza, a pesar de todo lo que habían conseguido hacer (y que es necesario reconocer sin ambigüedad), prolongaron erróneamente esa forma de funcionamiento incluso después de que las condiciones hubiesen cambiado gracias a la victoria contra el nazismo, a la ruptura del cerco imperialista y al desarrollo de la guerra de liberación nacional antiimperialista en China y en otros países colonizados. Y aunque al final de su vida Stalin comenzó a entrever algunos de estos problemas (7) , no llegó a dar con su solución.

Tras la muerte de Stalin, la camarilla revisionista de Kruschev lo juzgó y condenó por sus “excesos”. En realidad, esta camarilla repudió los aspectos positivos del trabajo de los comunistas soviéticos guiados por Stalin, mientras que adoptó y dio carácter de línea general, precisamente, a sus aspectos negativos: los métodos autoritarios de dirección, el funcionamiento administrativo y la prioridad de la economía sobre la ideología y la política. Con esto y con la sucesiva supresión “por decreto” de la lucha de clases, la sociedad soviética entró en un período de estancamiento. Los revisionistas miraron con recelo y reprimieron los movimientos de masas que, a pesar de los límites descritos, habían tenido, por el contrario, un papel importante en la construcción del socialismo durante los años 20, 30 y 40.

Desde los años 50 hasta hoy, en los países socialistas no ha habido movilizaciones de masas, a no ser las que han sido reprimidas. En vez de promover una cada vez mayor participación de las masas en la dirección de la sociedad y del Estado, con el fin de iniciar el proceso hacia la progresiva extinción de éste y hacia la formación del hombre nuevo conforme a la estructura económica de la nueva sociedad, hicieron lo contrario: los métodos burocráticos, los decretos y las órdenes se convirtieron, bajo los revisionistas modernos, en los métodos exclusivos de dirección de la sociedad. De hecho no se dejó a las masas desempeñar otro papel que el de obedecer y aumentar la productividad en función de los incentivos materiales.

A pesar de las muchas victorias conseguidas, el proletariado soviético se topó con muchas dificultades al afrontar las contradicciones de su propia transformación y las del resto de las masas populares. Estas dificultades, unidas a la acumulación de los errores cometidos en la construcción por fases de las formas concretas de existencia de la sociedad de los trabajadores asociados y dueños de las condiciones materiales de su propio trabajo, fueron tales que las fuerzas objetivas y subjetivas contrarias al avance hacia el comunismo se consolidaron hasta el punto de imponerse tras la desaparición de Stalin.

Los comunistas y el proletariado soviéticos, bajo la dirección de Stalin, no supieron estar siempre a la altura de las posibilidades que sus logros crearon, no dieron soluciones oportunas a los problemas planteados por sus mismos éxitos, no siempre comprendieron que las victorias conseguidas transformaban el terreno de la lucha y mantuvieron formas de relaciones sociales que ya estaban superadas por el desarrollo de las fuerzas productivas y de la formación cultural de los trabajadores. El grupo dirigente no comprendió el modo en que se planteaban concretamente, en la nueva situación, las relaciones de clase en la Unión Soviética y las nuevas relaciones políticas creadas en el mundo con la conquista del poder por los comunistas en numerosos países, con el desarrollo de las fuerzas revolucionarias proletarias y anticolonialistas y con el triunfo en la II Guerra Mundial.

En la URSS, se contenía y reprimía a las fuerzas burguesas en sus manifestaciones, en vez de eliminar su base material dentro de los límites que la situación objetiva permitía. Los comunistas debemos buscar los “errores de Stalin” en la dirección contraria a la indicada por la burguesía.

Quien acepte el planteamiento que la burguesía hace sobre este problema (ya sea porque se adhiere a sus conclusiones o porque se opone a ellas), acepta inevitablemente un planteamiento aparentemente interclasista del problema y, de hecho, lo afronta desde el punto de vista de los intereses de la clase burguesa. De la misma manera, los que defienden, en nombre del comunismo, a la Unión Soviética dirigida por los revisionistas como país socialista, defienden inevitablemente una concepción burguesa de la sociedad y de su desarrollo (8) .

 

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Los revisionistas modernos conquistaron el poder en la URSS como portavoces de la burguesía en el marco del socialismo y permitieron el reforzamiento, aunque fuera tímido, de una nueva burguesía que surgía desde dentro de la nueva sociedad y revestía sus acciones con una ideología mistificadora extraída de los “lugares comunes” de la nueva sociedad. Contrariamente a todo lo que afirman afanosamente aún hoy los Deng Shiao-ping y compañía, la burguesía que se impone en estas circunstancias no está compuesta generalmente por ex-capitalistas, ex-propietarios terratenientes, ni por elementos marginales de la sociedad socialista (explotadores, saboteadores, criminales, etc.). Como decía Mao, la nueva burguesía está « dentro del partido comunista» , surge del corazón de la nueva sociedad.

Desde que los revisionistas modernos tomaron el timón en la dirección de la URSS, todo proyecto de reforma económica propuesto o realizado estaba dirigido a restablecer y reforzar las relaciones mercantiles y capitalistas entre las unidades productivas, entre éstas y los trabajadores y entre el conjunto de las unidades productivas y el resto de la población. El objetivo ha sido que cada unidad productiva se bastase a sí misma, midiendo sus resultados en el mercado, que cada empresa pudiese asumir y despedir trabajadores y emplearlos según las necesidades dictadas por el objetivo de imponerse en el mercado y ampliarse; que cada unidad productiva vendiese y comprase a precios que garantizaran su éxito en el mercado; que cada trabajador se vendiese al mejor postor para poder vivir y que su nivel de vida y el de su familia estuviesen determinados por el contrato de venta con el que se ligaba. No por casualidad los EEUU se convirtieron en constante punto de referencia y en ideal de la nueva burguesía soviética. Ciertamente, sólo sacaban a la luz los éxitos productivos y tecnológicos de la burguesía norteamericana. Silenciaban la explotación interna e internacional en la que estos éxitos estaban inseparablemente basados y no se referían para nada al carácter temporal de los mismos (el gigante tenía los pies de barro), al hecho de que la capacidad de desarrollo económico (y también tecnológico) de la sociedad socialista se había ya demostrado, en la práctica, muy superior a la de la sociedad capitalista de EEUU. En consecuencia, la Unión Soviética, bajo la dirección de los revisionistas modernos, dejó de ser poco a poco un ejemplo y un punto de apoyo para el movimiento obrero y los movimientos antiimperialistas de liberación nacional.

En vez de preocuparse por resolver los problemas y contradicciones que precisamente el éxito del período anterior había hecho patentes o creado y que ese mismo éxito hacía posible resolver a partir de ese momento, los revisionistas modernos se dedicaron a restaurar las relaciones mercantiles y capitalistas.

Pero la nueva burguesía nunca llegó a tener totalmente las manos libres.

En la Unión Soviética, como en los países del Este de Europa, los comunistas habían creado distintas y múltiples organizaciones de masas que implicaban de algún modo y en alguna medida a millones de trabajadores. Tales organizaciones eran un instrumento de la revolución y de la lucha por la construcción del comunismo. En el contexto en que estas organizaciones habían sido creadas, cumplían la tarea de:

- forjar progresivamente la unidad de los trabajadores;

- dar una forma concreta de existencia a los trabajadores como colectivo y como unidad consciente y capaz de actuar;

- permitir el paso gradual del Estado a las masas de las funciones políticas, de dirección y de organización.

- contribuir a la extinción de la política en tanto que función exclusiva y profesional reservada a los políticos.

Los revisionistas modernos heredaron estas organizaciones de masas y, tras controlarlas y depurarlas, las utilizaron como formidables instrumentos de control, consenso y selección de sus nuevos miembros. Pero el carácter antagónico de las relaciones sociales generales impedía que los trabajadores afrontaran, mediante estas organizaciones, los problemas de la producción como problema del poder de los trabajadores unidos para dirigir la producción, los planes de producción, los planes de distribución y, por tanto, toda la vida de la sociedad soviética. Los revisionistas modernos transformaron estas organizaciones, destinadas a la extinción gradual del Estado, en organismos de control, orientación o dirección capilar (9) del Estado sobre los trabajadores. Pero estas organizaciones eran de alguna manera armas de doble filo, cuyo reverso salía y sale de improviso a la luz en los momentos de agitación social.

El poder de la nueva burguesía era tan poco absoluto y tan poco ilimitado, sus prohibiciones aseguraban tan poco la paz social total y era tan poco eficaz la supresión por decreto de la lucha de clases que, por ejemplo, no se atrevió a llevar sus alternativas hasta sus últimas consecuencias a pesar de que figuraban como objetivos en su programa.

La nueva burguesía no se atrevió a establecer la plena libertad de comercio para cada empresa o unidad productiva, ni a dejar que los precios los dictasen las leyes del mercado, ni tampoco a arrogarse la libertad de despedir a los trabajadores y contratar mano de obra según las exigencias de valorización del capital en cada empresa. En efecto, el nuevo rumbo hizo que cada vez fueran más antagónicas las relaciones inmediatas entre trabajadores y dirigentes de las unidades productivas. Cumplir hasta el final o no los planes de producción, hacer “rentables” las unidades productivas, emplear mejor la maquinaria y el resto del equipamiento, aumentar la productividad del trabajo, todas estos objetivos se convirtieron en preocupaciones cada vez más exclusivas de los dirigentes. Y a ello tendían a medida que las relaciones sociales en las que las unidades productivas estaban insertas planteaban cada vez más en estos términos las tareas a realizar y también a medida que el objetivo de las unidades productivas dejaba de tener como único fin satisfacer las necesidades inmediatas o indirectas de la población (10) . El antagonismo se manifestaba en la baja productividad del trabajo (cantidad de producto realizada por cada trabajador), tan lamentada por los dirigentes soviéticos y de los países del Este de Europa y, en particular, en la baja intensidad del trabajo.

La nueva burguesía soviética no llegó a dotarse de esa formidable arma de presión, chantaje y disciplina contra los obreros que constituye la masa de parados que se arremolinan, dándose empellones, a las puertas de las fabricas, dispuestos a ocupar el puesto del obrero despedido. La nueva burguesía desarrolló la búsqueda de otros medios para obligar a trabajar y conseguir un mayor dominio sobre los trabajadores. Entre ellos, la creación de las condiciones para una diferenciación real entre los trabajadores mismos en la distribución y el consumo como instrumento de presión sobre los trabajadores. No obstante, la diferenciación en cuanto al consumo y el nivel de vida entre los dirigentes, por una parte, y la masa de trabajadores, por otra, heredada del período anterior (11) , no era ni de lejos comparable como instrumento de disciplina y estímulo, donde, por lo demás:

1. los privilegios de que gozaban los miembros de la clase dominante seguían ligados a su función (el ejemplo del director de una unidad productiva que tiene un automóvil con chófer no sirve de estímulo al trabajo para el conjunto de los obreros: pues éstos no pueden aspirar a ser todos directores);

2. los miembros de la clase dominante disfrutaban de alguna manera muchos de sus privilegios a escondidas, sin publicidad (los comercios de mercancías preciosas y de lujo, donde sólo pueden comprar los miembros de la clase dominante, no son un instrumento eficaz para impulsar a los trabajadores a querer ganar más para poder comprar);

3. la cultura difundida por la burguesía entre las masas exaltaba (hipócritamente) el consumo moderado, la sencillez en el vestido y la igualdad, de manera que se reprobaba generalmente a quien vivía por encima del nivel medio y hacía ostentación de lujo, etc.

La nueva burguesía introdujo diferentes tipos de incentivos colectivos e individuales encaminados a obligar a los trabajadores a la autodisciplina y a adaptarse mejor a las máquinas; a movilizar a los trabajadores atraídos por el aumento del salario contra los compañeros de trabajo recalcitrantes. Los jefes recurrieron a distintas formas de negociación con las organizaciones informales de los trabajadores para alcanzar la cantidad de producción deseada.

 

La burguesía soviética y de los países del Este de Europa comenzó ya desde entonces a apropiarse de estos instrumentos de dominio sobre los trabajadores y a utilizarlos. Esto conllevaba cambios en la producción: necesitaba que las tiendas de todo el país se llenaran de mercancías nuevas y que éstas cambiasen rápidamente para cumplir, diaria y profusamente (capilarmente), su función de estímulo para el trabajo y el beneficio en general.

La burguesía necesitaba que las condiciones de vida universalmente aseguradas a toda la población, llegasen a ser menos buenas: en absoluto o al menos en relación a las consideradas óptimas y que algunos trabajadores, incluso manteniéndose como tales, gozaran de esas condiciones óptimas. La tendencia a la abolición de los “precios políticos” de algunos productos y servicios básicos o, lo que es lo mismo, el empeoramiento de su calidad y el crecimiento de un mercado paralelo de productos y servicios mejores a “precios libres”, llevaba precisamente a ese objetivo.

Las reformas de la época de Kruschev tienen globalmente esta dirección bien definida.

En el período de la “dirección administrativa”, la dirección de los hombres por parte de los hombres, que es la esencia de toda relación social, se manifiesta en toda su desnudez, clara y limpia, sin velos y de forma inmediata. Esta dirección, a medida que las relaciones entre los hombres eran todavía relaciones entre clases antagónicas o llegaban a serlo, revestía necesariamente los rasgos característicos de la opresión, de la arbitrariedad, de la corrupción, de la imposición y de la violencia. Dentro de los límites en los que las relaciones entre los hombres eran relaciones de unidad o de alianza, la dirección de los hombres, tendía a convertirse gradualmente en dirección de los hombres sobre sí mismos, sobre sus actividades y, generalmente, sobre su vida.

Las reformas de la época de Kruschev tendían globalmente a sustituir la “dirección administrativa” por un sistema de “dirección económica”. Las relaciones sociales permanecían como relaciones entre clases antagónicas, pero el dominio de algunos hombres sobre la mayoría de la población se ocultaba tras el velo mistificador del igual y libre sometimiento de todo el mundo a las mercancías, al aparato productivo, al dinero, al mercado, a las leyes objetivas y naturales de la economía.

Las relaciones sociales eran consificadas de nuevo y se presentaban como exigencia de la situación. El elemento que conecta directamente a millones de trabajadores en un único sistema de producción social ya no era la libre y consciente decisión de los trabajadores unidos en torno a la forma de hacer frente a sus necesidades, ni las normas impuestas por la violencia de la autoridad del Estado y de sus funcionarios en los organismos de planificación y en las unidades productivas. A partir de ese momento ese elemento es el dinero que, interponiéndose entre los hombres y los objetos que necesitan, obliga de forma impersonal, imparcial y capilar, sin intervención de policías y “tribunales populares”, a millones de trabajadores a apresurarse a ocupar todos los puestos disponibles de un mecanismo productivo; y esto sin ninguna conciencia previa, acuerdo o relación entre ellos, moviéndose cada uno por una “libre decisión” individual. Fuera del lugar de trabajo, en la sociedad, las órdenes de la burguesía a los trabajadores y a los mismos miembros de la burguesía no se presentan ya como órdenes de unos hombres a otros hombres, sino como intervenciones imparciales y científicas sobre las cosas (la cantidad de moneda puesta en circulación, la tasa de descuento, la tasa de interés sobre el dinero tomado a préstamo, la tasa de amortización, el gasto público, el control de los precios, la emisión de préstamos, la legislación fiscal, la legislación bancaria, crediticia, de valores, social, aduanera, etc.).

Este era el programa de la nueva burguesía como resulta evidente si se consideran las reformas de Kruschev de 1957; las reformas mantenidas por Liberman y Trapeznikov, aplicadas de manera experimental en las empresas Bolschevicka de Moscú y Maiak de Gorki, en 1963; la reforma general de 1965; las reformas iniciadas en 1967 a partir del complejo químico de Schekino. A las mismas conclusiones se llega si se considera la historia de los regímenes de precios, de las autonomías financieras y de gestión de las empresas y uniones de empresas, la oscilación entre centralización y subdivisión del capital, las alternativas productivas relativas a los bienes de lujo, el desarrollo tecnológico de la Unión Soviética y de otros países del Este de Europa.

Pero, como dijeron posteriormente los burgueses, Kruschev se precipitaba y creía poder restaurar el capitalismo con la misma velocidad con la que los comunistas habían construido antes el socialismo. Dio un ritmo tan rápido a la restauración que coaligó contra su programa a demasiados grupos y clases. Por esta razón fue reemplazado (1964).

 

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Bajo la dirección de Breznev el programa siguió siendo el mismo. La “revolución científico-técnica” de Breznev-Kosiguin fue en la misma dirección. Pero todo asumió un ritmo más lento, más prudente. En poco tiempo se produjo una situación de estancamiento. Ninguna de las dos clases antagónicas era lo bastante fuerte para cambiar decisivamente la situación a su favor.

El proletariado se encontraba sin partido, podía oponer una resistencia pasiva aprovechando las instituciones residuales del pasado y apoyar a los grupos disidentes que poco a poco se creaban entre la clase dirigente y agudizaba así sus contradicciones; sin embargo, no podía tomar la iniciativa.

La burguesía dirigía el Estado, la economía y la cultura, pero no podía enfrentarse con el proletariado imponiendo para ello las medidas necesarias para una valorización máxima del capital. El cuidado que ponía para impedir y sofocar todo movimiento de masas en el campo económico, político y cultural, era la prueba de su debilidad, además de su carácter antipopular.

En consecuencia, florecieron la pequeña economía comercial ( “sumergida ”: en realidad tolerada, mantenida y defendida por el Estado, pero no legalizada formalmente), con el consiguiente enorme derroche de recursos materiales y energías y la consiguiente corrupción. El enriquecimiento, bajo la forma de atesoramiento, opulencia y lujo, ocupó el puesto que las leyes prohibían ocupar a la propiedad individual de las fuerzas productivas.

El equilibrio que se derivaba de ello produjo una amplia parálisis, se ralentizó el ritmo de desarrollo económico, se redujo la renovación tecnológica, siguieron vigentes las formas obsoletas de vida social y de gestión económica, aumentaron las importaciones de bienes de equipos y de consumo del mercado capitalista y abrieron camino a la deuda externa y a la integración en el mercado capitalista mundial. El estancamiento económico fue la manifestación de la parálisis política: ninguna de las dos clases antagónicas tenía la fuerza suficiente para imponer a la otra su voluntad. La nueva burguesía asumió el carácter de “burguesía compradora” en las relaciones con la burguesía imperialista (comercio y préstamos internacionales) y se dio al enriquecimiento individual, acumulando poder adquisitivo y bienes de uso en el extranjero y dentro del país, quedándole cerrado el acceso al capital productivo (el que desarrolla el proceso D - M - T - M’ - D’ * ).

Entre la población, se acentuó la división de clases y empeoraron las condiciones de vida de sectores enteros de la población

Los acontecimientos de estos últimos meses son el resultado de la explosión de las contradicciones provocadas durante el prolongado período de estancamiento. La situación ha llegado a un punto en que ninguna de las dos clases antagónicas puede continuar viviendo como antes.

La situación debe cambiar. Se ha creado una situación revolucionaria.

 

(*) (Dinero-Mercancías - Trabajo - nuevas Mercancías - más Dinero).

 

 

NOTAS

 

 

(1) Sólo la fantasía evasiva de los procesos reales de la que dan muestras Antonio Negri, Rossana Rossanda y otros cantores de la “madurez del comunismo”, podía dar a luz la idea de las nuevas relaciones de producción como un reglamento de la sociedad ya preparado y al que solo la resistencia de la burguesía impedía ponerlo en práctica.

 

(2) Cuando los marxistas hablan de extinción del Estado no lo entienden como la desaparición de organismos donde se forma la voluntad colectiva de los miembros de la sociedad y que permiten su realización. Los burgueses y sus agentes tratan de hacer pasar el Estado actual por un organismo de esa clase (como portavoz y ejecutor de la voluntad de la sociedad). En ese sentido, desfiguran la consigna de los comunistas, convirtiéndola en una palabra carente de sentido. En efecto, es evidente que en la sociedad socialista y comunista deberán existir y existirán organismos en los que se exprese en la práctica esa voluntad colectiva; esto será precisamente absolutamente necesario a causa del papel que asumirá finalmente el colectivo con respecto a la actividad productiva de cada miembro de la sociedad. Naturalmente, de acuerdo con las exigencias ya planteadas por el proceso de producción y reproducción de las condiciones materiales de la existencia, tal como el capitalismo lo ha desarrollado. Los marxistas hablan de extinción del Estado en el sentido de extinción de lo que es principalmente el Estado en las sociedades divididas en clases antagónicas: monopolio de la violencia organizada, mediante el cual la clase dominante impone su ley a las otras clases, la presente o no como emanada de la voluntad general. Para el que comprende esta esencia del Estado, es obvio que su extinción va aparejada a la desaparición de la división de la sociedad en clases antagónicas.

 

(3) O sea, el dominio del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la relación en la que el trabajo pasado subordina a sí mismo y absorbe el trabajo vivo para acrecentarse, el papel de vendedores de la fuerza de trabajo en el que la sociedad burguesa sitúa y mantiene a los trabajadores.

 

(4) Estas tareas de la transición del capitalismo al comunismo, por consiguiente, las tareas de la fase socialista, están mejor aclaradas en el artículo El socialismo: transición del capitalismo al comunismo, publicado en Rapporti Sociali, nº 0 (Don Quijote), pág.20 y siguientes.

 

(5) Sobre las formas transitorias de las relaciones de producción y de las correspondientes instituciones de la sociedad, véase Lenin: Una gran iniciativa e Informe sobre los sábados comunistas en Obras completas, volúmenes 29 y 30, respectivamente.

 

(6) En efecto, no es una medida exclusiva: también la propiedad cooperativa, es decir, la propiedad de un grupo de trabajadores, ha sido también en todos los países socialistas la forma de organización de la actividad económica de sectores productivos enteros, en los que las fuerzas productivas tenían un limitado carácter social.

 

(7) Véase Stalin, Problemas económicos de la construcción del socialismo en la URSS, publicado en gran parte en Rapporti Sociali, nº 3. (en traducción hecha por la revista).

 

(8) Ahí está el ejemplo de los seguidores de Cossutta y del Movimiento por la Paz y el Socialismo.

 

(9) Es decir, extendida a todos los lugares y sectores sociales.

 

(10) Las unidades productivas no producían más valores de uso por la necesidad que la población tenía de estos valores de uso, sino que producían valores de uso por el interés que los productores tenían en su valor de cambio.

 

(11) El PCUS, bajo la dirección de Stalin, mantuvo tal diferenciación como aspecto necesario de la primera fase de la construcción del socialismo. La nueva burguesía la heredó, pero le dio un sentido diferente.